Hoy se cumplen cien años de la revolución soviética. Primera experiencia socialista en el mundo.
Los obreros, campesinos, soldados y pueblo en general, organizados en soviets o consejos (asambleas populares en donde se deliberaba, se votaba y decidían las políticas a llevar adelante en todo el extenso país, constituyendo así la forma organizativa del nuevo Estado revolucionario) tomaron el poder y comenzaron a construir el socialismo a la vez que enfrentaban militarmente los embates de la burguesía mundial que pretendía abortar la experiencia de poder de los que hasta allí habían sido sus oprimidos.
Tres fueron los ejes políticos que levantaron estas organizaciones revolucionarias orientadas desde su seno por el partido bolchevique interpretando fielmente las necesidades y aspiraciones de las mayorías oprimidas: “paz, pan y tierra.”
Con ellas enfrentaron a la burguesía y los terratenientes, fundamentalmente a los sectores más concentrados convertidos en imperialistas, empeñados en sostener la guerra de rapiña llevada adelante por las potencias mundiales de ese entonces y que se había cobrado millones de vidas del pueblo, profundizando el hambre generalizado al que eran sometidas las masas laboriosas de la ciudad y el campo, siendo éstas últimas, además, las que aspiraban a tener las tierras que trabajaban para que el producto de sus esfuerzos no fuera expropiado por los terratenientes.
No había otra opción para esos millones de pobladores que ansiaban vivir en paz y dignamente, más que hacerse del poder, para que su voluntad se llevara a cabo. Ya no servían las instituciones estatales de la burguesía tales como su poder ejecutivo, su poder judicial, su parlamento, etc., su ejército y fuerzas de seguridad que habían oprimido a todo el pueblo y que persistían en mantener la guerra y el estado de cosas que sufría el pueblo para sostener sus privilegios. Ahora, el pueblo en acción permanente, era el forjador de su propio destino.
En medio de la pobreza, el crimen masivo y la desolación, el pueblo había logrado batir a la poderosa burguesía y los terratenientes.
Muchas cosas han cambiado desde aquel 25 de octubre de 1917 (según el viejo calendario, 7 de noviembre según el actual calendario gregoriano). Sin embargo, otras subsisten y se han profundizado en el marco del contexto mundial y, más precisamente, en nuestro país. Porque el capitalismo sigue existiendo y sus desigualdades se han ahondado a niveles superlativos.
En Argentina los trabajadores y masas populares trabajamos para la burguesía monopolista o imperialista. Todo lo que producimos es para ellos. El P.B.I. del país estimado en más de 600.000 millones de dólares y que es generado con el esfuerzo y el trabajo de millones de proletarios y trabajadores, es privado, no nos pertenece. Sin embargo, la totalidad de los impuestos, pagos de servicios, etc. es abonado masivamente por quienes no tenemos más que nuestra fuerza de trabajo para poder subsistir. Privados de todo medio de vida, sólo poseemos lo que consumimos que cada vez es menos.
Sin embargo, no existe ningún medio de producción de bienes materiales o servicios que pueda ser puesto en movimiento en forma individual sin que haya mediado el trabajo y el esfuerzo masivo y cooperativo de decenas, cientos y miles de trabajadores, sin embargo, los frutos no vuelven a sus productores sino que pertenecen ¡legalmente! a un puñadito de burgueses.
La burguesía en el poder, esa clase parásita, dispone de todo el Estado a su servicio y día a día aprieta más las clavijas para la obtención de mayores ganancias. Ahora mismo intentan llevar adelante una vuelta más en el torniquete de las condiciones laborales con la revisión a la baja de los convenios laborales, aumentan descaradamente los servicios que caen sobre los hombros de la población masiva y laboriosa, retacean los recursos para jubilados y empobrecen los fondos destinados a pasivos condenando a mayores masas de abuelos a la indignidad de la miseria luego de haber trabajado toda la vida, privan de futuro a las generaciones de niños y jóvenes del pueblo a quienes, además, pretenden inculcar sus ideas de sostenimiento, legalidad y justicia del sistema que los oprime y los asesina en cuotas, retacean recursos para la salud pública desamparando a la población que genera las enormes ganancias que se llevan, reparten injusticias a diestra y siniestra.
Encima, a los millones de seres humanos que damos todo, nos dicen que debemos dar un poco más. Ellos que, con calculadora en mano, aumentan porcentajes para sostener e incrementar sus ganancias, incrementando precios de bienes y servicios, gestionando préstamos internacionales a sus semejantes de la misma clase para hacer negocios, aumentando el déficit fiscal para la bicicleta financiera obligando al pueblo a pagarlo, etc., etc.
Todo esto sostenido en la legalidad de la propiedad privada de todos los medios de vida incluyendo la tierra misma, que les permite expropiar el producto del trabajo de millones de hombres y mujeres de nuestro pueblo. Porque la propiedad privada capitalista se construye sobre la expropiación de la propiedad individual de los trabajadores y pueblo en general. ¡Y nos hablan de defensa de la propiedad!
Por todo lo dicho, la lucha por el socialismo en nuestro país, asentada en nuestra lucha diaria por mejoras, organización de las fuerzas, unidad de los sectores oprimidos y construcción de un proyecto de liberación, no es una opción entre varias existentes en un abanico de posibilidades, sino que constituye una necesidad para que los productores de toda la riqueza, es decir, los trabajadores y pueblo laborioso, podamos disfrutar de lo que diariamente hacemos y construir las bases de un futuro mejor.