Terminar con el circo del poder y avanzar en la lucha por nuestros derechos

El desfile de empresarios y funcionarios del gobierno anterior ante la institución judicial. La retahíla de allanamientos a domicilios y oficinas, acusaciones, declaraciones de arrepentidos echándose culpas propias, excarcelaciones a señores de traje y corbata dueños de acciones, bonos y grandes capitales, abogados que toman causas, abogados que renuncian y hasta un juez que llora y declara que sus dictámenes los hizo bajo presión (pero siguió siendo juez hasta que limpió las causas de los acusados que lo presionaban), conforman una catarata de movimientos que se suceden sin coordinación en un espectáculo grotesco que, sin embargo, tiene una coreografía lógica que sigue los lineamientos de un ballet aprendido y ejecutado por bailarines que saben perfectamente cuál es su roll aunque los directores del espectáculo cambien permanentemente, se peleen entre sí, muten las escenografías y el público no se renueve.

Nunca antes en la historia ha habido tanta labor judicial desplegada e inocua “contra” señores del poder económico y político en nuestro país. Nunca antes ha sobrevolado tanto comentario instalado masivamente sobre robos, coimas, “aportes” de campaña, indicios, pruebas, asociaciones ilícitas, etc. Todos elementos que nos ponen a veinte centímetros de los ojos como para que no veamos otra cosa más que lo descrito.

Pero la realidad llega a través de sus múltiples tentáculos, nos envuelve a las mayorías populares y aprieta rudamente haciéndonos exhalar el aire viciado que atrapan nuestros pulmones, sin dejarnos espacios para volver a llenarlos con algo de aire. Nuestros pulmones son los bolsillos y la realidad son las decisiones políticas que se toman en el escenario detrás de bambalinas en momentos en que se hace más intenso el espectáculo lamentable de los personajes que intentan entretener al público con sus aburridos y cansadores pasos erráticos. Porque mientras el grotesco se enseñorea en el escenario, los carameleros y vendedores de golosinas, snaks y otros bocaditos, en vez de entregar las mercaderías, se ocupan de vaciar las carteras y billeteras del público concurrente.

Así, la semana pasada se decidió que el salario mínimo, vital y móvil llegue, a mediados del año que viene a la irrisoria y dramática cantidad de ¡¡¡$ 12.500.-!!!

El artículo 14 bis de la Constitución Nacional que el gobierno y empresarios juran en vano respetar dice: “El trabajo en sus diversas formas gozará de la protección de las leyes, las que asegurarán al trabajador: condiciones dignas y equitativas de labor, jornada limitada; descanso y vacaciones pagados; retribución justa; salario mínimo vital móvil; igual remuneración por igual tarea; participación en las ganancias de las empresas, con control de la producción y colaboración en la dirección; protección contra el despido arbitrario; estabilidad del empleado público; organización sindical libre y democrática, reconocida por la simple inscripción en un registro especial.”

¿Qué tiene que ver esto con la “labor judicial” que nos muestran los señores del poder si no se cumple esta ley fundamental y todos ellos contribuyen a pisotearla y degradarla a pesar de que fueron ellos mismos quienes la escribieron, la votaron y la publicaron? ¿Acaso la intensa labor judicial contra la llamada corrupción nos aumentará el ingreso mínimo al valor de la canasta familiar que hoy supera los $ 35.000? Este espectáculo, en esencia ya lo vimos y, al final, no mejoró nada nuestra situación.

¿De qué sirve la ley o la “labor judicial” desplegada si el saqueo a quienes trabajamos y producimos todo lo existente en el país, se nos priva de los más elementales medios de vida y se nos achatan cada vez más los ingresos provenientes de nuestra obligada explotación por parte de estos señores? ¿Cuál es el camino para lograr una vida digna para los trabajadores y el pueblo?

El delito de estos personajes no consiste en ciertas acciones ilegales o pasos mal dados, consiste en sostener el espectáculo, la obra teatral, que es el propio sistema capitalista que ya no tiene más lógica que una coreografía descoordinada, que no tiene arreglo y que, por esa razón, no hay director, cuerpo colegiado, partido político o institución que pueda resolver los problemas de la sociedad, porque el sistema está armado para el triste y dramático espectáculo de sólo entretener y beneficiar a los que están en el escenario, aumentando sus ganancias, reproduciendo sus capitales, a costa del sufrimiento de las grandes mayorías laboriosas que asisten obligadas a la función.

Los cambios de artistas y coreógrafos no mejorarán absolutamente nada. El público debe tomar en sus manos la función como ya se viene haciendo desde algunos crecientes sectores en lucha.

No hay arreglos parciales que puedan remediar la situación. Las raíces podridas deben ser reemplazadas por raíces saludables y fuertes nacidas al calor de la lucha, entre quienes ya no queremos este espectáculo y sufrimos el saqueo de quienes lo dirigen. Hay que cambiar la cara de la taba, tal como se viene haciendo con la presión, la movilización y la práctica de las discusiones y decisiones tomadas en asambleas en donde se desarrolla la democracia directa.

Si queremos poner en vigencia los derechos y libertades a las que aspiramos y merecemos como pueblo, el camino es enfrentarlos y echarlos, no sólo del escenario de la política y el poder económico sino de nuestras vidas, a estos parásitos a quienes no queremos ver más.

Avancemos entonces sobre los puntos políticos que nos unen entre los cuales mencionamos:

1) Salario mínimo y jubilación mínima igual a la canasta familiar.

2) Frenar y hacer retroceder los tarifazos. Basta de aumentos de precios e inflación.

3) Defender los derechos laborales y sociales conquistados por los trabajadores.

4) Ampliar los derechos políticos de la clase obrera y el pueblo frente al crecimiento del autoritarismo.

5) Extender y profundizar el ejercicio de la Democracia Directa.

6) Impulsar organizaciones de base estables que se constituyan en referentes locales para motorizar estos objetivos políticos y el ejercicio de la democracia directa.

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