El camino hacia un sindicalismo revolucionario

En nuestro país, la burguesía monopólica con su gobierno de turno, en su afán de avanzar en sus ganancias y dominación, se planteó varias medidas de carácter político, pero hay una que es la esencial, diríamos que la columna vertebral de todo su plan, que es avanzar en la productividad tomando como una cuestión ineludible para ello el disciplinamiento de la clase obrera y trabajadores en general. Pues productividad no solo significa desarrollo y modernización tecnológica, sino, muy por el contrario, es el achique de costos vía aumento de la producción con menos manos y con salarios cada vez más bajos.

Para esto uno de los pasos que se están dando es la revisión de los convenios colectivos de trabajo, medidas que ya iniciaron en algunos sectores productivos de punta. Pero esto solo ha sido posible con la entrega de pies y manos de los llamados sindicatos que agrandaron sus prebendas y negocios a cambio de la entrega de las conquistas de los trabajadores.

Vamos a dar tres ejemplos concretos, sintéticamente, que indican lo que afirmamos y que expresan claramente el papel que están jugando casi la totalidad de los sindicatos, que a su vez reafirman la necesidad de un cambio revolucionario en este sentido.

En primer lugar, el acuerdo firmado por Guillermo Pereira del Sindicato de Petróleo y Gas Privado de Neuquén, Rio Negro y La Pampa, donde las reformas son aberrantes, y van desde la eliminación de las horas taxi (que consideraba que la jornada comenzaba cuando el trabajador salía de su domicilio), reducción de la cantidad mínima de operarios por pozos, eliminación del duplicado del salario los sábados, domingos y feriados, eliminación de horas extra, incorporación a tareas nocturnas, hasta el trabajo a nivel de superficie continúa normalmente sea cual fuere la velocidad del viento y en altura solo se suspenderá si el viento supera los 60 km/hora por encima del límite de 30 km/hora.

A cambio, este crápula, acaba de recibir de premio por autorización del gobierno la creación de la primera ART petrolera en América Latina; obviamente con la nueva y degradante Ley de ART votada por el parlamento argentino.

Pero quedan dos revisiones de convenio que deben ser tan nefastas como esta, que aún no se han hecho públicas, probablemente por temor a alguna reacción tanto en la industria lechera como en Volkswagen.

El sindicato ATILRA firmó una reforma al convenio lechero que aún no se conoce, con el pretexto de salvar la quiebra de SANCOR y el argumento es evitar que queden miles de trabajadores en la calle. Una verdadera falacia pues la situación de SANCOR es producto de un negociado en el proceso de concentración económica, y el argumento del gobierno (el cual el sindicato compartió aunque no lo admitió abiertamente) es que los salarios de los obreros son muy altos.

Por otro lado VW firmó un acta-acuerdo de revisión del convenio que no se anima ni siquiera a admitirlo y menos aún a hacérselo conocer a los trabajadores; pero suspendieron a casi 700 operarios por 6 meses, y ahora la empresa lanzó los retiros voluntarios (léase: despidos); pero se están produciendo 375 unidades por día (ahora en dos turnos), contra las 410 que se hacían en tres turnos… Apenas 35 unidades menos con TODO un turno menos.

Estos tres casos testigo expresan los planes de la burguesía y el papel de estos sindicatos para que estos planes avancen. Así como estos sindicatos, casi la totalidad de los sindicatos.

Pero también hay otro sindicalismo que es absolutamente funcional a los planes de la burguesía, pero que al parecer su negocio pasa por otro lado. Pero que no deja de ser negocio. Son los que blanden el sindicalismo progre o izquierdista donde sus prácticas son todo un estilo de vida “militante” bajo la concepción de ganar vía los sindicatos cuotas de poder donde sus políticas y partidos avancen en votos para poder así jugar algún papel en el parlamento burgués, intentando cambiar para que no cambie nada. Concepto reformista si los hay, donde sus prácticas verticalistas en nada le deben envidiar al sindicalismo más retrógrado mencionado anteriormente. “Vos votame que después yo resuelto”, sería la consigna que les encaja; y si hay despidos nos cabe la carpa, las banderas, y si nos reprimen, mejor todavía porque denunciamos la represión.

Todos, los unos como los otros, tienen un pecado capital: LAS MASAS NO CUENTAN, no cuentan para las decisiones, no cuentan para la organización; sino son tildadas de ignorantes, son tildados de otro palo y por lo tanto no sirven, no les dejan réditos a los objetivos del partido.

Las diferencias, incluso entre unos y otros, existen en el discurso y las formas, pero no son tan abismales. Así lo indica la política. Pereira fue kirchnerista, y la cúpula sindical de ATILRA se define kirchnerista, y Pignanelli del SMATA prepara su candidatura a diputado dentro de las listas K; ni hablar de Baradel, donde la Vidal brindó con champagne su triunfo en las últimas elecciones, y se olvidó de la grieta.

Unos muy groseramente accionistas de los monopolios, otros economicistas acérrimos que enceguecidos y en nombre de la ideología del proletariado son portadores de las prácticas pequeño burguesas que hacen de tapón para que los trabajadores no avancen en sus aspiraciones de democracia directa.

Pero esto es como una olla a presión con la válvula tapada, los enemigos de la clase obrera le siguen dando fuego. Un ejemplo a tomar en cuenta fue marzo y las multitudinarias movilizaciones que asustaron a la burguesía. Ahí rápidamente casi todo el mundo sindical le puso un freezer a las movilizaciones y no leyeron que la rebelión de las bases es un volcán que ya está en erupción. Bastó un nuevo error de la burguesía con el 2×1 para que vuelva a asomar la lava de la lucha de nuestro pueblo en todo su esplendor, con su masividad tapó las miserias del reformismo y sus pretendidas 2 plazas. Tal marco no es ajeno al proletariado que puja por encontrar su verdadero camino independiente donde se exprese un verdadero sindicalismo revolucionario.

La lucha de clases hoy, en nuestro país, tiene una sola sintonía que toca a todos los sectores del campo popular, y la lucha antiburocrática pasa a ser un frente fundamental.

Hay miles de experiencias que están golpeando y erosionando los planes del poder y sus oportunistas, y si bien estas luchas aún están dispersas y se sienten en “soledad”, no lo están. Es por ello que la tarea del momento, como parte sustancial de un proyecto político revolucionario, haga la lectura correcta y se dé a la tarea de avanzar en la unidad que exprese y se imponga lo nuevo contra tanta basura.

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