La nafta aumentó la semana pasada y el gobierno anunció subas de combustibles cada tres meses; en febrero habrá aumentos de luz y en abril del gas; en marzo y abril se prevé suba en el transporte público; los impuestos provinciales y municipales comienzan a llegar con aumentos; alzas en medicina prepaga, telefonía celular, peajes, llegadas o por llegar, completan el cuadro. En este escenario, el gobierno anuncia que la inflación bajará y que por lo tanto los aumentos salariales serán discutidos bajo esa perspectiva. Por supuesto, la inflación pasada que ya se comió el salario, ni palabra.
¿Hace falta algo más para hablar de un ajuste fenomenal contra el pueblo? ¿Todo puede aumentar, menos los salarios?
Mientras tanto ayer, la represión contra los trabajadores de Artes Gráficas Rioplatenses, empresa del grupo Clarín que despidió a trescientos obreros de un saque, cuando ese grupo fue el más beneficiado por la pauta publicitaria en 2016 y se vio beneficiado con la medida que le permite entrar en el mercado de la telefonía, sumado a la represión al pueblo mapuche en Chubut, confirma que el Estado de los monopolios es intrínsecamente represivo y allí donde la decisión política pueda ser llevada adelante jugará ese papel.
El deterioro del nivel de vida de las masas se ha agudizado notablemente en los últimos tres meses. Los constantes aumentos hacen que el dinero se convierta en un montón de papel pintado que cada día alcanza para menos, lo que se traduce en una persistente baja del consumo popular afectando al comerciante, a la pequeña empresa, a los cuentapropistas. La situación económica de las masas populares se agrava y en cada familia los recortes son moneda corriente.
Ante esta situación, el ritmo de la crisis política de la burguesía monopolista toma y tomará nuevos ritmos y el desgaste del gobierno se seguirá profundizando. Hay que tener en cuenta que cuando las condiciones de vida de las masas se alteran, también se alteran los estados de ánimo y la disposición de las mismas a la lucha. Esto hace que la crisis política del sistema se agudice y, a pesar del muro mediático protector que rodea al gobierno, se impongan las penurias cotidianas del pueblo ante todo el diversionismo y la distracción que el poder intente.
Es un imperativo que, para afrontar esta nueva situación, las masas cuenten con herramientas legítimas para la lucha. Insistimos que la masividad y la amplia participación de las mismas en las decisiones y medidas a tomar es el gran condimento político que condiciona las respuestas de la burguesía y la obliga a ceder. Todo, absolutamente todo lo que huele a venir desde arriba, es ampliamente rechazado por el movimiento de masas y entorpece su accionar.
Para impulsar y organizar la lucha contra el ajuste se necesitan herramientas que, más allá de los nombres, surjan bien desde abajo; con la amplia participación y decisión de las mayorías; que materialicen la unidad efectiva del pueblo trabajador y demás sectores populares desde sus reivindicaciones más sentidas con el claro objetivo de frenar las medidas; otorgando el poder a las asambleas masivas y confiando en el mismo como el motor que impulse la acción directa en todos los planos. Sólo con metodologías revolucionarias que las masas ya han hecho propias será posible alimentar un movimiento de rechazo al ajuste y que vaya por nuevas conquistas.
Es necesario acelerar la concreción de estas acciones al ritmo del aceleramiento que la lucha de clases demuestra y demostrará con el correr de los meses. De esta forma, los miles de batallas cotidianas que se le presenten al poder monopolista sumarán en experiencia y organización para un movimiento nacional que se convierta en la irrupción de la rebelión de las bases dotando de renovadas fuerzas y perspectivas a la lucha de nuestro pueblo,