La situación política nacional es, lo hemos dicho, una confrontación de golpe por golpe entre los dos sectores antagónicos. Por un lado la burguesía capitaneada por la oligarquía financiera internacional y su gobierno y, por el otro, la clase obrera y el pueblo.
Ayer, en su conferencia de prensa el presidente Macri expresó la profunda debilidad que tiene su gobierno como representante del sector en pugna que maneja el poder en el país.
Debió dar marcha atrás con el «arreglo» que había hecho, con el Estado, la empresa de propiedad de su familia (su interés personal en ella es evidente) que regentea el Correo. Esto lo sitúa ahora en un nuevo conflicto, esta vez, con el poder judicial quien se ve en figurillas tanto para «borrar» el acuerdo firmado por la empresa y el Estado, como para la verificación de un nuevo acuerdo de pago. Un desmanejo político, administrativo y legal que retrotrae el conflicto y lo agranda, a pesar de que el señorito presidente (levantando las cejas que mantuvo en dicha posición durante toda la conferencia de prensa), insistía en que «aquí no ha pasado nada». Se olvida que las presentaciones judiciales que lo llevaron a dar marcha atrás continúan y que, según la propia justicia burguesa, «nadie puede alegar su propia torpeza» como descargo ante los tribunales.
En la misma conferencia de prensa, Macri debió dar marcha atrás al desaguisado con los aumentos prefijados de las jubilaciones, reconociendo el nuevo «error» (y van…) del «extraordinario y eficiente equipo de los CEO’s», demostrando una vez más que la burguesía en el poder, no puede prescindir de su aparato político constituido por funcionarios profesionalizados en el «arte» de la mentira, el engaño y el cinismo especialmente preparados en años de estudio y asimilación práctica en sus instituciones especializadas para ejercer la función gubernamental y cargos del Estado. La dura experiencia les muestra que el solo hecho de ser burgueses no los habilita para ejercer el gobierno en contra de los intereses de las mayorías populares, ni los exime de caer en el ridículo.
Al mismo tiempo, los bancarios, obligaron a lo más rancio de la oligarquía financiera y al gobierno que se oponían a avalar el acuerdo, a ceder y reconocer el convenio firmado a fin de año que lleva el salario mínimo del sector a más de $ 25.000 y establece una cláusula gatillo que ampara los salarios contra los efectos de la inflación, obligando a las partes a renegociar aumentos de salario en caso de que el incremento del costo de la vida así lo amerite (¡y con cláusula retroactiva al mes de enero del presente año!). Además, se confirmó el pago inmediato del bono de entre $ 21.000 y $ 30.000 según las categorías.
Como contrapartida, los diputados dieron sanción a la reforma de las ART que obliga a los trabajadores a una junta médica previa a la iniciación de cualquier reclamo legal contra la decisión de la ART de no reconocer o achicar las incapacidades por accidentes o enfermedades profesionales y entorpece, además, intentando llevarla casi a su invalidez, la vía del reclamo judicial por parte de los trabajadores.
El pueblo se planta y la oligarquía financiera retrocede. La oligarquía financiera avanza en la legislación que achica el salario y, seguramente, los trabajadores se plantarán nuevamente frente a la ejecución legal de dichas decisiones. Ésa es la dualidad que presenta la actual situación.
Para romper esta situación a favor nuestro, los trabajadores debemos insistir en la construcción de la herramienta nacional independiente que permita expresarnos masivamente y con toda nuestra capacidad de lucha sin cortapisas, frenos, dilaciones y engaños a los que nos vemos sometidos sin ella. Y eso se construye con la lucha desde cada unidad productiva y de trabajo con vistas a la unidad de clase nacional.
Es preciso que en cada fábrica o empresa, avancemos desde las bases mismas, sin expectativa alguna en el sindicato traidor y entreguista, confiando sólo en nuestras fuerzas de trabajadores, con la consigna del aumento de 40% ya. Generar asambleas por sector y asambleas generales, que impongan esa aspiración ante las negociaciones paritarias que se avecinan o que hayan comenzado. Esta fuerza organizada provocará un efecto de atracción de todas las masas populares que verán en ella la posibilidad material que les permitirán avanzar en sus aspiraciones y proyectos.
Pedir al sindicato que se ponga al frente de ello, es una maniobra artera de los sectores que, aunque aparezcan con fraseología «revolucionaria» y banderas de izquierda no hacen más que engañar y frenar la acción independiente. A ellos también los tenemos que barrer con nuestra acción y organización.
Éstos son los pasos que debemos dar para romper con esta situación de golpe por golpe y que también nos aportará mejores condiciones para los próximos grandes enfrentamientos que se avecinan.