La “máquina de provocar casualidades” se puso a pleno funcionamiento. Y entonces las encuestas le dan mal al gobierno; y comienza a ganar puntos la ex presidenta Cristina Kirchner; y tanto gobierno como oposición ya la confirman candidata; y vuelta a aparecer las “preocupaciones” de los inversores que nunca invirtieron por la vuelta del “populismo”. La mesa está servida, y el menú electoral es lo de siempre: todos los platos vienen condimentados con el ingrediente preferido de la burguesía monopolista, el electoralismo; y todos los comensales que se sienten a esa mesa estarán cumpliendo con el mandato sagrado de poner a resguardo la democracia representativa.
Poco importa que todavía falte más de un año para el banquete y que, en medio de la crisis política y económica galopante, el menú se convierta en comida de descarte.
Lo que sí les importa, y mucho, es mantener a las masas dentro del redil de las instituciones burguesas aun cuando cacareen y se rasguen las vestiduras por la acuciante situación social y económica que sufre nuestro pueblo.
Esta coyuntura que se abre trae un nuevo desafió para las fuerzas revolucionarias. Comienza a reeditarse la versión de un amplísimo frente electoral que tenga como principal objetivo ganarle a Macri en 2019. Allí, nos dicen, hay que poner las energías sin importar seña ni color. Un nuevo engaño a las masas se está gestando.
¿Por qué decimos nuevo engaño? Es más que obvio que coincidimos en que el gobierno de Macri es desastroso desde todo punto de vista. Más aun parados desde los intereses de las mayorías populares, las que ya sufren y seguirán sufriendo el deterioro de sus condiciones de vida y el ataque a sus conquistas y derechos. En lo que no coincidimos es que la tarea inmediata y permanente de los revolucionarios sea colaborar y ser furgón de cola (en el mejor de los casos) en la construcción de frentes electorales en los que se busca reemplazar a un sector de la burguesía monopolista por otro sector de esa misma clase. Los revolucionarios buscamos forjar la más amplia unidad desde abajo para enfrentar al gobierno y sus políticas en las calles, en los centros de trabajo y estudio, en los barrios, y en ese camino construir una alternativa revolucionaria de masas en las que nadie se proponga como salvador de las mismas sino que sea una construcción en la que la clase obrera y el pueblo ejerzan su propio derecho a organizarse y a construir una herramienta política que apunte a luchar por el poder y derrotar a toda la burguesía monopolista.
En ese sendero, impulsamos el ejercicio de la democracia directa como contraposición de clase a la democracia representativa. Ello implica no caer en la trampa tantas veces utilizada por la clase dominante que ofrece cambiar a la “burguesía mala” que gobierna por una “burguesía buena” que vendrá a redimir a los explotados y oprimidos.
No sentarse a la mesa del banquete electoral no es una cuestión de principios; es una cuestión eminentemente política de los que buscamos consecuentemente una salida revolucionaria a la crisis del capitalismo, que es estructural y no se va a resolver con un gobierno que se disponga a dejar caer algunas migajas de una mesa llena de manjares costeados por la explotación a las mayorías.
Se vienen por delante meses de mucha lucha y movilización obrera y popular. Las fuerzas revolucionarias debemos persistir en forjar la construcción de la unidad política del pueblo con las políticas que acumulen hacia la revolución y no a alimentar falsas salidas electorales.
Sabemos que no es el camino más fácil. Las presiones ya se hacen sentir y se irán incrementando. Toda la ideología dominante intentará presentarnos como los “iluminados” cuando en verdad son ellos los que juegan ese papel: el de querer que las masas populares sigan la zanahoria del salvador de turno e impedir su organización independiente.
Los revolucionarios seguiremos bregando por la emancipación de la clase obrera y el pueblo, pero no como lo marcan los manuales de la dominación burguesa sino proponiendo tirar a la basura esos manuales y que sea el pueblo argentino el que escriba y ejecute su propia gesta para su liberación definitiva.