¿Hasta cuándo el que manda sigue olvidando? ¿Para cuándo nos juntamos para arreglarlo?

Este verso es parte del estribillo de una canción que habla de los inundados, pero que se puede aplicar a muchas otras situaciones, que son calamidades por las que tenemos que pasar los trabajadores.

La semana pasada, la dirección nacional de la UTA convocó un «Congreso Nacional» para tratar -comilona mediante- el desafuero y expulsión de unos 50 delegados de la provincia de Córdoba, que el año pasado tuvieron la valentía y decisión (con un gremio local intervenido) de negarse al ínfimo acuerdo salariar resultante de una paritaria a la baja y el reclamo de que se normalizara la seccional.

Además de decretar un paro por tiempo indeterminado que tuvo éxitos por varios días, hasta que con amenazas y aprietes tanto de la patronal como de la intervención del gremio, lograron quebrar la unidad lograda por esos primeros días.

De nada le sirvió la farsa de juntar a alguno delegados para que fueran ellos con la intervención quienes desaforaran a los “rebeldes” y los expulsaran del gremio: juntaron menos de 100 afiliados, algunos delegados, de un total de 4.500 trabajadores del sector.

De inmediato vinieron los telegramas de despidos, a todos los delegados involucrados y a compañeros consecuentes con esa lucha. La burguesía local, propietaria de las líneas privadas, el intendente de la Ciudad de Córdoba y el gobernador, aprovecharon para hacer su purga en las empresas del Estado municipal.

Varios hombres y mujeres del volante quedaron en la calle. La UTA -lejos de intervenir para solucionar los reclamos masivos de los choferes cordobeses-, sí intervino con patotas para dividir a los compañeros en lucha; sí intervino para apurar los despidos; sí intervino para cortar la cabeza de ese monstruo de la rebelión, que empezó a asomar en varios lugares: Salta, Catamarca y en Buenos Aires, donde un importante grupo de autoconvocados también levantó las bandera de rechazo a las paritarias, la denuncia a los manejos mafiosos del gremio y la mala calidad de la obra social que se cae a pedazos día a día.

Esas mañas estaturarias de la UTA, son las que usa toda la burocracia sindical desclasada, pro patronal desde hace ya muchos años. No en vano una de las principales leyes que se discutieron luego de “la primavera camporista” en los años 70, fue justamente la ley de Asociaciones Profesionales, que es la que rije y ordena todas estas organizaciones intermedias. Ya denunciaba compañero Raimundo Gleyzer en su épica pelicula «Los traidores», lo que era la burocratización de estas dirigencias desclasadas y encandiladas por las prebendas del poder capitalista, bajo la tutela del Estado burgués.

Por estos días, no sólo la UTA recurre a estas medidas para “limpiar” opositores. Lo hace la UOM, lo hacen los Mercantiles, los hacen algunos Estatales, lo hacen todos los que corren el riesgo de ser cuestionados y combatidos por sus bases.

“Si me jodes, te jodo” es lo que practican estos traidores, estos cómplices necesarios de la explotación capitalista. Y tampoco es casual que cada vez hay más casos de intento de desafuero de delegados, que parados en las bases, cuestionan y luchan contra estas lacras que engendra y necesita el sistema.

Mucho hemos dicho desde esta página sobre estos impresentables traidores; le temen a sus propios compañeros, le temen a la masividad, les temen a la suma de conciencia de cada trabajador, le temen al accionar colectivo de la clase.

Es así que -a pesar de toda esta rosca legal que utilizan las burocracias- surgen a diario hombres y mujeres dispuesto a organizarse en forma independiente, más allá de la institucionalidad  burocrática  burguesa, más allá de las tutelas paternalistas del «votame que yo no te voy a defraudar», de los discursitos combativos que luego se terminan convirtiendo en «sensatas negociaciones para abarcar a todos y no comprometer puestos de trabajo”… Van surgiendo organizaciones alternativas para poner en práctica la legalidad proletaria que da la asamblea, donde todos proponen, todos deliberan, todos deciden. Eso es la democracia directa, la democracia proletaria, la democracia revolucionaria.

Por eso somos fervientes defensores de todos estos intentos locales y regionales de conformar direcciones de base de trabajadores. No sólo dispuestos a cambiar un accionar gremial, sino dispuestos a grandes cambios que esta sociedad demanda y que no solamente son posibles, sino que cada día que pasa se  hace más necesario. Un cambio revolucionario surgido desde lo más profundo de nuestro pueblo, de los que vivimos de nuestro trabajo que somos millones, para desplazar definitivamente a quienes viven de nuestro trabajo, que son una ínfima minoría.

No dejarlos gobernar es la imperiosa necesidad del momento; tanto a estos burócratas traidores y desclasados, como estos gobiernos serviles de lo más concentrado del capital.

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