Como parte del «sentido común» en esta sociedad capitalista, se escucha frecuentemente que fulano o mengano «no tienen necesidad de robar porque son ricos».
Pareciera que el enriquecimiento burgués tiene un tope cual es el haber alcanzado un rango de obtención de riquezas a partir del cual ya no necesita ni aspira a mayores.
En su lógica de razonamiento, la burguesía ha sembrado y acuñado la idea de que la acumulación de placeres es la que aguijonea la motivación de acrecentamiento de capital. En forma mecánica y sistemática se abona la idea de que los mayores representantes de la oligarquía financiera dominante corren permanentemente en pos de obtener bienes de consumo que decoren su vida y satisfagan sus vicios, reduciendo el tema a que viven muy bien rodeados de multiplicidad de bienes suntuarios y gozan de servicios que el resto de los mortales nunca adquiriremos.
Sin embargo, la mentalidad burguesa y su acción cotidiana, la ambición capitalista, apunta a mucho más que eso. Podríamos decir que el lujo, la ostentación, los placeres de la propiedad material, etc., son apenas los frutos que, por añadidura, obtienen en el camino por alcanzar algo superior.
No es la acumulación de placer sino el placer de la acumulación lo que mueve la infinita voracidad burguesa.
A ello se debe lo que, desde otro punto de vista, sería inexplicable. El 1% de la humanidad es la cantidad de burgueses monopolistas más concentrados existentes en el mundo, quienes siguen y profundizan su intrincada competencia por obtener más y más capitales explotando a masas cada vez mayores de obreros, trabajadores y pueblos, invadiendo territorios para la obtención de fuentes de materias primas, sometiendo poblaciones para convertir a masas inermes en mano de obra esclava moderna y achatar la masa salarial mundial para sostener y, en lo posible, aumentar la tasa de ganancia… y no descansa en su afán de conquista a pesar del poder económico que tienen.
A esta razón se debe que las 8 personas más ricas del mundo reúnan, según el dato desprendido de la última reunión de Davos, el valor de la misma riqueza que se reparte entre la mitad más pobre de toda la población mundial.
La acumulación de placer no respondería nunca esta situación, pues ninguna longevidad podría justificar la posibilidad de consumir tal magnitud de riqueza. No se trata de acumulación de bienes de consumo, se trata de acumulación de capital.
La razón fundamental de la lucha de clases contra la burguesía y su empecinado sostenimiento del sistema capitalista radica en esta cuestión. Mientras la burguesía siga en el poder, no habrá límites para la acumulación capitalista.
Por eso las posiciones políticas que hoy nos llaman a cambiar de personajes y elegir otros que los reemplacen, son posiciones políticas que nos llevan al mismo callejón sin salida que venimos transitando en los marcos de esta «democracia» burguesa. Para romper la lógica de la acumulación no hay otro camino que el de la revolución, la eliminación de la propiedad privada de los bienes de producción y la instalación de un Estado revolucionario cuya base fundamental esté en los centros de trabajo y de vivienda de los verdaderos productores de la riqueza material: los obreros, trabajadores en general y pueblo laborioso.
La profundización de las luchas, el protagonismo en las decisiones asamblearias tanto en centros de trabajo como en barrios y centros educativos, el ejercicio de la democracia directa que rompe con la representatividad burguesa, y la organización que exprese fielmente la rebelión de las bases capaces de unificarse en un solo objetivo político nacional a las masas populares, es el sendero diario que debemos seguir transitando debilitando política y estructuralmente el poder burgués y su sistema hacia la conquista de una vida digna.