La composición del gabinete conque Trump gobernará a partir de ahora los Estados Unidos, no es muy diferente a lo que ocurre en muchos otros países. Como también viene ocurriendo en el nuestro, donde los sucesivos gobiernos burgueses designan en lugares estratégicos a empresarios puestos allí para hacer funcionar el Estado a su servicio.
Un cuerpo de “funcionarios gerentes” de empresas, que quizás por formar parte del gobierno de una de las potencias capitalistas a nivel mundial, han trascendido a los medios, haciendo ruido a escala global. Como dato de “color” vale aclarar que en el gabinete designado solamente hay tres mujeres, un afroamericano y ni un solo latino.
Lo que tienen en común los elegidos por el magnate para ocupar cargos ejecutivos son los millones de dólares que acumulan estos representantes de grandes empresas y sectores de la burguesía monopolista. Ese es su verdadero “patrón”, más allá de venir de los sectores más “conservadores” entre los republicanos. Y podría decirse que una gran mayoría de los designados trae sus propias “incongruencias” (por así decirlo) con la función que ocupará; aunque a decir verdad, son el fiel reflejo de los planes de la burguesía de mayor explotación y opresión.
Rex Tillerson, el nuevo canciller, desde 2006 presidía ExxonMobil, petrolera con fuertes inversiones en en todo el mundo y en particular en Rusia.
Steven Mnuchin, el ministro de Economía, banquero multimillonario hizo su fortuna en Goldman & Sachs gestionando fondos de inversión, beneficiado por todos los chanchuyos financieros de Wall Street.
Jeff Sessions, ex senador por Alabama nombrado en Justicia, es un ultraconservador acusado de racismo. Según sus dichos, los inmigrantes sin papeles debían “autodeportarse”.
Andrew Puzder, empresario multimillonario al frente del Ministerio de Trabajo, sobresale por su “lucha” en contra de subir el salario mínimo. Es comprensible: viene de dirigir dos cadenas de comida rápida, el sector donde más crecieron los reclamos por mejorar los salarios miserables que los monopolios pagan en esa actividad.
Tom Price, nombrado en Salud, protagonizó un escándalo como congresista porque propuso una ley que beneficiaba a una empresa médica en la que él tenía acciones.
Wilbur Ross, otro multimillonario, nombrado en Comercio, bajo el falso discurso “proteccionista”, hizo fortunas comprando textiles y siderúrgicas “en crisis”, a las que vendía con “beneficios” tras su “reestructuración” (eufemismo utilizado para esconder despidos masivos).
John Kelly, en Seguridad Nacional: pasó 40 años en los Marines, luchó en Irak y dirigía los operativos en Sudamérica, Centroamérica y el Caribe. “Una barrera física, por sí sola, no basta”, dijo respecto al Muro con México propuesto por Trump.
Ben Carson, en Vivienda, es un neurocirujano que cree que “las casas financiadas por el gobierno no son buenas porque hacen a la gente dependiente”.
Betsy DeVos, la Educación estará dirigida por una multimillonaria que quiere terminar con la financiación nacional de las escuelas públicas.
Rick Perry, en Energía, dirigirá un Ministerio que en 2011 pedía abolir.
Fuera del gabinete también hay cargos que pintan de cuerpo entero al gobierno entrante.
Scott Pruitt se hizo conocido por negar a los cuatro vientos los desastres que genera el cambio climático: dirigirá la Agencia de Protección Medioambiental.
Mike Pompeo, es un ultraconservador afín al uso de la tortura, mandará en la CIA.
Nombres y nombres, que son más que eso: expresan una vuelta más de la siniestra maquinaria de la oligarquía financiera en el propio corazón de la barbarie capitalista, para someter a los pueblos.
Y como ya lo hemos señalado: Donald Trump podrá ser peor que la administración anterior, pero no por las razones que plantean otros sectores de la burguesía monopolista en crisis. Será peor porque el capitalismo es peor para los pueblos.