En ocasión de la toma de la comisaría 38, cuando los vecinos del barrio de Flores exigían el esclarecimiento del asesinato del joven Brian y otros casos ocurridos en la zona, las imágenes de televisión mostraban a los vecinos movilizados frente a la comisaría; como en toda expresión popular donde la bronca y sed de justicia se imponen, un grupo de vecinos más decididos ingresó a la fuerza y tomó la sede policial por varias horas.
Ningún vecino de los que rodeaban el lugar se fue de allí. Por el contrario se quedaron y su presencia avaló la medida de acción directa, porque ese grupo de vecinos más decididos encarnaba la voluntad de todos los que fueron a buscar respuestas y se encontraron con silencio o, en el mejor de los casos, explicaciones huecas de las autoridades.
De hecho, los ocupantes no pudieron ser desalojados; sólo se fueron cuando ellos lo decidieron y ante el compromiso arrancado que al otro día tendrían una entrevista con las autoridades de seguridad, como así ocurrió.
Como cada vez que algo así sucede, los medios burgueses y todos sus repetidores parlanchines dejan de lado el motivo principal de la protesta para comenzar a denunciar a “agitadores”, “infiltrados” y demás. Antes estos eran los supuestos militantes; ahora como no encuentran militantes, son “barras bravas”.
En ninguno de los casos, la presencia de tal o cual va en contra de la legitimidad del reclamo y, reiteramos, de su masividad y raíz genuina. Cuando las masas actúan lo hacen decididamente y con todos los que se sumen; no hay miedos porque lo que se impone es la voluntad de la mayoría y no la de un grupo. Así se vio en Flores cuando se levantó la toma, se decidió no ir a manifestar a la comisaría al otro día ante el compromiso firmado de las autoridades y, hace unos días, en la multitudinaria marcha que se realizó en el barrio, que recorrió diez cuadras de la avenida Rivadavia, con los familiares de Brian a la cabeza.
Lo que expresa la burguesía ante estos hechos es miedo. Y ese miedo tiene dos manifestaciones principales. En primer término, demostrar una subestimación y odio de clase a todo lo que el pueblo haga por fuera de sus carriles legales e institucionales. Cuando las masas se movilizan sin más jefes que las masas mismas, la podrida burguesía siempre recurre a pretender instalar que sin son capaces de hacer eso es porque “alguien” los incita; la presencia de algo externo a la movilización genuina busca seguir machacando nuestras cabezas de que nada podemos hacer si no es porque “interesados” nos incitan a hacerlo. El pueblo movilizado los saca de las casillas y desarma su concepción de pueblo “rebaño” y, como acto reflejo, intentan convencernos que solos no podemos hacer nada.
En segundo lugar, el miedo pasa a pánico cuando además de la movilización se encuentra con la acción directa que, en muchos casos, utiliza la violencia de masas como medio para torcer la voluntad de los de arriba y su desprecio por los reclamos populares.
Allí desempolvan el “manual de los buenos modales” de la burguesía y dan cátedra de cómo manifestar respetando a las instituciones; precisamente las instituciones que durante años lo único que ofrecieron y ofrecen son el abandono y el desamparo más cruel e inhumano. Por lo que el pueblo, ya cansado de soportar tanto escarnio y de pagar hasta con la vida de sus hijos, se rebela y actúa. Primero, pacíficamente; y luego, cuando no hay respuestas, con el único lenguaje que entienden los sátrapas del poder.
En uno y otro caso, la burguesía repite fórmulas que en otras épocas les habrán dado resultado pero que en la actualidad, de la mano de la crisis política y moral que atraviesa, solamente echa más leña al fuego de la movilización popular.
En uno y otro caso lo que intentan ocultar es que las causas de la movilización y el accionar de las masas son consecuencia de sus políticas, de sus corruptelas, de dejar que la vida del hombre y la mujer del pueblo se convierta en un infierno de ser vivida y que, por lo tanto, se llega al punto en que ese pueblo dice basta y se rebela ante todas y cada una de las injusticias de las que la burguesía es responsable, por acción y omisión.
Estos fenómenos no dejarán de repetirse y la burguesía no dejará de echar mano a sus mentiras. Pero más allá de las mentiras, debemos defender y reivindicar el legítimo derecho del pueblo a rebelarse con las formas y métodos que el pueblo tiene a su alcance; la moralina burguesa y sus buenos modales sólo quieren engañar a las masas, que ya de engaños ha aprendido bastante y se dispone a luchar le guste a quien le guste y le pese a quien le pese.