La «llegada» de capitales no significa ninguna solución para el pueblo

La reciente gira de Mauricio Macri a Rusia, Suiza y Francia tuvo dos objetivos que el propio gobierno se ha cansado de repetir. Uno el de conseguir inversiones de capital en proyectos productivos y de servicios; el otro, el de cerrar el acuerdo Mercosur/Unión Europea. En ambos casos, la sobreactuación y las ansias por mostrar que el plan de “abrir la Argentina al mundo” funciona han hecho que, por la misma sobreactuación, el fracaso de la gira sea aun más evidente.

En su reunión con el primer ministro francés Macron, presunto adalid del libre comercio, mientras Macri ofrecía el oro y el moro, se encontró con un enfriamiento tajante de las expectativas. En efecto, el tan inminente acuerdo quedó en el congelador; Macri pensó que con el solo ofrecimiento de las mejores condiciones para el capital europeo se iba a avanzar en un acuerdo, olvidando que Francia lleva a cabo una política de Estado proteccionista de la agricultura de ese país, razón por la cual Macrón manifestó que hay que ir más despacio con las negociaciones conciente de que los agricultores de su país han hecho fracasar en varias oportunidades acuerdos de ese tipo. Detalle que pareciera haber sido obviado por Macri y sus asesores, por lo que volvió de allí con las manos vacías de “buenas noticias”.

Por otra parte en Rusia y en Davos, Suiza, el presidente argentino, como en 2016 pero esta vez sin la compañía de Sergio Massa, volvió a recorrer despachos y a mantener reuniones con gobernantes y empresarios de varias trasnacionales. El objetivo de atraer capitales tampoco llegó a buen puerto. Sólo halagos y promesas pero nada en concreto. Aquí también pareciera que no se ha tomado en cuenta la situación de los capitales en el mundo; todos los análisis dan cuenta de una sobreoferta de capitales a nivel planetario pero, a pesar de ello, los datos indican que las inversiones en el mundo no crecen sino todo lo contrario.

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés) dio a conocer su “Informe sobre las inversiones en el mundo2017”.

En el citado informe se puede leer:

– Las entradas de IED (Inversión Extranjera Directa) disminuyeron en un 2%, situándose en 1,75 billones de dólares, en un contexto de débil crecimiento económico y de importantes riesgos políticos, según la percepción de las empresas multinacionales.

– Los flujos hacia las economías en desarrollo resultaron especialmente afectados, con un descenso del 14% para situarse en 646.000 millones de dólares.

– Los flujos de IED hacia los países asiáticos en desarrollo se contrajeron en un 15% en 2016, situándose en 443.000 millones de dólares.

– Los flujos de IED hacia África continuaron cayendo hasta situarse en 59.000 millones de dólares, un 3% menos que en 2015.

– La tendencia a la baja de los flujos de IED hacia América Latina y el Caribe se aceleró, con un descenso del 14% hasta situarse en 142.000 millones de dólares.

– Los flujos hacia los países menos adelantados disminuyeron en un 13%, situándose en 38.000 millones de dólares.

– Los flujos hacia las economías desarrolladas aumentaron aún más, después de un crecimiento significativo en el año anterior. Las entradas aumentaron en un 5%, elevándose a 1 billón de dólares. La caída de la IED en Europa fue compensada con creces por un modesto crecimiento en América del Norte y un considerable aumento en otras economías desarrolladas. El porcentaje correspondiente a las economías desarrolladas en las entradas de IED a nivel mundial creció hasta el 59%.

Como se puede apreciar en este último punto, los únicos datos en los que la IED aumentó se refieren a los países llamados desarrollados, mientras que en los anteriores se describe una disminución hacia el resto de las regiones del planeta.

Ahora bien. Si existen capitales por demás en el mundo y éstos no son dirigidos a la inversión para la producción de bienes, que es la única vía para su reproducción y valorización, cabe preguntarse las causas por las que se produce ese fenómeno. Al respecto, Marx señala en el Tomo III de El Capital: “La cuota de ganancia, es decir, el incremento relativo de capital es importante, sobre todo, para todas las nuevas aglomeraciones de capital que se forman por sí mismas. Tan pronto como la formación del capital cayese exclusivamente en manos de unos cuantos grandes capitales ya estructurados, en los que la masa de ganancia supera a la cuota de ésta, se extinguiría el fuego vivificante de la producción. Esta caería en la inercia. La cuota de ganancia es el resorte propulsor de la producción capitalista, que sólo produce lo que puede producirse con ganancia y en la medida en que ésta puede obtenerse”.

Por estas épocas, con grados de centralización y concentración de capitales que Marx predijo pero que han llegado a niveles extraordinarios, los capitalistas dueños de esos capitales se hacen de enormes masas de ganancias pero no encuentran salida a lo que, en definitiva, es la base material de sus crisis: la tendencia decreciente de la tasa (o cuota) de ganancia. Las fabulosas masas de capitales que van y vienen por el mundo “sólo producen lo que puede producirse con ganancia y en la medida que ésta pueda obtenerse”.

La crisis estructural del modo de producción capitalista muestra así toda su crudeza y cuestiona seriamente el rumbo económico del gobierno argentino, en el medio de la incertidumbre mundial que provoca la crisis y su consecuente dificultad para la llegada de capitales tan pomposamente anunciadas y tan poco efectivamente concretadas, a sabiendas que la llegada de esos capitales nunca significan ninguna solución para los trabajadores y el pueblo.

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