Si nos tomáramos el trabajo de revisar la historia de nuestro país, aunque lo hiciéramos a modo de simple repaso y dedicándonos a señalar los hitos más importantes, llegaríamos a una conclusión evidente: es la historia de la lucha de clases. Por supuesto, hablamos de una nación inserta en el concierto mundial, que también es escenario de la lucha de clases y de las propias disputas intestinas de la clase dominante, la burguesía explotadora. Así, la mismísima revolución de mayo podría interpretarse como una revolución burguesa en cuyo marco se debaten las ideas políticas y sobre todo económicas de la época: ingresar al libre comercio que proponía el imperio británico abandonando el yugo de una España decadente fue, para muchos historiadores, el motivo fundamental de la gesta patriótica. Sin embargo, algunos sectores de las clases dominantes abogaban por la idea económica del proteccionismo, sin por ello renunciar a la telaraña del comercio internacional, por supuesto. Como vemos, las disputas inter burguesas se manifestaban ya en los comienzos de la historia de nuestro país. Luego del período de la guerra civil, se va perfilando la construcción del Estado- Nación y el ingreso de la Argentina al mercado mundial como productor de alimentos y materias primas para abastecer a los centros fabriles del imperialismo, que va a marcar los dictámenes económicos del país, cuyos dirigentes políticos, en general, no son otra cosa que sirvientes de ese imperialismo, es decir, títeres de los que marcan el pulso de la economía a nivel mundial. Tal y como ocurre ahora. Para citar un solo ejemplo, tenemos ahí el vergonzante pacto Roca-Runciman, del año 1933, durante la presidencia del General Justo, representante de los sectores exportadores ganaderos. El representante argentino, vicepresidente de la Nación, llegó a definir con claridad el verdadero estado de cosas al decir que, desde el punto de vista económico, la Argentina era una parte, de hecho, del imperio británico. Es decir, sostuvo con crudeza y sinceridad que la Argentina era una parte integrante del mercado mundial y debía cumplir con los dictámenes de la clase dominante. Podríamos abundar en ejemplos. Más recientemente, el endeudamiento externo multiplicado por los militares genocidas durante el Proceso de Reorganización Nacional y que fue creciendo durante los sucesivos gobiernos de la democracia burguesa a partir de Alfonsín. Las privatizaciones del Menemismo, que regaló las empresas del Estado al venderla a precios irrisorios, canjeándolas por papeles de la deuda externa, y poniéndolas al servicio de la burguesía. El pago descarado, y sin pestañear, de la deuda externa por parte del kirchnerismo.
Hoy, las medidas del gobierno de los monopolios repiten la misma metodología: despidos masivos (ha comenzado el año 2018 y se suman a los despidos anteriores 1300 empleados del Estado) reforma previsional, reforma educativa, reforma tributaria. Salarios y convenios colectivos a la baja. Ahora, posiblemente en sesiones extraordinarias de febrero, y sino en marzo, se va a tratar en el Parlamento burgués el proyecto de reforma laboral. Es decir, este gobierno, al igual que los anteriores, responde a los intereses y dictámenes de los grupos económicos internacionales, de la clase burguesa a la que representa.
Pero dijimos que la historia de nuestro país es la historia de la lucha de clases. Así, podríamos señalar innumerables ejemplos de lucha popular frente a los embates de la clase dominante. Algunos ejemplos emblemáticos los constituyen las huelgas de inquilinos de fines del siglo XIX y comienzos del XX, cuando los sectores populares vivían en condiciones deplorables, producto del hacinamiento y la falta de viviendas. La huelga de los talleres Vasena, en 1919, durante la presidencia de Hipólito Yrigoyen. La Patagonia Rebelde. Más acá en el hilo de la historia, el Cordobazo, el Rosariazo, el Viborazo. El Argentinazo de las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001. Innumerables son los ejemplos de las luchas obreras y populares que históricamente le han hecho frente a los embates de la burguesía y que han logrado hacerla retroceder. A lo largo de la historia los gobiernos han llevado adelante distintas iniciativas para aumentar el grado de explotación del trabajo, pero todas esas iniciativas se encuentran condicionadas por la disposición de nuestro pueblo a combatir esas políticas. En cada momento histórico, la lucha de clases ha sido el motor de la historia.
Hoy, la misma lucha de clases se expresa en las calles, en los barrios y en los lugares de trabajo. Aquellos hitos de la historia de nuestro pueblo se constituyen en experiencia acumulada que se plasma en las luchas de hoy. El desafío es enorme. Construir una alternativa política que oriente y conduzca esa pelea hacia la búsqueda de una vida digna para el pueblo trabajador. Hoy, el gobierno de los monopolios conducido por el macrismo, cumple con su papel histórico: representar a la burguesía y explotar a los trabajadores para aumentar su cuota de ganancia. A eso apunta el paquete de leyes que se vienen implementando, y del cual la reforma laboral constituye un punto central y necesario para sus intereses. Pero sabemos que la lucha popular se hará sentir. Para ello, las vanguardias revolucionarias deben estar atentas y al pie del cañón, como dijimos, para orientar y conducir esas luchas. La tarea es difícil, pero a ello nos abocamos. Nuestro horizonte no es otro que el de la Revolución Socialista, pues sabemos que es el único camino posible para terminar con la explotación y la diferencia de clases. Único camino posible para alcanzar una vida digna para el conjunto del pueblo. Ahí tenemos la experiencia histórica, de la cual hicimos un pequeño raconto. Por ello, debemos hacernos cargo del papel histórico que nos toca, como revolucionarios, en camino hacia el socialismo.