Acerca del proletariado y el papel de la pequeña burguesía en nuestra revolución.
Mucho se ha hablado sobre la pequeña burguesía en nuestro país y su papel en el proceso revolucionario hacia la lucha por el poder.
Nos referiremos fundamentalmente a la pequeña burguesía urbana que tiene un peso importante en nuestra sociedad tanto por su número como su influencia en las ideas.
La pequeña burguesía mal llamada “clase” media, es un sector del pueblo integrado por la propia clase de los pequeños empresarios y una constelación de profesionales independientes y trabajadores asalariados no obreros que no poseen medios de producción y que, en general, no producen bienes materiales, pero que tienen aspiraciones políticas de ascenso social y muy permeables a las ideas burguesas. Sin embargo, los procesos productivos hacen cada vez más difícil hacer un corte tajante entre la clase obrera y esa “pequeña burguesía” asalariada.
En la etapa que estamos transitando esos amplios sectores de nuestro pueblo se van asimilando gradualmente y, últimamente en forma no tan gradual, a las conductas y formas de trabajo cada vez más cercanas al proletariado obrero. El proceso de concentración económica arroja a la miseria o pobreza a millones de personas que anteriormente oscilaban entre burguesía y proletariado fabril.
Este sentido de pobreza si bien no es el concepto esencial de proletariado sí es usado para identificar el camino al que lleva el sistema capitalista, sobre todo cuando el mismo se encuentra en la etapa imperialista.
En los últimos años, ingentes fuerzas humanas engrosaron el aparato productivo de bienes materiales incorporando una mano de obra con más alta calificación muchos de ellos provenientes de esa “pequeña burguesía” que hasta hacía muy pocos años “soñaba” con otra expectativa individual. Esos asalariados (técnicos, ingenieros, profesionales, médicos que sólo pueden ejercer de empleados, aunque son monotributistas, etc.) han adquirido una inserción en el proceso productivo altamente centralizado por el cual absorben el peso que implica un país industrializado, formas de producción que impone, de hecho, un orden industrial, organización para producir, disciplina, metodologías, etc., que van configurando otra práctica y expectativas de vida.
Nuestra revolución socialista, la lucha por el poder y la construcción de un Estado proletario y popular necesita de la gran mayoría del pueblo. Pensar en la lucha por el poder sin contemplar los intereses de la clase obrera y de todo el pueblo sería un error ya no sólo de concepción estratégica sino, y sobre todo, en la lucha política de la hora actual.
La burguesía monopolista necesita atraer a esta franja de la sociedad para lograr sostenerse como clase dominante. Este gobierno no es la excepción y ha necesitado revitalizar políticas divisorias entre el pueblo. La famosa “grieta” es una de ellas y no hubo sector burgués que no haya azuzado esta cuestión. A diario, no sólo la clase obrera sufre los embates del gobierno, millones de argentinos sufren las consecuencias del sistema cuando arrecian los aumentos tarifarios, caída sostenida del poder adquisitivo de la familia, una época en donde grandes riquezas producidas por la fuerza de trabajo humana se transfieren a los bolsillos de unos pocos.
Pensar en una revolución y no pensar en las políticas a recorrer que contemplen verdaderamente los intereses de la “pequeña burguesía” hasta la toma del poder pondría nuevamente a la clase obrera como furgón de cola de la burguesía. El proletariado tiene un interés material para construir un Estado proletario y popular, única posibilidad de avanzar a la liberación de toda la sociedad.
Desde esta concepción política el proletariado, en el camino hacia la revolución, no se debe dejar arrastrar por concepciones sectarias que caracterizan con principismos absurdos a la “clase media” como reaccionaria y contrarrevolucionaria.
El actual Estado le pertenece a la burguesía monopolista y desde allí esta clase dominante introduce la política y la ideología para sostenerse en el poder, incide, influye contra la posibilidad de la revolución, divide, engaña, miente y con ello va pudiendo navegar en aguas tormentosas.
La pequeña burguesía, ese sector compuesto por una masa importante de pequeños y medianos empresarios y profesionales muchos de ellos en extinción y algunos favorecidos momentánea y fugazmente por las políticas coyunturales, por el lugar que ocupan en la producción no puede generar un proyecto propio independiente, tampoco puede hacerlo ese sector de asalariados no obreros muy afín a ella. Por eso, la denominada “pequeña burguesía urbana”, cada vez más empobrecida, es muy contradictoria.
Pero una revolución proletaria y popular antes, durante y después de la toma del poder debe contemplar los intereses de las grandes mayorías y para ello se hace necesario luchar por el poder y construir un nuevos Estado. Es desde allí en donde esos intereses contradictorios de la sociedad se irán dirimiendo en función del ser humano, a sabiendas que será un Estado administrado por la gran mayoría del pueblo movilizado.
Es reaccionario caracterizar a la pequeña burguesía y a esos sectores asalariados afines o con aspiraciones similares, de fascistas y antirrevolucionarios. Por el contrario, al ser un sector sin proyecto propio difícilmente pueda echársele “la culpa” de los males de nuestra sociedad. El gobierno de Macri los arroja a la pobreza y a la miseria, y es la clase obrera, sus destacamentos revolucionarios, quienes deben proponerse incorporar esas fuerzas hacia la revolución. Hay intereses concretos y materiales por los cuales serán y son parte activa de los cambios.
La pequeña burguesía fundamentalmente urbana junto a esos sectores asalariados afines tuvo un comportamiento oscilante en toda nuestra historia pero en ella se pueden advertir históricos procesos en donde una buena parte de este sector vapuleado en sus derechos políticos fue un dinamizador de la movilización. Movimiento estudiantil de los años ‘60 y ‘70 del siglo pasado, 2001 y caída de sucesivos presidentes, autoconvocatorias por infinidad de reivindicaciones económicas y políticas por citar algunas de ellas.
Entendemos que en los próximos meses habrá un agravamiento en las condiciones de vida de todo el pueblo, la movilización estará presente de una y mil formas por lo cual exige de los revolucionarios asimilar el carácter de clase de la unidad en función de la revolución. Nos une como pueblo un interés común de progreso y dignidad y es la clase obrera quien puede jugar el papel decisivo de unificar el golpe contra ésta administración.
Este gobierno, al estar avanzando contra los derechos políticos de la clase obrera y de todo el pueblo provoca un momento propicio para la acumulación de fuerzas hacia la revolución desplegándose con todo desparpajo las propuestas revolucionarias que centren en el verdadero carácter clasista de la unidad en función de la lucha por el poder.