La lucha de clases en la Argentina viene agudizándose incesantemente desde diciembre de 2017. Y lo que viene por delante augura que ese proceso se irá acentuando.
Las medidas que la oligarquía financiera está obligada a tomar en lo económico chocarán irremediablemente con las condiciones políticas para llevarlas a cabo. La burguesía monopolista se muestra totalmente desorientada y aturdida a la hora de convencer a las mayorías de que lo que viene es mejor de lo que hay. Sus iniciativas políticas en ese sentido están muertas antes de nacer pues se deben enfrentar con la experiencia y la combatividad de nuestro pueblo; sus furibundos ataques contra las medidas y acciones que los trabajadores llevan a cabo en defensa de conquistas o por reclamos diversos, muestran una debilidad intrínseca. Lo que antes funcionaba para confundir, dividir y engañar pierde efectividad al compás del deterioro de las condiciones de vida que se están haciendo sentir y que se agravarán.
Los más lúcidos analistas burgueses muestran una preocupación excluyente: la caída de la aprobación del gobierno macrista no está acompañada del crecimiento de ninguna de las variantes opositoras. La conclusión es que las mayorías expresan así su rechazo a toda la institucionalidad del sistema. Hacen bien en estar preocupados. Todas las expresiones genuinas que vienen desde abajo confirman este diagnóstico; las masas se sienten en la indefensión total y demuestran cada vez con más contundencia que no van a esperar a reaccionar contra los ataques a sus condiciones de vida. La defección de las dirigencias políticas y sindicales que se mueven al compás de sus especulaciones e intereses acrecienta en el movimiento de masas el repudio a esas prácticas que deja de lado las necesidades e intereses de la población laboriosa.
Este cuestionamiento a la institucionalidad burguesa viene acompañado de una búsqueda constante por parte del movimiento de masas por dotarse de herramientas y prácticas que privilegien la lucha y el enfrentamiento contra las políticas del gobierno. Ante esta realidad, las preocupaciones por cómo prepararse para las elecciones de 2019 significan conformarse con ser parte del engaño de la clase dominante, en el mejor de los casos. En el peor, representan una deserción absoluta de contribuir a la creación de las herramientas políticas que la clase obrera y el pueblo necesitan para llevar adelante la confrontación contra la clase dominante.
El pueblo argentino no necesita una opción electoral para 2019. Lo que se necesita es una opción revolucionaria que nunca podrá surgir siguiendo los cronogramas electorales del sistema, sino que surgirá del enfrentamiento abierto contra el enemigo de clase en las calles.
Las intenciones de hacer converger el movimiento de luchas y enfrentamiento actual y el por venir en los procesos electorales reproducen y legitiman la quebrantada representatividad del sistema burgués, cuando lo que se necesita es ayudar a los trabajadores y el pueblo construyan su propio proyecto, con sus propias herramientas de organización y, fundamentalmente, con su propio protagonismo que amplíe la práctica de democracia directa que se vienen realizando por abajo en abierta confrontación de la democracia representativa.
En esta tarea debemos poner los revolucionarios nuestras energías, preocupaciones y acciones. No hay proceso revolucionario que se alimente y crezca genuino utilizando las armas oxidadas de lo que debe morir y postergando las herramientas y prácticas de lo que está naciendo. Es indispensable comprender esta necesidad y actuar en consecuencia.
Lo decimos con todas las letras: pensar y actuar en función de las elecciones de 2019 es vender engaño e ilusiones a las masas. Es llamar a construir un castillo de naipes cuando lo que se necesita es cimentar y poner ladrillo sobre ladrillo para construir una sólida alternativa revolucionaria para el pueblo argentino.