El sistema capitalista, sostenido por la clase dominante que es la burguesía, particularmente la oligarquía financiera, está llevando adelante a través del Estado mecanismos institucionales que favorecen el proceso de concentración económica y centralización de capitales.
Para facilitar ese proceso se necesita proletarizar cada vez más población, y trabajar con infinidad de mecanismos para achatar el salario.
El gobierno y la oposición parlamentaria esconden este esencial objetivo y lo disfrazan con frases populistas. Sus acciones -en cambio- van en un sentido contrario.
En los últimos tiempos la proletarización que sufre nuestra población ha sido masiva.
No se trata sólo de desocupación, que no es poca, se trata en lo fundamental de cómo en pocos meses se ha acelerado la concentración económica en pocas manos.
El debate sobre las pequeñas y medianas empresas desatado como consecuencia de la ley “antidespidos”, en realidad lo que esconde es el enfrentamiento entre las clases fundamentales burguesía – proletariado y lo que ello genera dentro del propio sistema capitalista.
En la época actual de Capitalismo, los monopolios altamente concentrados crean «pequeñas y medianas empresas» como satélites de sus negocios, a fin de «aprovechar» las políticas del Estado para «ayudar» a las mismas.
No se trata ya de la pequeña y mediana empresa propio del sistema capitalista de libre cambio, que siguió subsistiendo y como pudo bien entrado el gobierno de Menem.
En los últimos 20 años, muchas de las viejas pequeñas empresas se fundieron, desaparecieron del escenario productivo, y familias enteras pasaron a engrosar el plantel de asalariados con ingresos medios achatados.
En pocos años dejaron de ser “clase media” y como pequeña burguesía se incorporaron al gran ejército de trabajadores asalariados, siendo una buena parte de ellos “nuevos proletarios”.
En esta fase del Capitalismo, la “pequeña y mediana empresa” sobre la que el Parlamento estuvo «debatiendo», es aquella que genera el monopolio para recibir los favores del Estado. Esas empresas son creadas y recreadas por el monopolio para recibir nuevos subsidios, tasas de interés bajas, paraguas legales e institucionales garantizados, licitaciones ganadas a sobre cerrado etc..
No les importa un pomo aquellas «viejas pymes» que fueron subsistiendo a duras penas, en producciones que no les ha interesado apropiarse para reproducir ellos, porque las sustituyen con políticas que facilitan las importaciones.
Veamos un ejemplo práctico:
En la industria lechera el proceso de concentración se produjo en varios planos. Por un lado, no paran los intentos de seguir concentrando la producción y la comercialización, pero ahora van por más y quieren ir por los tambos, como lo han hecho hasta ahora las empresas multinacionales de leche y lácteos.
Ahora, las grandes empresas comenzaron a comprar tambos a través de testaferros de Mastellone, Saputo, Willner, Milkaut y Pampa Cheese. De un plumazo arrojan a la proletarización a miles de pequeños y medianos productores, a verdaderas pequeñas empresas que son acosadas por la etapa del capitalismo altamente concentrado.
Nuevos proletarios bajo la batuta de testaferros de los monopolios, o descarnadamente, “pequeñas y medianas “empresas generadas por el monopolio con el solo fin de producir mayor ganancia.
Imaginemos entonces este proceso en escala nacional, donde sólo 100 empresas controlan el 75% de la exportación Argentina. Entre ellas: Cargill, Bunge Argentina- Aceitera General Deheza- Louis Dreyfuss- Nidera- ACA cooperativas- Molinos- Noble Argentina- Vicentin- Volkswagen- Pan American Energy- Siderca (Techint)- Aluar, entre las principales.
Repetimos, estos monopolios generan nuevas empresas que son las que «el Parlamento dice preocuparse”; y tienen razón. El resto, la gran mayoría van en camino a proletarizarse, son arrojados al precipicio por el apriete financiero y engrosan rápidamente las filas de asalariados empujando el achatamiento del mismo hacia abajo.
La ilusión de “clase media” se hace añicos, y la verdadera pequeña burguesía se transforma rápidamente en asalariados, que pelean el día a día con sangre sudor y lágrimas.
El resto de emprendimientos, pequeñas y medianas empresas, deben pagar la fiesta de la oligarquía financiera con altos impuestos, altas tasas de interés y un apriete propio del capital, cuando el mismo puja por concentrarse en pocas manos.