No por repetida, esa frase hueca constituye una verdad. Muchas veces, esconde la verdad y se convierte en herramienta útil para confundir y sostener los privilegios de una clase dominante.
Frecuentemente esa misma frase es utilizada por los defensores del sistema y por sus supuestos críticos y opositores. Ambos la esgrimen contra el otro.
Por eso, esa frase, así formulada, sin mencionar el tipo de propiedad de que se trata, no es más que una frase hueca. Diríamos que, para llenarla de contenido, hay que ponerla en el contexto de las clases y de la disputa irreconciliable entre ellas.
En la nota que publicamos en esta página el día sábado y en otras múltiples, hemos señalado que el PBI de nuestro país es de propiedad de la burguesía y que nada de esa riqueza pertenece a los trabajadores y al pueblo laborioso más que el salario, en el primer caso, y sus magros ingresos, sujetos permanentemente a su reducción, en el segundo.
Ésa es precisamente la propiedad privada que defiende el capitalismo. La que es producto del trabajo ajeno, es decir la propiedad de los medios de producción y del producto generado por el manejo colectivo de los mismos ya que el título de propiedad de esos medios de producción, le otorgan al capitalista el “derecho” de hacerse dueño de lo producido aunque esa producción haya sido generada con trabajo y esfuerzo social.
A la vez, esa propiedad privada capitalista surgida de la expropiación del trabajo ajeno realizado por cientos o miles de trabajadores, facilita la expropiación de la propiedad individual surgida como resultado del trabajo propio, como por ejemplo, una casa, un auto, y todos los bienes que pueda adquirir con mucho sacrificio el trabajador y pueblo laborioso.
En momentos de aparente estabilidad esa expropiación se va haciendo en forma paulatina, sostenida y acumulativa a través del encarecimiento de las mercaderías, los servicios, los impuestos masivos, la baja relativa de la masa salarial y otros mecanismos de los que se vale la burguesía para atacar la propiedad individual de los trabajadores y el pueblo. A ese mecanismo que se da en forma paulatina y sostenida hay que agregarle otros de índole más rápidos y violentos como los embargos bancarios por préstamos usurarios impagos, las expropiaciones de tierras a comunidades enteras para la instalación de negocios capitalistas, los desvíos de fondos reunidos por el trabajo (cajas sociales, previsionales, etc., que el Estado se apropia para distribuir entre capitalistas), retaceo de fondos estatales al beneficio social (educación, vivienda, sanidad, etc.) para derivarlos a negocios monopolistas, etc. Todo esto se acelera superlativamente en tiempos de crisis en donde, como en el juego de la perinola, el capital financiero “Toma Todo”, haciendo una expropiación masiva de la propiedad individual.
De tal forma, en este sistema capitalista, la propiedad privada basada en el trabajo propio sucumbe día a día bajo la propiedad privada surgida del trabajo ajeno, o sea, la propiedad privada capitalista monopolista. Y ésta es una ley de hierro de la que no se puede escapar en los marcos de este sistema. De allí la necesidad de luchar contra él, diariamente hasta lograr su derrota.
En suma, la burguesía con su sistema capitalista es la mayor expropiadora de la propiedad individual surgida del trabajo propio. A la vez que defiende con uñas y dientes la propiedad privada surgida del trabajo ajeno.
Los revolucionarios, luchando por el socialismo, planteamos la expropiación a la burguesía de esa propiedad privada surgida del trabajo ajeno, y transformarla en propiedad social del trabajo común. El sistema socialista fomentará y defenderá la propiedad privada individual de los bienes de uso necesarios para la vida de cada trabajador, la cual convivirá con la propiedad individual de cada persona del pueblo que posea un pequeño bien de producción que le permita, por medio de su trabajo, vivir con dignidad.
En una palabra, se defenderá la propiedad privada individual surgida del trabajo propio y se atacará con decisión y sin vacilación la gran propiedad privada surgida del trabajo ajeno.
Por eso, todo proyecto político que se precie de revolucionario debe basarse en este principio respecto de la propiedad privada. De lo contrario, si no se plantea con claridad este tema o se esconde o pretende postergarse para mejores tiempos, cuando se den unas supuestas condiciones que se estiman hoy inexistentes, los proyectos políticos así formulados son pura mentira, no son más que aberrante populismo, reformismo u oportunismo por más fraseología de izquierda, o supuestamente marxista, que enarbolen.