Como lo hemos afirmado en notas anteriores, las imponentes movilizaciones de la semana pasada son el corolario y la continuidad de un estado de movilización permanente que se viene expresando desde hace meses y que en las últimas semanas tuvo uno de sus picos más altos.
Esta situación de movilización y ebullición social atraviesa a todas las capas sociales. Y particularmente en los sectores obreros y de trabajadores la lucha docente es la punta de un iceberg de miles de luchas cotidianas que se dan en fábricas, centros productivos y lugares de trabajo en general. Esta movilización no se ve, pero se siente en la contienda de clases.
El acto de la CGT con la huída de los burócratas y la toma del palco, profundizó el estado de ánimo y la combatividad de las bases trabajadoras. Comienza a verse la posibilidad real de sacarse de encima a las estructuras gremiales traidoras que son el ariete de las políticas de la burguesía monopolista en cada lugar de trabajo.
Lo que se viene es un proceso en el que las bases querrán recuperar sus herramientas copadas por los sindicatos gerenciales para una política independiente; para que esas herramientas sean útiles para la lucha y defensa de las conquistas obreras.
En ese proceso las acciones de los revolucionarios es estimular e incentivar esas aspiraciones de verdadera democracia de los trabajadores. La tarea es que los trabajadores se hagan verdaderos dueños de sus herramientas. Hay que combatir las concepciones reformistas que postulan cambiar las dirigencias sin cambiar las prácticas burguesas en el seno de los trabajadores.
La representatividad burguesa está herida de muerte y la acción revolucionaria pasa por terminar de enterrar esos métodos, sobre todo en el seno de la clase obrera y trabajadores en general.
Una política revolucionaria consecuente no puede postularse para cambiar “por arriba” concibiendo que los de abajo sigan siendo los convidados de piedra a la hora de decidir y de actuar; a la hora de tomar en sus manos la construcción genuina de sus organizaciones y no siendo una ficha más de los aparatos partidarios que, por más fraseología revolucionaria que utilicen, practican los mismos métodos de la representatividad burguesa.
Una política revolucionaria debe impulsar e institucionalizar la asamblea y la acción directa de los trabajadores. Este no es el método de ningún partido; es el método que las masas obreras y populares han impulsado e impulsan en la lucha, por lo tanto es la metodología revolucionaria que hay que organizar y ayudar a generalizar para contribuir a la aparición de la alternativa política obrera y popular.