Nos viven mintiendo que esto es una democracia: “democracia de aquí», “democracia de acá», “democracia que tanto nos costó conseguir”… Sólo palabras vacías que no aclaran ciertas cosas, como por ejemplo, que esto no es una democracia, es la dictadura o la tiranía de los monopolios, de las grandes corporaciones.
En el sistema capitalista su única preocupación es la ganancia, que el capital se siga reproduciendo, y para ello destruye al hombre, explotándolo o marginándolo, destruyendo todo lo que sea necesario para seguir haciéndolo.
“Se sirven de dos sistemas principales, el parlamentarismo y el bonapartismo militar. Ambos sistemas utilizan combinadamente el engaño y la fuerza para mantener la hegemonía de la burguesía. Cuando uno de los sistemas se ha desgastado y las masas muestran de mil formas su activo descontento, los capitalistas, oligarcas e imperialistas recurren hábilmente al otro sistema. El parlamentarismo es una forma enmascarada de dictadura burguesa. Se basa en la organización de partidos políticos y en el sufragio universal. Aparentemente todo el pueblo elige sus gobernantes. Pero en realidad no es así, porque como todos sabemos las candidaturas son determinadas por el poder del dinero”.
En esta cita de Mario Roberto Santucho, más allá de las particularidades y los años transcurridos de cuando fue concebida, se refleja en esencia lo que estamos planteando. Tal extraordinaria teoría fue “caminando” con el paso de los años, en donde la lucha de clases barrió con muchas prácticas burguesas y los sucesos pasados fueron sepultados por la lucha de nuestro pueblo; de allí surgen muchas conquistas de libertades públicas y políticas obtenidas de la clase obrera y el pueblo,
Las más amplias masas y nuestro pueblo en general no cree en ningún político, no cree en ninguna institución de este sistema, ya sean los diputados, gobernantes, que mienten, mienten, prometen y luego no cumplen nada. No creen en el sistema judicial, que no mete preso a nadie en serio, más que a los ladrones de gallinas; no creen en la policía que sólo vive de la coima, de la prostitución, de todos los negocios marginales de este sistema. No cree en los medios de difusión, que juegan un papel importante en la propaganda de que este sistema es el “único y es lo mejor”.
Pero… ¿para quién? Obvio que para una sola clase: la burguesía, para lo más concentrado de la misma: la oligarquía financiera. Esta clase no duda en subordinar los negocios por sobre lo político. Para eso pone directamente a sus hombres a trabajar en el Estado. Por eso también es un engaño pensar que el Estado puede ser “árbitro” de diferentes intereses de clases. El Estado de los monopolios, nunca hay un Estado ausente, hay un Estado que actúa y ejecuta la política de su clase: la burguesía monopólica.
Esto, (que lo hemos planteado más de una vez) frente al diversionismo reinante es necesario plantearlo nuevamente y las veces que sea necesario: que esta no es una democracia, que el Estado no es de todos.
¿Por qué? Porque destruir esta tiranía, esta dictadura de los monopolios, a su Estado y a sus lacayos, sus alcahuetes, llámense Kichner, Macri, Masa, Binner o cualquier de estos mentirosos, que solo sostienen los intereses de los Roca, Bulgueroni, Pagani, Vicentin, Eurnekian, y varios más.
Ahora la destrucción de este Estado es para construir uno nuevo: el Estado revolucionario, el Estado de los trabajadores. La base del mismo es que LOS QUE PRODUCIMOS LAS RIQUEZAS, TENEMOS QUE DECIDIR. Los obreros, los trabajadores debemos tomar en nuestras manos el poder de resolver los problemas de nuestra clase y de nuestro pueblo, en donde se termine el negocio, donde no sea el capital lo central y sí el ser humano y su entorno. Luchamos por una revolución socialista. Hay que saber que se puede y se debe, y que hay una alternativa distinta, muy distinta a la mentira de los políticos de la burguesía.
Tenemos todo por alcanzar, todo por lograr; para perder, sólo la miseria, la explotación, la marginación. LA REVOLUCIÓN ESTÁ EN MARCHA.