Cada vez que un escriba de la burguesía publica un artículo mencionando a Marx, lo hace con la intención de deformar sus ideas, atacarlo, falsificarlo y sepultar su legado. La realidad que confirma, día a día, la corrección científica de los análisis del padre del proletariado mundial, se encarga por sí misma de ridiculizar a dichos analistas mostrando la ostensible mediocridad de sus pensamientos y la inutilidad de sus intenciones. No obstante, la virulencia de la lucha política e ideológica que no da descanso, nos mueve, utilizando a stos pasquines como pretextos, reescribir y redescubrir los postulados científicos marxistas, los cuales ratifican su vigencia y necesario estudio para comprender y combatir al sistema capitalista en su última fase histórica.
En este caso, el turno lo acaparó un tal José Luis Ceteri, quien publicó, con fecha 06 de enero pasado, un artículo en el diario El Cronista (medio que abre sus puertas para la profusa difusión de estos mediocres “pensadores”), el cual tituló “Cómo explicar a Smith, a Marx y a trabajadores el impuesto a las ganancias”.
Para “explicar” lo inexplicable, comienza citando mal una idea muy generalizada de Marx sobre la ley del valor, la cual no define en sí qué es el valor en la sociedad capitalista. Trascartón, descalifica la misma ¡haciendo suya! la definición del gran científico proletario escribiendo impunemente sin entrecomillar: “el hecho de que el valor de las mercancías se mida por el tiempo de trabajo socialmente necesario empleado en ellas se debe al estadio histórico alcanzado de desarrollo económico de los diversos Estados, de las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción de un determinado modo de producción”. Disimulemos al pasar, la confusa redacción que el articulista usa para expresar la clara idea de Marx.
Seguidamente agrega: “en la actualidad en la relación, individual o social, de capital-trabajo se inmiscuye el Estado, ordenando que el empleador retenga parte del sueldo del trabajador por medio del Impuesto a las Ganancias, rompiéndose de esta forma la ecuación definida por cada uno de ellos”, (se refiere a Smith y a Marx) con lo cual pretende demostrar que, con esa intervención estatal, “se rompe la relación capital-trabajo” contradicción formulada por Marx y, situándose en una posición aparentemente equidistante (hasta en ello es un imitador mediocre de toda la ideología burguesa que no dice francamente en dónde está ubicada simulando aparentar que se halla en medio de dos extremos), termina diciendo que tanto Smith (padre de la economía política burguesa) como Marx, quedaron superados por la realidad pues, “las dos miradas no contemplaban al Estado metido en el medio”. Hasta aquí su pretensión de limpiar al Estado de su carácter burgués.
Lo burdo y falso del planteo salta a la luz, si en alguna circunstancia su estupidez quedaba en nebulosa, leyendo los textos de Smith y Marx, quienes contemplaron ambos, desde puntos de vista opuestos y enfrentados, la participación del Estado en la relación capital-trabajo. Asimismo, digamos también para quien quiera leerlo, que el artículo citado no aclara nada a los trabajadores la razón por la cual se les descuenta de sus salarios el impuesto a las ganancias.
Ahora dejemos a un lado al escriba, otro más, que expresa la decadencia ideológica de todo el sistema capitalista en Argentina y el mundo, y parémonos en las enseñanzas de Marx.
En todo momento, Marx concibe la relación del capital-trabajo como una relación de clases, entre la burguesía y el proletariado, nunca como una relación individual. Asimismo, define al Estado como herramienta de poder de la clase dominante y resultado del carácter irreconciliable de los intereses de las clases enfrentadas. O sea que el papel del Estado es fundamental en esa relación capital-trabajo.
Desde la génesis del capitalismo en el seno de la decadente sociedad feudal, siglo XIV en adelante, el Estado intervino en esa relación ejecutando el despojo de los medios de producción de manos de los productores directos, favoreciendo la concentración de los mismos en manos de los terratenientes y fabricantes, regulando los salarios del naciente proletariado, obligándolo a someterse al mando del capital, dictando leyes que incluían el corte de las orejas y grabado a fuego en la carne a quienes se resistían a trabajar a cambio de un salario miserable, fijando impuestos masivos sobre los artículos de primera necesidad, recortando así la miserable renta de los trabajadores, etc. (El Capital – Tomo I – La Acumulación originaria).
Ese papel, sigue cumpliendo y profundizando hoy el Estado a favor de la clase dominante, pero con la peculiaridad que en la fase actual, favorece a lo más concentrado de la burguesía monopolista en desmedro no sólo de los productores (los proletarios) sino de todo el pueblo y hasta, incluso, de sectores de la propia burguesía.
La ley del valor, está cruzada por esa intervención estatal, más bien, la intervención estatal fija, sosteniéndola, con el poder de una cuña de acero, a la ley del valor. Todo el producto de un país, incluida la renta salarial, es considerado por la burguesía monopolista, como de su propiedad. En razón de lo cual, le resulta “natural” no sólo retener, violando postulados de la constitución y la propia legalidad burguesa, los salarios en los bancos, recortarlos aún más con impuestos a los alimentos y artículos de primera necesidad, sino también descontando de los mismos el llamado “impuesto a las ganancias”. Pretende también, con la nueva legislación laboral, ¡cobrar impuesto a las ganancias sobre las indemnizaciones!, además de vacaciones, sueldo anual complementario, etc. Completa su apropiación, adueñándose asimismo de la parte de la masa salarial destinada a los fondos de las cajas de jubilación y obras sociales, de los cuales dispone a discreción, derivando los mismos a subsidios al capital, y otros destinos ajenos a los intereses de los trabajadores.
En conclusión, no sólo se ratifica actualmente la Ley del Valor formulada por Marx y la expropiación de la masa salarial, sino que se reafirma su punto de vista respecto de la lógica tributaria del Estado capitalista con eje en la masividad y, en consecuencia, su objetivo central es la renta salarial, al tiempo que se intenta desgravar progresivamente al capital, lo cual refuerza que el Estado juega un papel fundamental en el sostenimiento de la Ley del Valor y la acumulación del capital a favor de la facción más concentrada de la burguesía. ¡Marx en todo su esplendor!
Esta, y no otra, es la única manera de explicar al trabajador las razones por las cuales se le descuenta de su salario el impuesto a las ganancias.