La clase obrera y la lucha revolucionaria

La gobernabilidad es una de las preocupaciones que mas apremian a los monopolios y al nuevo gobierno a su servicio. Gobernabilidad implica disciplinamiento de la clase obrera y de los trabajadores en general. Un gobierno de clase al servicio de la explotación, la degradación humana  y la  ganancia de los monopolios entiende pues, que sin disciplinamiento no hay gobernabilidad. Sometimiento y gobernabilidad vienen a ser la misma cosa.

Ahora bien el disciplinamiento que implica la extorsión a la clase obrera respecto de las condiciones laborales, salariales y de vida,  y la intencionalidad de dar una vuelta de tuerca al régimen de explotación de la producción capitalista, atando el  devenir de los trabajadores asalariados a la productividad y por ende, promoviendo la reducción salarial por esta vía, además de los mecanismos que ya conocemos, como lo son la inflación y las devaluaciones, necesita a su vez de dos condiciones fundamentales para poder llevar adelante estos planes del poder: un alto acatamiento de la clase obrera a estas condiciones generales, es decir, un grado de sumisión de la clase obrera; y una estructura al servicio de estos planes que viabilice estas políticas en el seno de la industria, que las haga efectivas. Necesita  por lo tanto de condiciones ideales para materializar sus planes, o sea, necesita  lo opuesto a lo que la realidad nos muestra día a día.

La clase obrera, con su creciente estado de movilización y lucha, con el ánimo de no dejarse arrebatar las conquistas alcanzadas sino avanzar por más; enfrentando a las cuestionadas  y desprestigiadas  cúpulas sindicales desprovistas de todo apoyo, odiadas y repudiadas por la inmensa mayoría de los obreros.

Las  posibilidades de avanzar en sus planes choca con las condiciones creadas por la lucha de clases,  por la debilidad política de sus mecanismos y aparatos gremiales, por una crisis política sumamente  aguda, con la debilidad del gobierno, con un creciente estado de movilización popular que los condiciona, haciendo  cuesta arriba para el poder controlar la rebeldía que anida un el proletariado industrial,  que asume formas de confrontación con metodologías propias,  como lo son la asamblea y la democracia directa.

El pacto acordado entre bambalinas desde el nuevo gobierno, con  el   ministro de trabajo, las estructuras sindicales y los “llamados representantes” de los trabajadores expresados en las dos CGT y en otras expresiones nacionales que, al igual que en el gobierno K, como buenos muchachos al servicio de los monopolios, deben garantizar el disciplinamiento de la clase obrera, nace condicionado y quebradizo como la propia estructura que representan.

Ellos lo saben e intentarán cooptar a las nuevas expresiones combativas  que han ido surgiendo a lo largo de estos años. Intentan aún, a pesar de su debilidad, contener la andanadas de aumentos salariales con un techo de porcentajes, apelando a la amenaza del despido y al «cuidar el trabajo». Es decir, que en el marco de los condicionamientos y de su debilidad, estructural buscarán sostener sus planes.

La clase obrera cuenta con un marco  más que apropiado para ganar las batallas venideras y para ello debe romper definitivamente con las trabas que el sistema impone  sus condiciones de trabajo y de vida. No podrá avanzar en las condiciones de quebrantar sus planes sino adopta masivamente la metodología revolucionaria que expresa la democracia directa y asamblea. Si no se despliegan en su seno las ideas revolucionarias de que es necesario avanzar en «clase para sí», pues la lucha contra este régimen de vida al servicio de la explotación y la necesidad de una vida digna esta indisolublemente ligada a la necesidad de una revolución.

La unidad política en el interior de las fábricas y la unida con las demás fábricas, es condición para avanzar contra los nuevos ensambles que intenta el poder monopolista de la mano del gobierno a su servicio; al mismo tiempo que este ejercicio de lucha y unidad foguea la necesidad de la lucha por el poder y  adopta desde esta práctica la conducta de clase necesaria para terminar con esta historia decadente de este sistema.

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