La vida digna que nos merecemos como trabajadores y como pueblo no tiene nada que ver con “el modelo” que la burguesía nos impone en diferentes momentos históricos. Hemos transitado diversos gobiernos y uno tras otro nos han demostrado que para lo único que trabajan es para los intereses de los monopolios.
Pero como clase trabajadora y como pueblo tenemos un capital acumulado y no nos referimos exactamente a divisas. Estamos hablando de algo que muchas veces no se ve, no se siente, parece que no se expresa pero está: estamos hablando de la experiencia acumulada.
Las experiencias de lucha de la clase obrera durante el año que termina, han ido adquiriendo su protagonismo. Y si algo se constituyó en una traba que le puso palos en la rueda a los planes perpetrados por el gobierno para sostener los suculentos negocios de los monopolios a los que sirve este gobierno, fue cuando esa bronca y ese estado deliberativo se hizo escuchar desde abajo.
En un contexto complejo para nuestra clase, en donde la burguesía volvió a hacer pesar la extorsión de las suspensiones y los despidos, la acumulación de experiencias de luchas y también de conquistas, fueron brindando herramientas de calidad y precisión, para que en cada fábrica comiencen a aparecer y vayan tomando forma nuevas experiencias de organización independiente y una disposición decidida a la lucha.
Los reclamos salariales frente al achatamiento que pretende el poder, el agravamiento de las condiciones de trabajo, y ahora, el intento de imponer una Reforma Laboral que profundizará la flexibilización desató en todo el país un estado de confrontación que se expresa de las más variadas formas y que le cae a los monopolios y su gobierno como una lluvia de piedras que no los deja acomodarse.
Algunas experiencias tomaron envergadura, y trascendieron al plano nacional, dejando profundas heridas a las políticas de este gobierno, a los sindicatos traidores y a las empresas, como fue el caso, por ejemplo, de los aceiteros y de los trabajadores del azúcar en el norte del país. Cuando la clase obrera da un salto en calidad en la organización, en la unidad desde una concepción de clase, todo suma al torrente del propio poder. Y también existieron muchísimas otras luchas, esas que parecen «pequeñas» pero que son las que más fortalecen ese tesoro que tenemos los trabajadores para los tiempos que se avecinan: la experiencia acumulada. Y eso lo tenemos que hacer pesar mucho más que hasta ahora.
En este último mes del año se siente la ebullición tras el descontento por los altos precios y los sueldos bajos, porque la plata no alcanza y cada vez trabajamos más. La andanada de reformas, laboral, previsional, impositiva y educativa no han hecho otra cosa que echar más leña al fuego de una caldera que trabaja a full de presión. Por eso, no sorprende que cada vez y con mayor protagonismo comiencen a asomar nuevas formas de organización independiente de la clase obrera, incentivadas por el profundo desprestigio que tienen los sindicatos traidores, y por la confianza que se va tomando en las propias fuerzas a través de las luchas.
Tal es así que son varias las empresas en donde se ha desplazado a las viejas comisiones internas de delegados burócratas, suplantados por nuevos compañeros, con fuertes bases de apoyo, que no responden a las políticas de los sindicatos patronales. También, otro tipo de experiencias independientes comienzan a tener peso en las fábricas.
En este marco es determinante la unidad entre la propia clase, puertas afuera de cada establecimiento, con una visión de los problemas políticos que enfrentamos los trabajadores. Esto sumará a ese gran salto político en calidad que estamos necesitando, para que prepara las bases materiales para el nacimiento de un nuevo movimiento obrero en nuestro país.