La multitudinaria marcha docente de ayer fue un acontecimiento que superó todo presuntuoso cálculo de «analistas» y voceros del formalismo burgués. A ella debió sumársele la gran ausencia de docentes no sólo en las escuelas estatales sino también en las privadas y gran cantidad de éstas que tradicionalmente permanecieron abiertas en situaciones de paros anteriores. Hasta las dos provincias que se contabilizaron como no adheridas al paro, tuvieron que contar escuelas vacías.
Es que el fenómeno pone a la luz la contienda real de los actores fundamentales en esta guerra social que el propio ministro de educación, el analista de sistema Bullrich, reconoció en un rapto de torpeza política que no favorece los planes de la clase a la que presta sus servicios, la cual quiere mostrar un país en paz y en democracia a pesar del torbellino que revienta en sus entrañas.
La presente semana tiene implicancias políticas mucho más extendidas y profundas que lo que nos muestran los fenómenos a los que asistimos. A la movilización y paro docente se le suman la marcha de la CGT (decidida a disgusto por sus dirigentes, obligados por mandato de la bronca popular) y el paro de mujeres, como hechos más elocuentes. Sin embargo todos estos movimientos aparentemente independientes e inconexos entre sí, afloran en el marco de vastas luchas entre los propietarios del capital y los dueños de la mano de obra o fuerza de trabajo.
La burguesía está urgida de avanzar en el achatamiento de la masa salarial utilizando viejos y perimidos argumentos que ya han blandido gobiernos anteriores tales como: no hay plata, hay que reducir el déficit fiscal, tenemos que aumentar la productividad para ser competitivos, hay que defender la «fuente de trabajo» (o sea hay que agachar la cabeza y cobrar salarios miserables), mientras reparte dinero público a diestra y siniestra a todos los monopolios del mundo.
Haciéndose eco, el populismo, cierta «izquierda» y el reformismo más descarado, quieren convencer a los trabajadores y al pueblo que estamos volviendo a la era menemista. ¡Nada más falso y artero! Hoy, los planes de superproducción industrial están en marcha en forma acelerada, pero requieren como condición un nivel de superexplotación y concentración monopolista superlativo.
Esto está demostrado por los números de las cosechas (a pesar de las grandes inundaciones), la producción de máquinas e implementos agrícolas superior a años anteriores, los planes de producción automotriz (un millón de unidades a dos años vista), la producción petrolera bajo convenios de productividad, los desarrollos de proyectos de infraestructura que involucra la producción de cemento, aluminio, hierro en todas sus variantes (chapa, perfiles, alambre, varillas, caños, y otros), aluminio, etc… Y así podríamos seguir mencionando las diferentes ramas industriales.
La burguesía necesita, y puja por lograrlo, el sometimiento y disciplinamiento de la mano de obra, para lo cual requiere desarmar también todo brote de organización en las bases de trabajadores y pueblo en general. Mete miedo con la desocupación y generaliza suspensiones para producir con menos manos y así obtener mayores ganancias.
Pero en su afán se enfrenta a la necesidad, al rumbo, a la dirección que las mayorías proletarizadas de la sociedad argentina (en el sentido de que sólo tenemos la capacidad de trabajo para subsistir y no poseemos otra propiedad de medios de vida), tienen en común en la maraña de intereses particulares que aparecen como un caos desordenado. Ese sentido rector y común está aflorando y cada vez se muestra más claro como producto del agudo enfrentamiento, con el oponente monopolista y su gobierno de turno.
Es el elemento que une a todos los amplios sectores populares superando el límite de su actividad particular y por ello constituye un eje político: la conquista de un ingreso acorde a nuestro esfuerzo.
Es por ello que los pequeños productores del campo (sobre todo los tamberos) que se movilizarán esta noche a la Expoagro que se realiza en la localidad de San Nicolás, y que nuclea a lo más rancio de la burguesía agraria, para manifestar su situación desesperante ocasionada por años de ser exprimidos por los grupos concentrados como las productoras lácteas que dominan todo el mercado de la leche y las cerealeras-aceiteras transnacionales, junto a los docentes, los trabajadores suspendidos de las automotrices, los petroleros, los metalúrgicos, en suma, todos los trabajadores y pueblo laborioso, mediante la lucha y el ejercicio de la movilización iremos encontrando y tejiendo la necesaria unidad y organización contra el enemigo en común que causa el oprobio de nuestras vidas.
No dejarlos gobernar ni aplicar sus planes de superexplotación es la veta de nuestro sostenido rumbo y la perspectiva de salida hacia la conquista de una vida digna.