Los medios de difusión burgueses vienen abundando en noticias sobre la crisis política de Brasil. Sitúan la misma en la disputas superestructurales entre las diversas facciones en el seno del gobierno y hacen eje en la corrupción como el principal mal que aqueja al pueblo brasileño.
Parados desde las perspectivas futuras de sus negocios, desde los intereses monopolistas y en apoyo a una o a otra de las facciones que se disputan el poder del estado brasileño, expresan sus criticas según sus conveniencias. Elaboran análisis sobre el fin de los gobiernos populistas en América Latina, pero olvidan decir que hasta no hace mucho, para estas mismas facciones burguesas monopolistas, Brasil era el ejemplo a seguir. Dilma y Lula eran los paladines del capitalismo bueno, y sus respectivos gobiernos “progresistas”, las mejores expresiones del llamado sistema democrático.
Hoy las perspectivas de los grandes negocios del capital monopolista están a la deriva. El gobierno del PT ya es impotente para garantizar la gobernabilidad y las garantías políticas que lo sustentaron; la institucionalidad del estado está seriamente cuestionada por el pueblo brasilero. Las descripciones y las críticas que dimana la prensa burguesa (haciendo hincapié en la corrupción y centrando sus análisis en las disputas palaciegas, en los golpes de mano, en las zancadillas de las figuras del gobierno, en las conspiraciones, etc.), se hacen eco de las tertulias secundarias en el seno de la superestructura para ocultar las causas de la crisis política o para afirmar que la misma sólo es producto de ellas. Tampoco faltan expresiones que afirman las conspiraciones de la derecha. u otras que plantean que desde fuera se impulsa un golpe de estado. Todo este enjuague ruin, que el pueblo argentino también lo vivió y lo vive, no hace más que afirmar la crisis política aun a expensas de ocultar las causas de la misma.
Las huelgas obreras de las automotrices, las metalúrgicas y las del petróleo, que durante los años anteriores han hecho retroceder a la burguesía en su afán por reducir salarios y promover retrocesos en las conquistas laborales de la clase obrera; las formidables movilizaciones frente a los descomunales gastos del mundial; la desidia frente al sistema de salud (recordemos que la población de Brasil ostenta uno de los mayores índices de mortandad y de menores niveles de vida del mundo), que mantiene a los trabajadores de la salud y al pueblo constantemente a la ofensiva; las movilizaciones estudiantiles; la furia frente a la descomunal inflación y el aumento de precios; las desastrosas condiciones estructurales y habitacionales de la población frente a las condiciones climáticas (los llamados desastres naturales) que se expresa en el hartazgo por la falta de soluciones y la muerte de cientos de personas cada año producto de lluvias, inundaciones, desmoronamientos; el saqueo y destrucción de poblaciones enteras del Amazonas, más el odio generalizado por el despiadado sistema represivo, uno de los mas asesinos del mundo, que arremete contra las movilizaciones y que, a pesar de ello, no puede frenarlas son, aunque la lista es más larga, las causas de la crisis política.
No es que los de arriba se pelean por sus negocios y esas son las causas de la corrupción y la ingobernabilidad, sino que los de abajo se movilizan hartos de toda esta inmundicia capitalista disfrazada de progreso que es la que origina las agudas disputas en la superestructura. Aun a pesar del irreversible proceso de concentración y centralización que los mantiene en disputa permanente, los monopolios no pueden avanzar como quisieran si las condiciones políticas y sociales, la lucha de clases al rojo vivo, arremete constantemente contra todas las premisas institucionales y las reglas de juego del propio sistema.
¿Como gobernaremos de aquí en más, se preguntan, si varios millones de personas salen a las calles en formidables y masivas protestas contra todo este estado de desidia? ¿Como haremos nuestros negocios? ¿Cómo podemos avanzar en el régimen de explotación si lo que ha hecho el gobierno actual no ha sido más que exponer crudamente la barbarie social, económica y política y lo que pretendió disimular con cosmética y populismo terminó por exponer aun mas crudamente al capitalismo?.
Las clases están en una abierta disputa y en la misma se expresan distintos sectores de clase. Aún cuando la burguesía intenta montarse sobre las movilizaciones, como siempre lo hace, el pueblo en las calles es un arma de doble filo para la burguesía monopolista. Intentar orientar las movilizaciones hacia el interés de uno u otro sector de la clase dominante, no resuelve en lo más mínimo la profunda crisis política en curso.
Cruzando el océano otro gobierno “progresista”, el de Francia, se ve obligado a retroceder frente a las huelgas obreras y masivas movilizaciones estudiantiles de miles y miles de jóvenes, en contra de la llamada reforma laboral. Que no es más que una gran concesión a los monopolios de los “socialistas” franceses que da rienda suelta a la superexplotación de la clase obrera y pretende barrer las conquistas logradas por los trabajadores y condicionar la fuerza de trabajo futura a favor del capital. Que, dicho sea de paso, sirva de modelo a seguir en las diversas regiones del planeta. Estas masivas luchas, que se prolongarán con huelgas generales y movilizaciones hasta que no se derogue la ley, están generando en el seno del propio gobierno fuertes reyertas, renuncias, acusaciones, denuncias, etc. Va mostrando una crisis política día a día más caliente que desnuda la fragilidad de la superestructura cuando la movilización de los pueblos es robusta y decidida, cuando su debilidad política es impotente para contener -aun a pesar del mentiroso mote de socialista- la iniciativa de los pueblos
Al igual que los “progresistas” de América Latina, los de Europa sufren la crisis política producto de la acción de los pueblos. No es un fenómeno particular sino que es una generalizada situación mundial producto del avance de los pueblos en pos de sus conquistas por una vida digna. Los gobiernos de Honduras y Colombia, aun a pesar de no ostentar el mote de “progresistas”, están acosados por estos días por masivas movilizaciones contra las políticas de ajustes, chatura salarial, privatizaciones, represión. Están acosados por la crisis política que tiene en la lucha de clases el epicentro y el motor que obliga al capital a enfrentarse en la prosecución de sus necesidades.
Las premisas para la revolución social están crudamente expresadas en la crisis política de la superestructura que, lejos de encontrar soluciones, se empantana frente a la lucha de los pueblos. Es una época de transformaciones. La materialización de las ideas revolucionarias tiene en esta situación un basamento más que apropiado para desarrollarse frente a todo el freno que han significado la mentira de los gobiernos “progresistas”.