Hay momentos en el transitar de la lucha de clases en el que suceden fenómenos que al devenir los años pasan desapercibidos, donde pocos los recuerdan, y hasta caen en el olvido; o hechos que quedan marcados a fuego en la memoria, donde se escriben artículos, libros, y son materia de estudio e investigación de notables intelectuales.
Pero ambas expresiones, el no recuerdo o lo “emblemático”, en realidad son parte de un todo, que si los analizamos desde el aspecto general de los procesos encontraremos una unidad muy grande, pues para llegar a los grandes hechos de lucha el entramado de pequeñas, e incluso, importantes confrontaciones, trátese de huelgas o puebladas, tienen una alta complejidad donde en la acumulación la cantidad y las cualidades de la lucha llegan a un momento (que nunca se puede predeterminar) en que se producen saltos que adquieren un carácter histórico.
Entiéndase por esto que no solo marcan un antes y un después sino que suman nuevas riquezas: todo lo que aparecía como potencial pasa a ser material haciendo visible nuevas y diferentes necesidades y aspiraciones, como es común escuchar ahora: el piso de la lucha pasa a ser lo que antes era visualizado como el ideal a alcanzar.
Sucesos como el Rosariazo, el Cordobazo, expresaron una calidad superior. Fueron hechos insurreccionales de las masas obreras que pondrían sobre el tapete la lucha política de la clase obrera y su independencia política de la burguesía, donde la lucha económica iba a estar supeditada a la lucha política.
Pero esto estuvo parado sobre las experiencias de la resistencia contra el Plan CONINTES, que le generarían ingobernabilidad al plan de instalar el predominio de los monopolios en nuestro país. Muchas de esas luchas sufrieron golpes parciales, pero la confrontación fue en ascenso, se les generó ingobernabilidad obligando a la burguesía a un nuevo golpe de Estado comandado por Onganía. De nada les sirvió. Ya la ofensiva de la clase obrera y el pueblo estaba con todo su impulso. El Cordobazo hizo lo suyo derrotando a Onganía.
Todas aquellas grandes experiencias de la historia de la clase obrera surgieron de lo pequeño a lo grande, como diría Santucho, y es muy bueno tener memoria, no para repetir fenómenos porque ello es imposible, pero sí es necesario tener en cuenta que en la lucha de clases hay leyes que debemos respetar y valorar.
El último conflicto de los choferes del transporte público de la Ciudad de Córdoba es una de esas luchas que probablemente muchos olviden en el futuro, por los hechos superiores que sin ninguna duda se avecinan. Pero ojo, ahí subyacen elementos que debemos valorar ahora y no con el diario del lunes, históricamente hablando. Este conflicto se dio (o se está dando, mejor dicho) en un contexto de innumerables luchas pequeñas y no tanto, donde los trabajadores transitan la búsqueda de un cambio de fondo en el marco donde aún es preponderante la lucha económica, con una importante dispersión.
Pero la huelga de los choferes cordobeses puso en vilo a la burguesía, la golpeó seriamente en su gobernabilidad (aunque no lo parezca), donde muchos gremios (por oportunismo, o lo que sea) se vieron obligados a sumarse en solidaridad. Aquí nadie pudo hacer silencio. Desde ahí hay que valorizar tremendamente esta huelga. La cuestión es que lesionó seriamente hacia el futuro la gobernabilidad, constituyéndose en un mojón trascendental a lo que potencialmente se avizora. Por ello, y siendo reiterativos, sin el diario del lunes, esta lucha de los cordobeses se suma a los cimientos donde se levantarán las paredes de las próximas confrontaciones.