Con motivo de un nuevo aniversario de la muerte de Belgrano que se recuerda como el “día de la bandera”, se escucharon los discursos de los funcionarios burgueses dichos en el predio del monumento a la bandera en la ciudad de Rosario frente a las barrancas del río Paraná.
En un marco rodeado de vallas y con escasa concurrencia, limitada a la asistencia de los invitados exclusivos, más la presencia impertinente de algunas expresiones de sectores de oposición a los gobiernos nacional y/o provincial, la intendenta municipal, el gobernador de la provincia de Santa Fe y el presidente coincidieron en un punto: “hay que trabajar para incrementar la producción.”
Según estos voceros de sectores políticos diferenciados pero pertenecientes a la misma clase oligárquica monopolista, fue Belgrano quien abogó por “desarrollar el trabajo poniéndose al frente y dando su vida por hacer grande al país.”
Una idea con la que podríamos estar de acuerdo pero que, en boca de estos personajes de la corrupta y desvencijada política burguesa, tiene un significado totalmente opuesto a la interpretación que, desde los intereses populares, podemos darle los trabajadores.
Para la burguesía, el trabajo es indispensable para el incremento del capital. Los objetos de dicho trabajo no son los bienes que interesan para el crecimiento del país, del ser humano, de su libertad. El trabajo que mentirosamente “ofrecen”, ¡¡cuando en realidad lo necesitan!!, tiene como objetivo incrementar el capital y no satisfacer las necesidades y aspiraciones de la población. La gran mayoría de los frutos de dicho trabajo social terminan despilfarrándose en manos de grandes especuladores del capital financiero internacional a cuyo beneficio están dirigidos todos los esfuerzos de la fuerza laboral explotada por la burguesía de Argentina.
El trabajo del que hablan es un trabajo cada vez peor pago, de incremento de explotación inhumana, alienante, y por todo ello esclavizante, y cada vez más dependiente de la voluntad de enriquecimiento de la clase burguesa monopolista a la que pertenecen y sirven los funcionarios gubernamentales mencionados al igual que lo hacen todos los que componen los tres poderes del Estado.
Ese trabajo no tiene nada que ver con el trabajo enriquecedor del ser humano a través del cual satisface sus necesidades, proyecta y realiza sus aspiraciones, libera sus virtudes, corrige y supera sus limitaciones, desarrolla su creatividad, libera fuerzas y tiempo para lograr nuevas metas sociales e individuales que se potencian mutuamente.
En tal caso, si algo de esto existe en algún ámbito de trabajo actual, es mérito exclusivo del espíritu indomable del trabajador que encuentra o abre hendijas en la cerrada trama de la explotación capitalista.
Como trabajadores aspiramos al trabajo liberador y denunciamos y nos rebelamos contra el trabajo al que obliga la burguesía y sus gobiernos de turno, cualquiera sea el signo político con el que se presenten.
Como todo concepto en esta sociedad cruzada por la lucha de clases, el trabajo tiene dos significados antagónicos de acuerdo a cada una de las clases en pugna: uno el que le da la burguesía el cual es opresivo y contrario hoy a la naturaleza humana, el otro es el que le damos los proletarios y revolucionarios históricamente interesados en sepultar esta sociedad capitalista vetusta, corrompida hasta la médula y decadente en todos sus aspectos.
El concepto del trabajo en boca del revolucionario Belgrano sólo puede separarse arteramente, y con intención de confundir, de sus aspiraciones libertarias e independentistas que -en el contexto que le tocó protagonizar- animaban cada una de sus ideas, discursos y acciones. Pues esas motivaciones son las que hacen perdurar su ejemplo y engrandecer su obra con el transcurrir de casi dos siglos, desde su muerte en 1820.
Por el contrario, el trabajo que pretende perpetuar la burguesía -con todos sus personeros, incluso los enquistados en la clase obrera a través de los sindicatos y asociaciones gremiales- como medio de subsistencia miserable para los trabajadores y pueblo laborioso, y como medio a la vez necesario para el incremento de sus capitales, debe seguir siendo motivo de rebelión de los trabajadores, disputa permanente por mejoras en sus condiciones y también de lucha por alcanzar su derrota como medio miserable de vida al servicio del capital para convertirlo, en el marco de una sociedad socialista, en factor de revolución y liberación de las más elevadas virtudes humanas.