La lucha de clases no se detiene ni se frena con decretos “malolientes”

El Estado es un instrumento de represión de la clase dominante y cuenta para ello con las instituciones necesarias para ejecutarlo.

En nuestro país la burguesía monopolista, esencialmente, no escatima esfuerzos para intentar fortalecerlas. Entre esas instituciones, las Fuerzas Armadas y todos los aparatos represivos para ejecutar su dominación en cada momento de la lucha de clases, se adaptan a esos principios.

Ayer fue un día muy especial.

Entre gallos y media noche, el gobierno informa a través del Boletín Oficial la avanzada política de las Fuerzas Armadas. Un decreto que echa por tierra lo que la propia clase dominante había escrito de puño y letra para frenar una masiva protesta popular, un reclamo muy sentido para que esa institución vuelva a sus cuarteles.

Pero la lucha de clases es implacable, los velos se van corriendo y la hipocresía, el populismo, el engaño como mejor forma de dominación ya no son suficientes ni garantía para mantener un “estate quieto” a la gran mayoría de nuestro pueblo.

Pero los decretos, y en este caso sin ningún anuncio desde la Casa Rosada, de entrada nacen con el sello de la crisis política que no amaina. Un decreto que es “tirar más leña al fuego”.

La lucha de clases no se detiene ni se frena con decretos.  No se lo puede minimizar, es cierto, es un intento, es un abrir de puerta que está anunciando que algo está mal en la dominación de clase, que algo muy profundo está sucediendo en la sociedad que promueve a una decisión política defensiva de “meter por la ventana un decretazo”.

Ayer por la tarde, obreros de la fábrica de productos plásticos Mascardi y trabajadores de Secúrity, en los hechos, mostraron el verdadero motivo de la medida gubernamental: cortaron los accesos al aeropuerto de Ezeiza en reclamo de demandas salariales y en defensa de puestos de trabajo. La represión no se hizo esperar y la respuesta tampoco.

La clase dominante y particularmente este gobierno no tienen margen para el engaño y para el populismo, en una época en donde el contenido de mismo  no es igual al que la burguesía ponderaba en su época de esplendor y solía  utilizar.  Estos populismos son claramente aplicados por un  gran ascenso global de todo el movimiento de masas y sus expresiones, que como en la Francia proletaria de estos días, van al fracaso.

La preparación de decretos represivos anuncian un acto político defensivo, intentan preparase como clase dominante en una época muy distinta a las décadas de los 70 del siglo anterior.

Los pueblos del mundo están cansados e indignados, no creen en todo lo que le viene de la institucionalidad burguesa, no hay ninguna expectativa política que venga de propuestas del actual poder dividido en mil pedazos.

Ese decreto “miserable” que intenta dar autoridad política directa a la represión del Estado, su Estado, se deberá materializar en una época en donde nuestro pueblo y nuestra clase obrera ya han decidido encontrar los caminos independientes, para avanzar en sus conquistas políticas, sociales y económicas.

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