En medio de la peor crisis estructural que el capitalismo haya atravesado en su historia, como se planteaba en la nota publicada ayer en esta página, el G-20 se reunió en China; los presidentes de los países allí reunidos volvieron a alertar sobre la crisis mundial que, a la hora de las soluciones, sigue su curso dado que la única solución en la que se ponen de acuerdo es en reducir la masa salarial para paliar dicha crisis.
Pero las soluciones económicas, tienen mucho de políticas. En otras etapas del capitalismo las recetas capitalistas eran posibles de aplicar dado que contaban con una amplia espalda política para su realización. Las políticas de Reagan y Thatcher en los 80 contaban con esas espaldas, al tiempo que encontraban campo orégano para la circulación y asentamiento de los capitales en distintos lugares del mundo, en donde la mano de obra se pagaba por chirolas.
La caída dela UniónSoviéticay de los países de la órbita socialista de Europa del Este, abonaron el camino de estas políticas. Lo mismo pasó con los países del sudeste asiático y, en particular, con China, donde se produjo un desembarco mundial de capitales nunca antes visto, como corolario del acercamiento entre Estados Unidos y China inaugurado en los 70 por Kissinger y Deng Xiaopin.
Eran tiempos en los que la llamada globalización gozaba de buena salud. El capitalismo había triunfado y vendía ese triunfo como “el fin dela Historia”.
Sin embargo, la Historiacon mayúsculas, las que para los marxistas representa el acontecer de la lucha de clases como motor de la misma, luego de un poco más de dos décadas (unos segundos en la historia de la humanidad), comenzó a mostrar que las políticas imperialistas no tenían tan asegurada su continuidad.
Después de la caída de Lehman Brothers en 2008, lo que significó un terremoto económico para el sistema capitalista mundial, comenzó otro terremoto que, además de económico, significaría un vendaval político que no dejaría ya acomodar la nave del sistema.
En 2010, la huelga de los obreros de Honda en China provocó una oleada de huelgas y organización obrera en todo ese país, que terminó con la mano de obra barata (al menos tan barata como lo necesitan los capitales) en la “fábrica del mundo”. A partir de allí, dichos capitales pusieron proa hacia países con mano de obra más barata. Vietnam, Camboya, Laos, Pakistán, India fueron algunos de esos destinos.
Pero, como decíamos, la Historiavista desde las vicisitudes de la lucha de clases, vuelve a demostrar que las condiciones políticas para que esos capitales hagan y deshagan a su antojo han cambiado cualitativamente y son la principal causa para que el capitalismo no pueda encontrar una solución a su crisis.
La India, nueva niña mimada del capital financiero mundial, la que vendría a abastecer de mano de obra barata las necesidades de los capitales, tardó solamente unos años en mostrar que los ciclos económicos y políticos se han acortado notablemente.
El viernes 2 de septiembre, 300 millones de trabajadores indios protagonizaron una huelga general con demandas salariales y demandas políticas contra un gobierno que intenta institucionalizar medidas de ajuste en la economía. Esta huelga viene precedida por una gran huelga que en enero de este año realizaron millones de trabajadores mineros contra la entrada de capitales privados. Para tener una idea de los niveles salariales en ese país, días antes de la huelga el gobierno ofreció un aumento del salario mínimo que llevaba el jornal diario a 4,50 dólares, unos 135 dólares al mes. El propósito de desactivar la protesta con ese ofrecimiento fue un fracaso.
Como antes la clase obrera china, la clase obrera de la India, la de Francia, la de Sudáfrica, le están diciendo al capitalismo mundial que se acabó la época en la que sus decisiones se aplicaban sin más trámite.
En este contexto de lucha de clases se desarrolla la crisis capitalista mundial. Es este contexto el que impide que la crisis se solucione con las medidas que necesita la oligarquía financiera mundial de achatar salarios.
En este contexto de lucha de clases en el mundo, con la aparición decidida de la clase obrera en la calles, se desarrolla la lucha revolucionaria lo que nos confirma, una vez más, que es desde esa clase que se debe construir la alternativa revolucionaria.