La participación de los obreros en las tareas revolucionarias

Una cuestión fundamental de nuestra revolución es el carácter clasista de la misma. Tanto como impulsamos y propugnamos una revolución de todo el pueblo, sostenemos que el proceso revolucionario debe estar encabezado por la clase de vanguardia de todo el pueblo, que es la clase obrera en general, y el proletariado industrial en particular. Esto es así no por una teoría caprichosa sino porque la realidad objetiva de la lucha de clases (aquí y en el mundo) muestra que el propio sistema capitalista es el que se encarga de destacar a esa clase como vanguardia en la producción y reproducción del propio sistema, por lo que la dota del conocimiento, la técnica, la ciencia y de las formas más avanzadas de organización productiva que la convierte, en los hechos concretos, en la clase de vanguardia de toda la sociedad.

Este hecho objetivo es la base material en la que el partido revolucionario se para con el objetivo de convertir a la clase de vanguardia en vanguardia política de toda la sociedad. Para ello, las ideas comunistas y las políticas y tácticas revolucionarias son la punta de lanza de esa tarea estratégica.

Pero el problema no se agota, ni mucho menos, en esa tarea. En el mismo plano de importancia está la necesidad de una participación activa y decisoria de los obreros en las tareas de la revolución. En todos los planos. Con esto queremos decir que las tareas de la clase obrera, y nos referimos a la masa de obreros, no pueden limitarse a concebir sus tareas para el día de la toma del poder y el proceso posterior de construcción del socialismo. Se trata de que desde el inicio de las tareas políticas y organizativas, se vea la participación de los obreros como fundamental e indispensable para que pueda cumplir cabalmente con su destino de dirigente político de todo el pueblo.

Las concepciones reformistas y populistas, solamente ven la participación de la clase obrera en la lucha meramente económica; la lucha política está “reservada a los profesionales” del partido. Este fenómeno se da tanto para los partidos abiertamente defensores del orden burgués, como así también aquellos que se denominan de “izquierda” o “revolucionarios”; ambos se caracterizan por una subestimación endémica del movimiento de masas en general, y de los obreros en particular. Esta concepción sólo lleva agua para el molino del sistema opresor, dado que los obreros solamente son tenidos en cuenta para “poner el cuerpo” mientras las decisiones se toman por los aparatos partidarios y los cimientos del poder burgués quedan intactos.

La concepción revolucionaria de nuestro partido es diametralmente opuesta, y abiertamente contraria a las concepciones populistas y reformistas. Para nosotros, además de participar con la masa de obreros en todas las luchas por las reivindicaciones y derechos de los trabajadores, lo principal es que, desde esas luchas económicas y políticas, el proletariado avance en su conciencia y lucha revolucionaria, tanto desde las ideas como desde la práctica.

De allí que las tareas revolucionarias deben ser planeadas y ejecutadas por la masa de obreros. De lo simple a lo complejo, desde lo pequeño a lo grande, pero desde el inicio tomando parte activa y decisoria (lo repetimos nuevamente) en la lucha política revolucionaria. Desde la elaboración, reproducción y distribución de posiciones políticas; impulsando la tarea de que esos obreros vayan al encuentro de otros pares de su fábrica y fábricas vecinas llevando las iniciativas y propuestas; tomando en sus manos la construcción y dirección de las organizaciones sociales y políticas que se necesiten desarrollar para la lucha reivindicativa y política; promoviendo en cada momento que los obreros vayan al encuentro de otros sectores de la sociedad para construir la unidad efectiva de la clase obrera y el pueblo. En una palabra, que el conjunto de la clase obrera comprenda y se apodere, con la teoría y con la práctica, su papel destacado en el desarrollo y el triunfo del proceso revolucionario.

Es este un aspecto central en la construcción de las organizaciones políticas de masas y del propio partido revolucionario.

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