La lucha de los trabajadores de Unilever y la unidad obrera lograda en el parque industrial de Pilar, la toma de las oficinas de Negociaciones Colectivas de La Plata, por parte de los auxiliares de colegios estatales de Lomas de Zamora, Brown y Pte. Perón, que previamente se enfrentaron con la policía y lograron que el gobierno retrocediera en su afán de descontar salarios por paros anteriores (ver notas de fechas 6, 8 y 14 de este mes en esta misma página), el paro nacional con movilización de los bancarios por pago de aumentos pactados y no percibidos, contra los despidos en el Hipotecario y Citi Bank, pase a planta de los contratados y otras reivindicaciones, estatales de Tierra del Fuego con 45 días de paro, más cientos de luchas, acampes, cortes, bloqueos, por distintos motivos que se desarrollan en otras fábricas y empresas, de trabajadores estatales, de la salud, habitantes de los barrios y claustros estudiantiles por diversas reivindicaciones, muestran claramente que este pueblo está determinado a luchar y hacer retroceder los ajustes de la burguesía.
Porque la política que se aplica en el país no es la implementación de un ajuste por parte de un gobierno solamente, se trata de un ajuste de la burguesía monopolista que se ejecuta a través del gobierno de turno. La llamada oposición política hace esfuerzos por mostrar que ellos no tienen nada que ver con lo que está haciendo el actual gobierno. Entonces aseguran que ellos hubieran aplicado el «ajuste en forma paulatina». Lo hemos dicho en reiteradas oportunidades, el cinismo de la burguesía no tiene fin.
Por su parte el oportunismo y el reformismo en todas sus variantes discuten si el ajuste es legal, si el Estado cumple con las funciones sociales, si los pagos de supuestas deudas a organismos internacionales y acreedores monopolistas de toda laya es constitucional y proponen que antes de pagar se investigue cuál parte de esa «deuda» es legal o lícita. Son tan patéticos como la burguesía con sus diversas caras políticas. Son parte de la misma posición política.
A esta altura, y desde hace tiempo, los trabajadores y el pueblo no se detienen en ese tipo de consideraciones leguleyas. Las leyes burguesas y con ellas, todo el aparato estatal en sus distintos niveles, cumple la función de proteger y ampliar las ganancias de la burguesía monopolista. Todas esas instituciones han sido aprobadas para el sostenimiento de la ganancia de los monopolios que conforman el capital financiero internacional y, cuando esas leyes no sirven para tal fin, los mismos monopolios las hacen a un costado como a un libro y avanzan hacia sus objetivos.
La movilización de las masas populares es para procurar una vida digna y no reconoce los límites legales que establece el poder burgués. Los trabajadores de Unilever no dudaron en cortar la producción, y los obreros de otras fábricas del parque que se movilizaron unitariamente no se preguntaron si se habían agotado todos los pasos reglamentarios previos estipulados por la ley antes de movilizarse. Lo mismo hicieron los auxiliares que ocuparon la sede de las oficinas de Negociaciones Colectivas. Estos no se preguntaron si la policía estaba siendo legal con su accionar o si debían obedecer lo que la «autoridad» quería imponerles. Sólo avanzaron con la prepotencia que les otorga su dignidad de trabajadores peleando por lo suyo y lo mismo se hace en cientos de expresiones de luchas a lo largo y ancho del país.
Así, debemos seguir avanzando en la contienda. Se trata de intereses opuestos e irreconciliables los que defienden la burguesía monopolista, su Estado y gobiernos de turno (incluida toda lo «oposición» política parlamentaria, el oportunismo y el reformismo), contra los intereses de los obreros, trabajadores y pueblo laborioso. No existe la «unidad de todos los argentinos». La verdadera unidad es de la clase obrera y el pueblo contra la burguesía y, sobre todo, contra la oligarquía financiera que es la que dirige los hilos de este teatro de títeres nefasto.
Por el camino de la organización de la lucha de clases, movilizando, uniendo, conquistando hasta la toma del poder para la construcción del socialismo.
La burguesía se divide cada vez más en sus desesperados intentos por engañar al pueblo y atemperar, por medio del disciplinamiento a las masas, la lucha de clases que ellos mismos acentúan en procura de sostener sus ganancias.
La clase obrera y el pueblo con sus destacamentos revolucionarios a la cabeza debemos actuar con un único objetivo inmediato: hacerlos retroceder en todos los planos.