El jueves, los titulares daban cuenta del pedido del gobierno para que las naftas no aumenten el viernes… SÍ aumentó el transporte público, dando con ello otro golpe al bolsillo de los asalariados. Pero el amanecer de este sábado mostró que los combustibles aumentaron un 5% más…
En una semana signada por la crisis mundial y la declarada guerra de intereses monopolistas en el petróleo, el pedido del gobierno apenas tuvo un alcance de 24 hs… Es decir, las principales petroleras enceguecidas por la crisis y la aguda inestabilidad mundial, junto al representante de Shell en el Estado argentino -el señor Aranguren, Ministro de Energía-, apenas contemplaron el escenario político y el marco electoral local que reclamaba el gobierno con vistas al 2019. Menos aún, el anuncio del congelamiento de precios de las naftas que en días pasados salió a propagandizar el propio Aranguren.
Lejos de ello, sellaron un acuerdo que contempla un incremento inicial mensual entre 3 y 4 % hasta 2019. Además de la fijación del precio local del barril de petróleo en 70 dólares aproximadamente. Amparados en la inestabilidad y la crisis internacional las petroleras, con la veña del Estado a su servicio, intentan asegurarse que frente a la eventual baja del precio del petróleo a nivel mundial, no sólo quede establecido un precio monopólico fijado por arriba de este valor, sino que además queden establecidos los aumentos mensuales de 3% que se impondrán independientemente que en el mundo el precio del petróleo baje o suba.
Aunque con esto intenten cerrar un mínimo de condiciones económicas en el marco de sus negocios, la inestabilidad y la incertidumbre es tan grande y extensa que, aunque cierren algún acuerdo, en realidad no está cerrado nada, pues la disputa entre monopolios hace cambiar de un modo vertiginoso las reglas de juego establecidas, haciendo de las mismas una frase hueca.
Como bien sabemos, todo esto repercute en los bolsillos de la amplia mayoría de nuestro pueblo, quedando claro que aun en las peores y críticas condiciones, los monopolios hacen su juego, si no se los enfrenta con aguda fuerza desde las organizaciones de base.
En este juego de ganancias y grandes negocios a costa del pueblo, si tienen que pasar por arriba de los paradigmáticos modelos económicos capitalistas en boga: si el mercado o regulación del Estado, si es liberalismo o el populismo, importa poco. La lucha por las ganancias y la imposición de condiciones que garanticen sus ganancias desde el Estado se llevan puesto esos paradigmas. Apelan a unos u otros, a la guerra y a las reglas que sus intereses imponen, poco importa si ello entra en conflicto con el gobierno de turno y los costos políticos que este debe pagar. Todo lo pasan por arriba, como queda demostrado con esta situación, que desnuda la enorme debilidad del mismo, su inconsistencia y subordinación total a los intereses monopolistas.
Buscando imponer condiciones favorables a sus negocios en este marco de crisis mundial, los monopolios exigen una desregulación total de sus necesidades económicas. Nos imponen por ejemplo las devaluaciones, o el caso de los precios de los combustibles, de alimentos, etc. O como por ejemplo, se vio con la vuelta atrás respecto del aumento de las retenciones a los monopolios que están detrás de la exportación agropecuaria, con el achique de instituciones como el Inti y el Conicet, entre una multitud de casos.
Es claro que frente al capital monopolista el gobierno actúa como una agente que viabiliza estos intereses, pero lo que estámás claro aún es que las iniciativas de los monopolios van por delante de hecho con sus acciones económicas, que la falta de iniciativas del macrismo saltan a la vista y van por detrás de las repentinas y drásticas decisiones de los monopolios, que toda la política de gobierno ha perdido la noción de a dónde ir, que se desenvuelve al compás de vaivenes sorpresivos que están fuera de su alcance, y que frente a ellos actúa totalmente desfasado de la situación política y las demandas de nuestro pueblo.
Que es impotente para contener un escenario de lucha de clases más y más agudo, siendo esta la mayor preocupación del gobierno. Que esta preocupación se hace extensiva a la oposición, que actúa como válvula de descompresión intentado contener un movimiento político desde las bases que amenaza con quebrar el desorden actual.
Que imbuidos hasta el cuajo en la crisis intermonopolista, el macrismo y la oposición no expresan otra cosa con sus políticas, que el grado de desorden en el que los propios monopolios coexisten. Toda la política de ajuste, los techos salariales, las devaluaciones, las reformas laborales, el sistema inflacionario, etc. son regulaciones del gobierno en favor de los monopolios. En realidad son arte y parte de los monopolios tratando de hacer política.
Sin embargo, desde la oposición se reclama regular los aumentos y tarifazos que no sean tan drásticos y desmedidos, es decir, más de los mismo, o sea la oposición jugando al gradualismo que no puede jugar el oficialismo,con chamuyo de barricada incluido.
Sin embargo tenemos que frente a ello se levanta el pueblo y se expresa en movilizaciones y luchas intentando quebrar estas políticas que en realidad son clara expresión del estado monopolista.
Ni los burdos justificativos para sostener el desmedido ajuste y las condiciones de desguace de la vida de millones expresados con el veto sirven ya para desmentir su situación de debilidad.
Ni siquiera darle aire al juego electoral y a la democracia burguesa. Por el contrario, la crisis política se irá profundizando en la medida que nuestro pueblo profundice su respuesta de lucha en las fábricas y en las barriadas, en la movilización y en las calles.
No solo frente a un gobierno despojado cada vez en mayor medida de apoyo político y para que venga un recambio burgués subordinado al capital monopolista (y por ello mismo tan carente de soluciones como el actual), sino en la medida que la lucha contra este esperpento implique también, la lucha contra los monopolios, es decir contra el capital mismo. Que es el verdadero artífice de toda esta situación de sumergimiento que padecemos.
Por una definitiva liberación de las cadenas de este sistema putrefacto, el paso a dar es la independencia política de la clase obrera y de las masas populares.