Caló, Barrionuevo, Moyano, podrían confundirse tranquilamente con caballeros del Medioevo que le reclaman a su rey que deje caer unas migajas de su carruaje, así los trabajadores tienen como engañar el estómago.
Las declaraciones de estos popes sindicales, y la constitución de la “nueva” CGT tripartita (¿?) hablan de las medidas de este gobierno y dejan deslizar su preocupación por la desocupación y el impuesto al salario… pero de hecho, hasta ahora, no hicieron nada, dicho sea de paso.
Sabido es y hasta resulta aburrido reafirmar, lo que son estos personajes y el significado de una CGT que como institución está entregada de pies y manos a los designios de los monopolios. No representan a nadie ni a nada y se llenan la boca hablando del movimiento obrero. ¡¡¡Cuánto insulto a nuestra extraordinaria clase obrera!!!
Pero en tal caracterización, la jugada de unificar la CGT con la idea de una conducción tripartita, no es otra cosa que un cónclave mafioso que los obligó a estar juntos, y que indica su debilidad de frente a los trabajadores, no quedándoles alternativas de dar este paso, intentando hacer se soporte a la crisis de los monopolios. Una forma de hacer más lentas las decisiones y pronunciamientos que, producto de la presión de la lucha de clases, se vean empujados a tomar. Es decir, por un lado, una forma de engaño, pero por el otro lado, tratar de reagruparse ante las embestidas de la clase obrera contra el gobierno y los gremios.
La burguesía, más allá de sus disputas intermonopólicas, intenta cerrar filas porque le apremian los tiempos políticos para evitar una ingobernabilidad que se puede precipitar.
Por ejemplo, y en sintonía con esto, el sindicalista de los petroleros de Neuquén, Pereyra, siguiendo la línea de unificación de la CGT, y ante el temor de un enfrentamiento interno de su propia burocracia por el poder en la conducción del gremio tomó la “elocuente” decisión de presentarse a la reelección a los 76 años, donde afirma públicamente: “Se vienen tiempos difíciles y hay que estar unidos. No estamos para disputas internas”. Se vienen, ¿para quién?, porque los trabajadores ya estamos en las más difíciles situaciones. Barrionuevo fue mucho más claro al afirmar: “Estamos ante un gobierno débil que no tiene un plan B, y el plan A es un desastre.” Más claro, echale agua… Si se levanta el pueblo también nos lleva puestos a nosotros… le faltó agregar.
Y aquí aparece una cuestión insólita y grave de todo este problema: ¿SE LE PUEDE RECLAMAR A ESTA CGT QUE LLAME A UN PARO NACIONAL? Y….desde la visión reformista y estrictamente economicista, ¿por qué no?… No deja de ser una conducta distinta de correr atrás del carruaje.
Lamentablemente, y por muy doloroso que sea, la izquierda electoralista (en todo caso he ahí su verdadero propósito) es lo que atina a proponer, que no es lo mismo que las masas condicionen con su lucha a la CGT y esta se vea obligada a llamar a un paro. Estas posturas lo que hacen es llevar a una nueva confusión a las vanguardias obreras, que desarma iniciativas de lucha y enfrentamientos unificados desde las masas, sector por sector, fábrica por fábrica, extendiendo la confrontación en las diferentes zonas y regiones, sin importar rama de la producción, para poder llegar a una sola lucha nacional auténtica y con independencia de la clase obrera. Es desde ahí desde donde hay que estar preocupados poniendo todas las energías para empujar a la irrupción del proletariado en la escena política nacional.
Estas son diferencias esenciales, porque en el fondo lo que está en juego es la lucha por el poder de la clase obrera y el pueblo, y no hacerse pasar por revolucionaristas y terminar pidiendo un voto en las elecciones o en internas sindicales que enajenan verdaderos hombres de vanguardia de la clase obrera llevándolos a separarlos de las masas, a desgastarlos y, en la mayoría de los casos, a burocratizarlos.
La lucha de clases se encarga de distinguir la unidad verdadera del movimiento de masas y “la unidad que proponen” las burocracias y el reformismo, por más que éstos últimos partan de la honestidad a secas, pero que en el fondo no dejan de ser amagues de un cambio para que no cambie nada.