«Políticamente correcta” le llama la burguesía a las hipócritas respuestas de circunstancia cuando la presión de los pueblos y la realidad cotidiana se imponen sobre las mentiras y la corrupción de la clase dominante. Y esto es lo que se repitió, una vez más, en la llamada “Conferencia de Naciones Unidas (COP-21)”.
En la misma los “lideres” burgueses de 195 países reunidos durante dos semanas en París llegaron a “un acuerdo sin precedentes contra el calentamiento global, que compromete a los países negociadores a reducir sus emisiones de carbono”.
Calificado de “histórica”, por los expertos climáticos, ONG, y ellos mismos, las partes se comprometen voluntariamente a “mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2 grados centígrados con respecto a los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1.5 grados centígrados”. Todo sin imponer metas de emisión de gases contaminantes que alimenten el efecto invernadero. Y todo, como si la burguesía monopolista estuviese unida y no en guerra entre facciones y su crisis política de dominación no se extendiera por todo el planeta.
Lo cierto es que el calentamiento global ya se siente hace más de una década sobre el planeta generando el descongelamiento de los polos y la consecuente subida de los mares que ponen en peligro la existencia de islas y poblaciones ecuatoriales. Grandes sequias y hambrunas y el incremento de catástrofes naturales produciendo éxodos masivos de poblaciones y sus consecuencias políticas producidas por estos fenómenos. Sin ir más lejos la actual ola migratoria sobre Europa comenzó hace más de 15 años desde los pueblos del norte de África producto de las sequías y hambrunas producidas por el sistema capitalista de producción y sus efectos necesarios en este cambio climático.
Y también cierto es que el capitalismo global tiene una matriz energética predominante, la de la depredación a cambio de la obtención de energía al menor costo para mayor negocio, siendo los hidrocarburos de suma importancia en la catástrofe global, y a ella no renunciará porque sería renunciar a su carácter explotador, depredador y antihumano.
Debido a esto, todo pedido de cambio de matriz energética, como otras reformas que se le hacen al capitalismo, es una lucha vacua que puede continuar “hasta que se apague el sol”.
Por eso los pueblos del mundo han comenzado el camino hacia el nuevo orden que termine con la destrucción del sistema del poder de los negocios y ponga al Hombre en camino al reencuentro con la naturaleza.