Huelga general en Francia contra la reforma laboral

Muy lejos han quedado las fantasías de la oligarquía financiera. Montada en la excusa del terrorismo del llamado ISIS, pretendía que el miedo se apoderada de la población y ésta se mantuviera encerrada en sus casas. Intentaba disciplinar la protesta obrera y social en el continente europeo.

Pero durante la última semana, Francia fue escenario de centenares de movilizaciones que obligaron al presidente Hollande a retirar su propuesta de modificar la Constitución, para recortar los derechos de los ciudadanos. El argumento era “combatir” el terrorismo. Todo culminó el último jueves con una huelga general que paralizado el país.

La jornada de lucha paralizó la de producción industrial, aeropuertos, puertos, la gran mayoría de los servicios públicos, con cierres o bloqueos de las escuelas y universidades. En 260 ciudades, más de un millón de trabajadores y estudiantes se lanzaron a las calles en violentas protestas que se convirtieron en las más masivas de las últimas décadas.

La razón: la reforma laboral impulsada por el gobierno y exigida por la Comisión Europea, para realizar un ajuste en la legislación laboral similar al de otros países de la región. Una ley inspirada en la reforma laboral de España.

La misma intenta pulverizar la conquista que fija en 35 horas el límite la semana laboral. La  nueva ley pretende superar por acuerdo en cada empresa «para mantener el empleo o apertura de nuevos mercados». Se da prioridad a los acuerdos internos en las empresas en lugar de los sectoriales y facilita los despidos colectivos por problemas económicos en las empresas y en caso producirse por descenso de pedidos, deterioro de cifra de negocios, cambios tecnológicos o reorganizaciones. Las indemnizaciones, en caso de despido serían rebajadas de cuatro a tres meses de salario, si la antigüedad es inferior a 2 años. De 27 a 15 si supera los 20 años. Todo esto con el conocido argumento “que así mejorará la competitividad y se creará empleo”.

En París, Nantes, Rennes y Marsella se produjeron duros enfrentamientos frente a la represión policial con gases lacrimógenos y cargas policiales. La misma recibió como respuesta una lluvias de piedras, les arrojaron pintura y molotov, se incendiaron patrulleros y frentes de bancos.

Estos enfrentamientos de la clase obrera y el pueblo, sumados a las de todo el continente, profundiza la crisis política de la burguesía monopolista, que no encuentra el camino para disciplinar a las clases populares e imponer sus nefastos planes de mayor explotación y opresión.

Se dividen, van a la guerra, masacran centenares de miles de seres humanos en distintas partes del mundo, pero no logran frenar la voluntad de los pueblos, que en todos los rincones se movilizan y luchan por un cambio en el orden de las cosas. Un cambio que ponga al pueblo en el centro de la escena.

El capitalismo globalizado ha hecho que la lucha de clases sea una sola a nivel mundial. Los ejes de lucha en cualquier parte del mundo son los mismos, haciendo que esa unidad sea insoslayable. Por la cual, los trabajadores levantan las banderas de cambio, para construir y cultivar al tiempo que se hace efectiva la solidaridad política, que no es otra cosa que avanzar en el camino de la construcción de la alternativa revolucionaria para destruir el capitalismo.

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