Dos, tres o cuatro horas para ir y venir cada día del laburo. «No te queda otra», y no falta el que está peor y te dice que «por lo menos tenés trabajo». Cuando ves el recibo, la plata que te queda en mano se desintegra con los gastos y la tenés que remar para llegar a fin de mes. Si el turno te lo permite te encontrás sentado a la noche frente al televisor y pones uno de esos programas en donde los periodistas analizan «la realidad». Y te querés matar… ¿De qué carajo hablan? Analizan todo bajo el paraguas de una institucionalidad que está hecha mierda. Cualquier cosa está teñida de kirchnerismo o antikirchnerismo, de macrismo o antimacrismo… Y vos, que te rompes el lomo para llevar el mango a casa, sentís que todas esas palabras no tienen nada que ver con lo que te pasa, con los problemas que tenés que afrontar cada día.
Lo ves a Macri hoy, hablando en la planta de PSA Peugeot-Citroen del Palomar, anunciando 30.000 puestos de trabajo y no se sabe cuántas inversiones… Y te pones a pensar por qué esos mismos medios que le están dando rosca en este preciso momento no dicen ni una palabra de lo que significan los planes de «más productividad» que tanto necesitan los que tienen la sartén por el mango. Es casi obvio: si van a generar todos esos puestos de trabajo, ¿por qué suspendieron a 1.000 trabajadores entre GM y VW? ¿Es la misma industria, no? Entonces ahí te preguntás si no será que todo esto es una extorsión, es una forma de tratar de disciplinar a los laburantes, y que lo que necesitan, en realidad, es producir más con menores salarios… Es más, cuando lo ves hablando al presidente, tan prolijo y tan estudiado todo, te carcome la duda si los productores de los noticieros no vieron el video que te llegó por Wathsapp, en donde se lo veía a Macri caminando solo por la planta de la ex Fiat Sevel. En realidad, le habían «vaciado» la planta, habían sacado a todos los trabajadores, los habían puesto detrás de una reja para que no lo puteen. «Más solo que perro malo», decía el improvisado locutor que filmaba desde un celular, y cuánta razón tenía.
Lo mismo que pasó la semana pasada en la puerta de General Motors, cuando una masiva asamblea de trabajadores, desconociendo a los traidores del SMATA, rechazaba por unanimidad el «acuerdo de las suspensiones» firmado con la empresa. «Silencio Stampa», diría el Coco Basile, de eso no se habla.
Como tampoco se habla de las centenares de experiencias que se vienen dando en la lucha de los docentes, en las escuelas, con los padres, con los pibes, con clases públicas, en esas verdaderas comunidades que se hacen fuerte desde la autoconvocatoria. Y claro, es fácil pegarle a Baradel y hablar de la interna en el SUTEBA para desprestigiar y ensuciar una lucha totalmente genuina. Una lucha que ayer puso a miles de docentes frente al Ministerio de Educación nacional en la Ciudad de Buenos Aires y como a cincuenta mil estatales frente a la gobernación en La Plata.
Y después, un cuñado te llama desde Misiones y te dice que los cosecheros de la yerba y los agricultores le hicieron el aguante a la policía, rompieron una ventana, entraron de prepo al INYM (Instituto Nacional de la Yerba Mate), y tomaron el organismo en protesta por el incumplimiento de precios y las acciones del Estado al servicio de las grandes empresas. Pero, ¿no era que en «el campo» estaba todo bien y andaban en 4×4?
Parece que no. Los tareferos la están pasando muy mal, les pagan monedas por kilo de yerba y para colmo los bicicletean en los pagos. Y claro, así no pueden seguir viviendo y se plantaron.
Te vas a ir a dormir, pensando por qué si generamos tanta riqueza con nuestro trabajo, recibimos tan poco. Y te enterás que en una de las 16 plantas de producción láctea que tiene SanCor, ubicada en Charlone, General Villegas de la Provincia de Buenos Aires, los trabajadores se unieron con los vecinos del pueblo y comenzaron una toma, impidiendo dejar salir la mercadería. Maestros, vecinos, trabajadores de otras ramas e instituciones del pueblo entero, participaron en una asamblea pública y acompañaron la lucha de los obreros en contra del cierre de la fábrica, rechazando cualquier medida que los perjudique.
Y es como que en algún rinconcito del pecho hay una luz que se ilumina. Pensas: «estos hijosderemilputas no se la van a llevar de arriba». No importa que nos nieguen, que nos desconozcan, que nos «invisivilicen», que nos silencien; no importa que no figuremos en sus titulares, en sus reportajes, en sus notas, en sus análisis.
Lo que importa es lo que estamos haciendo, aunque todavía no nos conozcamos. Lo que importa es que estamos luchando por nuestra dignidad, por tener un futuro que nos merezcamos y que nos pertenezca, decidiendo nosotros. Como trabajadores y como pueblo Y contra eso, no hay con que darle.