Gobernabilidad y ajuste: dos caras de la misma moneda.
Las relaciones entre ambas conjugan -a modo de síntesis- las ambiciones de la burguesía monopolista. El poder necesita del ajuste para sostener y profundizar sus ganancias, y la gobernabilidad para sostener el ajuste.
El ajuste necesita gobernabilidad, la gobernabilidad necesita ajuste. Sin embargo, la situación actual echa por tierra el significado de todo este esquema que alguna vez intentó ser expresión de un plan político del gobierno, al servicio de los intereses monopolistas.
La moneda viene girando en el aire, y por mas volteretas que dé no puede conciliar las dos condiciones de su dominación (ajuste y gobernabilidad) sin afectar su interacción, sin afectar una a expensas de la otra y ambas al mismo tiempo.
Se evidencia su incapacidad política que se expresa concreta y materialmente del único modo que puede manifestarse su inconsistencia: por medio de la profundización de la crisis actual.
La burguesía monopolista vacila. No tiene interlocutores válidos en el gobierno, ni en la oposición, que viabilicen sus demandas. Ni el FMI, ni Wall Street, ni Black Rock, ni Templeton lo disimulan. La oligarquía pide la cabeza de unos u otros, pide acuerdos políticos, pide paz social. Pide que sus guerras intestinas y sus negocios queden a resguardo, pide que sus empleados en el gobierno y en la oposición, en las cúpulas sindicales ofrezcan un mínimo de garantías políticas, pide socorro a quienes ya no tienen sustento.
A despecho de una realidad política, económica y social cada vez más adversa y virulenta que no ofrece garantías, ni para el pago de sus deudas usureras, ni para la estabilidad política, demanda que la crisis no engulla sus dividendos, rentas e intereses; y frente a ello, profundiza el ataque a los bolsillos de los trabajadores y el pueblo.
Parada en este escenario, la brújula del “cómo” ya no señala gobernabilidad, sino un horizonte de enfrentamientos de clase que atenta contra los propios intereses del capital monopolista, profundizando su crisis.
Frente a la incertidumbre, el desgobierno y toda la inconsistencia de su propia mugre como clase en el poder, la burguesía monopolista no tiene otra forma de expresar sus demandas que con más saqueos, más devastación de las condiciones de vida y trabajo, de empleo, de jubilaciones, mas ignominia para los jóvenes, y los pequeños y medianos comerciantes.
Las mega devaluaciones como las vividas en estos días detonan toda la virulencia que contiene el carácter rapiñero y anárquico de la oligarquía, que frente a la imposibilidad de sus planes, muestra su desesperación y pretende resolver por esta vía -la del mercado- lo que ha sido impotente de hacer desde la gobernabilidad.
Enredada en este laberinto del cual no puede salir y con la misma inconsistencia con que intentó llevar adelante el ajuste, la burguesía monopolista reclama profundizar estas nuevas condiciones de saqueo tratando instituirlas como plan.
El nuevo viaje de Dujovne a EE.UU tiene esa clara intención. Trata de garantizar que las ganancias de las facciones del capital monopolista no se diluyan en el caos político de la ingobernabilidad y que -aún a expensas de los costos que haya que pagar- las posibilidades de sus negocios de explotación y usura no desbarranquen.
No es casual que los «popes» de la economía, los Ferreres, los Melconian, y demás personajes de esta calaña, vociferen sin tapujos “hay que anunciar más ajustes» y que «nadie en el gobierno es imprescindible salvo Macri”.
Anuncios de este calibre y de los más disparatados ha aparecido en los medios en estos días, los «cráneos» que se podrían aparecer sensatos para su clase, aparecen golpeándose contra la pared como viejos juguetes de cuerda.
La crisis es tan profunda que subestiman el marco político adverso que están viviendo, producto del enfrentamiento masivo a sus planes.
Aún creen que los partidos del sistema, el parlamentarismo, junto con la CGT y demás cúpulas traidoras, garantizarán la gobernabilidad como han tratado hasta ahora. Que la zanahoria electoral quebrará las instancias de lucha desde las bases y que se alcanzarán condiciones de equilibrio institucional….
Pero la situación desborda esos marcos de institucionalidad vetusta y rompe con las tradiciones de conciliación que siempre han perjudicado a los trabajadores y el pueblo.
La lucha de clases actual está asentada en las experiencias del 2001 y en los cientos de enfrentamientos y conquistas de los trabajadores y el pueblo.
Es un escenario de debilidad de la burguesía monopolista, donde arremeter contra el ajuste desde la masividad y desde el ejercicio de la democracia directa en lo local y nacional, también implica debilitar su dominación. Y al mismo tiempo, ir construyendo el ejército político de masas capaz de avanzar en la toma revolucionaria del poder.