Los cambios producidos por la tecnología trajeron aparejados cambios en muchos aspectos de la vida social. Uno de los más importantes ha sido en el ámbito de la información; tanto es así que abundan estudiosos y académicos, de los cuales se hace eco mucha militancia “progresista”, que le otorgan a los medios de comunicación de masas el ejercicio de una influencia todopoderosa sobre la conciencia de los pueblos, al punto de lograr que los mismos, cual rebaño domesticado de una vez y para siempre, actúen de acuerdo a lo que esos medios quieren lograr.
Esto no es nuevo. La clase dominante y su propaganda de masas imponen la ideología dominante como parte intrínseca del ejercicio del poder que sustentan. Esto siempre ha sido así y seguirá siendo así, más aun cuando las herramientas informativas se han transformado en verdaderos arietes que, en forma permanente y continua, bombardean con toneladas de información.
Sería absurdo negar esta realidad.
Tan absurdo como eso sería creer que la información y el diversionismo ideológico que la burguesía en el poder ejercita pueda reemplazar la lucha de las clases. Las ideas y las mentiras del poder no pueden nunca reemplazar la práctica y la realidad social. Pueden confundir, pueden desviar la atención, pero en definitiva siempre se impone la realidad de la vida material que las masas atraviesan.
Por estos días, la acción de las fuerzas represivas del Estado vuelve a ponerse de relieve. Un presidente que recibe a un policía que mató por la espalda a un delincuente y una ministra que declara “cambios de doctrina”, nos recuerdan a dirigentes políticos que, no hace tantos años, hacían declaraciones de ese tipo; Ruckauf, Rico, Patti, Bussi, alardearon de ser “manos duras” y la lucha de clases se los “llevó puestos” sin más remedio.
Este gobierno, como otros en la historia, necesita imponer el disciplinamiento político y social de la clase obrera y el pueblo para poder avanzar en sus planes de mayor explotación y opresión. En ese marco de la lucha de clases se da entonces el intento de volver a imponer discursos y conductas que la clase dominante necesita como el agua, no para pelear contra la delincuencia sino para lograr que el movimiento de masas acepte mansamente sus políticas antiobreras y antipopulares.
Tan pronto como la lucha de clases se siga agudizando los intentos de disciplinamiento, en todos los órdenes, tiene sus días contados.
Este gobierno, como otros, tan adicto a las encuestas, afirma que las mismas revelan que “la gente” quiere la pena de muerte; utilizando sus mismos recursos, le recordamos que otras encuestas determinan que el gobierno no para de caer en la consideración popular luego de diciembre de 2017.
Una vez más, la burguesía monopolista se cree que manipulando la realidad va a tapar con el dedo el sol de la realidad política, económica y social de las amplias masas.
En su ejercicio permanente de subestimación al pueblo, la burguesía vuelve a levantar hoy la mano dura y la pena de muerte para esconder el verdadero pulso de la lucha de las clases.
La misma lucha de clases que se seguirá tensando y agudizando más allá de las maniobras e intentos por distraer la atención de las masas.
Y que terminará pidiendo mano dura, y tal vez pena de muerte, a los responsables de las penurias e injusticias cotidianas a las que nos somete el sistema capitalista.