La crisis política y la acción independiente de la clase obrera

La crisis política en la superestructura tiene viento en contra y tiende a incrementarse a medida que la resolución de los problemas no aparecen sino que se prolongan y se agravan.  Las acciones de gobierno que buscan “encausar la situación” están sujetas a las necesidades de ganancias de los monopolios y tienen como leiv motiv la reducción salarial, es decir, ampliar su margen de ganancias a costa de más productividad y menor  salario. La esencia de las acciones del gobierno está en las antípodas de las necesidades sociales de la clase obrera y el pueblo, y aunque quiera ser maquillada con alguna cosmética populista, la realidad para la amplia mayoría es cada vez más cuesta arriba e insostenible.

Si bien los tarifazos y las devaluaciones convergen en función de los intereses monopolistas, el problema es cómo se sostiene políticamente todo este horizonte de chatura salarial, alta inflación,  tarifazos,  nuevas reglas de juego como gustan decir los analistas burgueses, si la sujeción a las condiciones de inestabilidad mundial del capital monopolista globalizado que domina al Estado, determina por ende a sus políticas locales.

La superestructura local no puede ser más que un reflejo del atenazamiento a sus vaivenes, es decir, a su crisis, donde las disputas intermonopolistas se recrudecen reflejando claramente las condiciones de la pugna de la oligarquía financiera mundial; el desplome de bancos como el Deusche Banck, la puja por el petróleo, la recesión, el marco especulativo mundial, etc., etc. Donde los intereses que expresan cada uno de estos negocios representados en la casta de funcionarios del Estado y de gobierno de turno no pueden conciliarse, si las ventajas para unos es una desventaja para otros, si todos pugnan por apropiarse y concentrar  masas de capital pero no pueden centralizar una clara dirección política, si a cada paso sus propias condiciones de clase los confrontan en su seno y si al mismo tiempo la lucha y movilización de los trabajadores y el pueblo adquiere cada vez más relevancia, por la experiencia de democracia directa y autoconvocatoria, por sus conquistas  y por sus demandas,  expresándose en una lucha de clases endemoniada e incontenible para sus planes, agudizando la crisis política y su gobernabilidad: las reglas de juego a las que aspiran los monopolios están en un duro trance y van cuesta arriba.

En este transitar de tratar de lograr un mínimo marco de condiciones políticas para avanzar con sus reglas de juego, pueden verse cómo las premisas políticas para lograr la gobernabilidad en la superestructura están atadas con alambre.

Desde los quebradizos acuerdos en el Congreso con los “disidentes del PJ” que no son ninguna garantía, pues están atados a los correspondientes intereses monopolistas y sus negocios, hasta las pautas por la coparticipación con los gobernadores de las provincias que también lo están.  Hasta las repuestas inciertas del presidente Macri sobre la inflación o las posiciones de los grandes supermercados tan vagas y superficiales que no dejan lugar a dudas.  Se va a reducir “en dos o tres años” dicen unos,…. o “en cuatro”, dicen los otros… y con ello afirman (aunque se llenen la boca de frases populistas) que la inflación no se va a reducir.

Porque la inflación es el masivo aumento de precios que los monopolios y toda la burguesía ejecuta para sostener sus niveles de ganancia, provocando, además, una disminución de la masa salarial que redunda en más amplios porcentajes de «beneficios» para la burguesía.

Las idas y venidas sobre la inflación para contener los aumentos salariales, busca culpar a dichos aumentos de ser el causante de la misma.

Que si hay techo o no hay techo y bla-bla-bla…  la incertidumbre sobre cómo encausar las paritarias es muy grande y descoloca a las cúpulas gremiales cómplices del capital que temen a un vendaval incontenible de luchas obreras y tranzan antes que nada, sobre las necesidades de los monopolios apuntalando sus intereses desde las posiciones que enfilan a la reducción salarial y al apechugamiento de los trabajadores; es decir, tratando de cerrar filas pero sujetos a los condicionamientos de la lucha de clases que los presiona fuertemente.

A dos meses de asumido, desde las editoriales de los grandes medios y sus voceros, la oligarquía financiera trata de exponer positivamente la primera etapa del actual gobierno de los monopolios.

Busca disimular el clima político cada vez más crítico en las alturas, y trata de justificar el empeoramiento de las condiciones de vida. Todo es cortoplacista anárquico e improvisado y muy claramente expone una crisis política seria. Pues la superestructura ya es impotente de armonizar los intereses monopolistas cruzados en su seno, y al mismo, tiempo contener la lucha de clases.

El Estado de los monopolios que se desnuda día a día, se corresponde con las condiciones de descomposición de sistema capitalista.  

La acción política independiente de la clase obrera en la lucha por sus conquistas tiene un sentido que va mas allá de la reivindicación o la demanda: el de trascender a la lucha revolucionaria contra el capitalismo.

El Estado de los monopolios, impotente de resolver nada fuera de sus negocios particulares, cada vez mas explotador y reaccionario, no se cae sino se lo hace caer y durará hasta que la acción revolucionaria de la clase obrera y el pueblo asuma la dirección de su destino social en sus manos, rompiendo definitivamente por medio de una revolución social y la toma del poder, la delegación a la clase que los explota y oprime las condiciones de vida oprobiosas a las que se ha llegado.

Cuanto más complicado esté el capital para imponer sus políticas más se debe profundizar en la necesidad de una revolución, pues en estas circunstancias que desnudan toda su inmundicia y toda su perfidia como lo vemos día a día. El quiebre del estado de cosas está íntimamente ligado a la acción independiente de la clase obrera y a la revolución.

El 50% de aumento salarial expresa este contenido. Cuanto peor están los de arriba, los de abajo debemos aunar la acción independiente, de clase, para debilitarlos más, y dividirlos, para que cuando la clase obrera y el pueblo con sus luchas generen las condiciones, se pueda desde la masividad y la democracia directa tomar el poder y avanzar a una revolución socialista.

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