Capitalismo azul, capitalismo blanco (2ª Parte)

Como anteriormente mencionábamos en otro artículo de este sitio, una lucha sin cuartel viene dándose entre dos grandes facciones de la oligarquía financiera por el control del pulpo monopolista Procter & Gamble.

Los dos bandos en pugna han echado mano a todos los recursos posibles para hacer proselitismo entre los accionistas de esta multinacional de productos de consumo masivo.

El CEO David Taylor y su pandilla (los que dirigen el consejo) no pretenden permitir que Triand Found Management se cuele en el directorio de P&G sentando a Nelson Peltz en la mesa. Éste a su vez, gran pirata que ya ha estado haciendo de las suyas en Mondelez y Heinz, denuncia la estructura burocrática de domina a Procter y que no le permite crecer como empresa. Unos, los que tienen “la sartén por el mango”, denuncian el intento de avasallamiento y desguace de una compañía que es “de la gente”. Otros, los “oportunistas”, vienen a presentarse como los campeones de la eficiencia y la reactivación del negocio.

Mientras tanto, la tasa de ganancia de este monstruo con valor de mercado de 235.000 millones de dólares sigue cayendo, y la desesperación capitalista para frenar el derrumbe de los dividendos lleva al enfrentamiento descarnado por el control de los capitales.

Todos los días, un mail nuevo. Todos y cada uno de los trabajadores de Procter & Gamble recibimos el nuestro, casi todos en inglés. Ya no importa si uno es tenedor o no de un par de acciones de la compañía, los mails igual llegan y en ellos, distintos personajes del bando oficial (“el voto azul”) llaman a respaldar la conducción actual de la compañía. Ya no sólo intentan convencer a los accionistas votantes, también intentan hacer propaganda ideológica entre todos los trabajadores de P&G, unos 127.000 en el mundo, como si existiera un capitalismo humano, “de la gente”, y que la empresa debe defenderse de oportunistas que aparecen repentinamente cual ladrones en la noche y que pretenden destruir lo que supuestamente es de todos.

¿Y por el otro lado? Nelson Peltz, el magnate maldito, pone el grito en el cielo ante el “capricho” de unos pocos que no lo dejan entrar en escena y define al enfrentamiento como “la pelea más estúpida y sin sentido que ha visto en su vida”. Podemos estar de acuerdo en eso. Y a su vez agrega que la campaña en su contra ha resultado en un gasto innecesario de más de 100 millones de dólares sólo en publicidad. También estamos de acuerdo en esto.

Lo que Peltz no dice es que él, a su vez, también ha invertido unos cuantos millones (25, para ser exactos) en proselitismo entre la masa de accionistas, en el marco de la que algunos medios de la burguesía llaman “la asamblea accionaria más costosa de la historia de los Estados Unidos”.

125 millones de dólares son cantidades enormes de leche, frazadas, medicamentos que la humanidad no dispondrá para solucionar sus males más urgentes. Sin embargo, unos pocos ricachos hacen uso de toda la riqueza generada por el pueblo para sus planes mezquinos en donde nada los detiene a la hora de pisar la cabeza de quien pretenda cuestionar su monopolio y en esa lucha irracional buscan ideológicamente crear un consenso que jamás lograrán porque ya nace muerto.

Porque, en el caso de Procter & Gamble, somos miles de trabajadores que conocemos bien donde trabajamos y desconfiamos de todos los planes venidos “de arriba” por más que intenten convencernos de alinearnos en un bando que, volvemos a decir, no tiene grandes diferencias con el otro.

Esta semana, el martes 10 de octubre, se realizó la votación y P&G proclamó la victoria de los candidatos oficiales; Triand Found no la reconoce y seguro volverá al ruedo pronto. El voto azul ganó, ¿pero nosotros, los trabajadores, tenemos algo que festejar? ¿Acaso este “triunfo” da alivio a nuestros problemas cotidianos? ¿Aquieta nuestra incertidumbre frente al futuro de nuestros hijos? ¿Qué confianza puede sentir un trabajador cuando sus amos le dicen: “quedáte tranquilo, nosotros seguimos al mando”?

Para cerrar podemos hacer una breve analogía: si el capitalismo como sistema impone su ideología y sus instituciones al mundo de acuerdo a su modo de producción, la sociedad termina transformándose en algo así como una gran fábrica.

Pensemos entonces cuántas similitudes tienen esta batalla del poder financiero que acabamos de relatar con las elecciones que se avecinan en nuestro país.

El obrero de Procter no cree en quienes lo mandan dentro de la empresa ni en aquellos que pretenden hacerlo; tampoco creemos en ningún candidato del sistema, ni los que están ni los que quisieran estar.

Mientras tanto, millones de recursos se van por el inodoro en gastos sin sentido que no resuelven un sólo problema del pueblo.

La única solución está en las manos de quienes ponemos a girar el mundo cada día: los trabajadores; los que podemos garantizar terminar con una vida de injusticias, barrer con el negro presente que nos hacen vivir los explotadores, construyendo un mundo nuevo en donde, ahora sí, el futuro sea cada vez más blanco y el cielo más azul.

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