El poder y otras cuestiones… de las que no se hablan

La burguesía monopolista y sus voceros, tratan permanentemente de desviar el eje de la discusión política con el objetivo de embarrar la cancha y ocultar su profunda crisis de dominación y su debilidad política, tanto del gobierno de los monopolios como de la oposición de los monopolios. Y no encuentran sosiego, porque esto ocurre frente a un incesante crecimiento y extensión -por todo el mosaico de la lucha de clases- de la confrontación, como método legítimo de las masas para luchar por sus derechos y reivindicaciones.

A pesar de las maniobras y los chantajes, las vanguardias obreras y populares se nutren del optimismo que les da la lucha, que ven en las organizaciones y acciones independientes que se van forjando, una herramienta democrática de las amplias mayorías.

Esto alienta a los revolucionarios, que vemos allí el embrión del futuro poder del estado revolucionario. La aparición en la escena política de la autoconvocatoria y la democracia directa viene dando nuevos aires a la ascendente agudización de la lucha de clases, dotando a las más amplias masas de una herramienta eficiente para sus objetivos. A la vez que les permite reconstruir sus liderazgos, combinar en un solo acto la acción resolutiva y ejecutiva y empezar, en la práctica, a confiar en sus propias fuerzas.

Aunque se oculte o tergiverse, esto se ha convertido en los últimos años en el principal enemigo para la oligarquía financiera, que descarga sobre cada una de estas nuevas expresiones, todo el arsenal político e ideológico, utilizando las instituciones estatales y sus fuerzas políticas.

Todos los elementos que se desprenden de una realidad económica, social y política devastadora para el pueblo trabajador, junto a la disposición, combatividad, la necesidad de cambios y el hartazgo de la clase obrera y el pueblo, apuntan a que en los próximos meses no vendrá “la primavera del segundo semestre” sino que vivamos una exacerbación, en todos los planos, del enfrentamiento del pueblo contra la burguesía.

Esto ocupará el centro de la escena en la lucha de política. Los revolucionarios debemos estar a la cabeza de este proceso, para desarrollar las tareas políticas que puedan suministrar a las masas y movilizadas de un proyecto político revolucionario que permita romper con la impronta “coorporativa o de sector” y dote al movimiento de una perspectiva de poder.

Y es aquí donde la clase obrera y su partido juegan un papel fundamental: alcanzar la acumulación de fuerzas necesarias, para la lucha por el poder estatal, que debemos arrancar de manos de la burguesía.

El objetivo inmediato es trabajar para que la actual instancia de lucha se transforme en un lugar de encuentro de la clase obrera con todo el pueblo, que le dé al movimiento un sustento clasista, desde todas las herramientas que hagan falta.

Desde las acciones cotidianas, la resolución de los problemas políticos y sociales locales, aporten a la solución de los problemas nacionales. En pocas palabras, que las experiencias de democracia directa se constituyan en verdaderas médulas de poder local, sin perder de vista las cuestiones fundamentales del país. Entendiendo que es fundamental romper el aislamiento político del fenómeno local del resto del movimiento, porque si no, lo que hoy es un problema para la burguesía se convertirá en una solución.

No olvidemos que la clase en el poder ha demostrado en los últimos 150 años su capacidad en asimilar y cooptar para sus intereses todas las nuevas formas que ha generado la sociedad. Así ha pasado con los sindicatos, las sociedades de fomento, las fábricas tomadas, las ONG, etc. Es por esto que la clase obrera y su Partido deben pugnar por exacerbar la lucha de clases, dirigir políticamente el enfrentamiento nacional contra la burguesía, jugar el papel de fermento en el  movimiento de masas y estar a la cabeza en todas las reivindicaciones populares. Si logramos esto, el pueblo y la clase obrera potenciarán su lucha y hará más corto el camino a la Revolución.

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