Hablar de Fidel es hablar de Revolución Socialista.
Hablar de Fidel es hablar de sociedad Comunista.
Hablar de Fidel es hablar de lucha Antimperialista.
Hablar de Fidel es hablar de lucha por el poder.
Hablar de Fidel es hablar de Estado Revolucionario.
¡De Fidel hay que hablar de lo que hay que hablar!
La Revolución Socialista en Cuba solo se ha podido sostener en las condiciones de aislamiento en la que estuvo y está sometida gracias a una dirigencia que por décadas supo sostener la plena movilización de su pueblo, supo cómo ninguna que la base de sustentamiento del sistema solo era posible erigirlo con pueblo en la calle.
A la cabeza de todo ello ¡Fidel!
Había que dirigir una revolución Socialista en las grandes ofensivas imperialistas con invasiones, bloqueos, experiencias socialistas desarrollando un Capitalismo de Estado como la Unión Soviética y todo el Este Europeo o una China Capitalista incorporando nuevos proletarios bajo un poder de fuego de una “nueva” burguesía ya monopolizada.
Hoy, ante su muerte, la burguesía sale a gritar a los cuatro vientos el fin de una era. Tales declamaciones, en el fondo, enseñan la debilidad de sus crisis tratando de esconder el temor al surgimiento de nuevas revoluciones. Y mucha razón tienen en temer porque la muerte de Fidel no significará para los pueblos el nacimiento de un bronce, sino su ejemplo en la hora actual, y la vigencia de las tareas urgentes de generar revoluciones como la cubana donde el ser humano pase a ser el epicentro de todas las cosas, y no la ganancia como lo concibe el capitalismo.
Cuba, un pequeño país con recursos naturales limitados, se hizo gigante, y sin revolución hubiera corrido la misma suerte de otros pueblos que la rodean, como Jamaica, Haití, República Dominicana, Puerto Rico, Guatemala, Honduras, El Salvador; incluso nuestro país, uno de los más ricos del planeta, donde la vida humana no cuenta, viviendo hacinadas poblaciones enteras, en casi su totalidad hambrientas, analfabetas, invadidos por la droga, el crimen, sin salud, educación, sin expectativas de nada, donde la vida es la ignominia del ser humano producto del desprecio de las clases dominantes hacia los pueblos.
Hablar de Fidel es poner en lo más alto la independencia política de cualquier potencia, y la acción constante del internacionalismo proletario sin pedir nada a cambio, con la única aspiración de que los pueblos puedan romper sus cadenas de opresión. Basta citar algunos ejemplos sobre el papel del pueblo cubano en la caída del apartheid, cuya sangre generosa derramada en los campos de batalla fue determinante para derrotar este flagelo hacia todo el continente africano. El apoyo activo a los intentos revolucionarios en los más diversos países de América Latina, donde nuestro partido es un agradecido eterno por el apoyo que le brindó Fidel a la revolución en nuestro país.
Ni hablar de los internacionalistas médicos y docentes que migraron a otros países para hacer masivas campañas de sanidad y alfabetización, sin contar los miles de médicos recibidos en la Universidad de La Habana de los más diversos lugares del mundo.
¡Qué gran Revolución Socialista!
¡Cuántas generaciones de revolucionarios seguimos “usufructuando sus enseñanzas!
¡Cuántas verdades acumuladas en sendas luchas políticas incalificables comandadas por Fidel!
¡Qué grandes aportes al futuro se sostendrán a través de discursos, escritos, reflexiones del Comandante Fidel!
Bajo su dirección el fortalecimiento del Socialismo fue una eterna acción y búsqueda, ejemplar en los principios Marxistas Leninistas, ejemplar en la adecuación práctica de la lucha de clases en cada momento histórico. Hoy su muerte significa la vida y el devenir inmediato esperanzador de que nuevos hombres por miles seguirán su ejemplo.
¡Ha muerto un revolucionario viva la revolución!