El Presidente Macri, en sus rimbombantes declaraciones en relación a cómo debe ser la nueva Ley de Contrato de Trabajo, osadamente se metió en un terreno casi “filosófico” refiriéndose a un “nuevo” concepto de igualdad entre el empleador y el empleado: “La cooperación entre las partes para promover esa actividad productiva y creadora constituye un valor social compartido, generador de derechos y deberes recíprocos y una regla esencial de ejecución de contratos”.
Tal concepto de “valor social compartido” es una falacia retrógrada y ahistórica, pues los patrones son los poseedores y los propietarios de los medios de producción, donde el trabajador lo único que posee es su fuerza de trabajo que la vende a los dueños de los medios de producción a cambio de un salario que solo le permite, como diría Marx, de proveerse de las necesidades básicas para estar en condiciones cada día de seguir produciendo.
La cooperación compartida no es tal, y tal concepto en sí, aparte de ser anticonstitucional, violando obviamente la propia Constitución burguesa, que en sí contiene derechos que benefician en parte a nuestro pueblo porque los supo conquistar con mucha lucha y sacrificio. No hay de ninguna manera igualdad entre las partes, y hasta resulta una ironía que pongan en el centro del debate cuestiones previas, incluso, al Estatuto del Peón o al debate de Joaquín V. González que por pedido del Presidente Roca, ante la ola de huelgas “violentas” le solicitó la preparación de leyes laborales que nunca fueron aprobadas por el Congreso.
Estas nuevas conductas y propuestas van en consonancia con los mandatos de los monopolios a nivel planetario que, en su afán de sostener sus tasas de ganancias y aumentar la productividad a cualquier precio le dan la espalda a conceptos burgueses que otrora fueron una necesidad, o mejor dicho que la lucha de los pueblos les fueron arrebatando.
Los Estados son de los monopolios, y sus necesidades de dominación y explotación los empujan a volver a las condiciones laborales de la época de la Revolución Francesa, tirando por tierra la evolución de sus propios marcos jurídicos. Por ejemplo, a partir de la crisis del ’30, donde entra en crisis el mercado internacional y se comienza a producir para los mercados internos, a la burguesía no le quedó otra que reconocer (producto de la lucha de los pueblos) un conjunto de derechos denominados Derechos Económicos y Sociales que se conocieron como Derechos Humanos de Segunda Generación. Estos derechos ya no consideran a la persona como un individuo sino que sitúan al individuo en un determinado conjunto social ya sea por la actividad que desempeñan (obreros, científicos, estudiantes, etc.), o porque requieren de una protección especial (ancianos, enfermos, discapacitados, etc.); y se constituyeron en Derechos Humanos de Segunda Generación el derecho al trabajo en condiciones dignas, el derecho a integrar asociaciones sindicales con facultad para negociar y disponer de medidas de fuerza, derecho a huelga, salario justo, derecho al descanso diario, semanal, a las vacaciones pagas, a la protección a la maternidad, a la seguridad social, el derecho a una vivienda digna, al esparcimiento y la recreación, el derecho a la educación y a la cultura. Todo esto está contemplado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
Pero ya los monopolios se apoderaron de los Estados de las Naciones, y su gran paso y desafío es violar todos estos derechos para adecuarlos a sus necesidades de la tasa de ganancias. Basta citar algunas cifras espeluznantes donde la OIT afirma que 215 millones de niños en el mundo son sometidos a las condiciones más esclavizantes y explotadoras del trabajo para firmas tan destacadas como NIKE, ADIDAS, WALMART, BENETTON, VOLKSWAGEN, minas de cobalto para todo el boom de los autos eléctricos que se avecina, et., etc., etc.
Macri, como buen señor burgués y creyendo que este es un pueblo retrógrado, nos quiere llevar a épocas de principios del siglo pasado. Ojo señores!!!!, están llevando las cosas a un límite que no se dirime con los votos. La rueda de la Historia no gira para atrás. Esa es una ilusión óptica que se produce cuando los giros de la lucha de clases se acelera.
La mentada reforma laboral es una profundización del sometimiento a todo un pueblo, y un incremento aún mayor de la súper explotación, hambre y miseria. Pero para eso hace falta algo más que esta democracia burguesa desvencijada: no se pueden implementar tales medidas, salvo con políticas de carácter fascistas, y para ello hay que tener con qué, y a este pueblo no se lo corre con espadas de papel. He ahí su idealismo; he ahí su crisis política. La imposibilidad de implementar por más que las hagan leyes.