El capitalismo nos impone las desgracias y luego nos quiere vender las soluciones

Esta semana el presidente Macri habló dos veces. Una, el lunes con un mensaje grabado, y la otra, ayer en la conferencia de la UIA.

No vamos aquí a analizar su discurso.

Lo único que diremos es que sus palabras, como la de tantos dirigentes de la burguesía, simulan hablar de los problemas de nuestro país y de nuestro pueblo cuando en realidad hablan de las necesidades que tiene la clase dominante para seguir adelante con el saqueo, la explotación y la opresión que garantice mantener sus ganancias y la marcha de sus negocios.

Vamos a hablar entonces de nuestra situación como trabajadores y pueblo, y lo que se viene por delante.

No son días fáciles los que les toca atravesar al pueblo argentino. Más aún, las mujeres y hombres que ya lucen algunas canas saben de lo que se trata. Porque no es la primera vez que nos toca vivir días agitados; días y semanas que golpean y que duelen; meses en los que la incertidumbre, el temor y los interrogantes más variados ganan las mentes y los corazones.

Todo ello en el medio de la lucha por sobrevivir, por ver cómo estirar los sueldos para “llegar a fin de mes”, por ayudarse entre las familias a aquel integrante que se quedó sin trabajo o al adulto mayor que no puede vivir con las miserables jubilaciones actuales.

Épocas en las que los comedores escolares, los merenderos, las barriadas más pobres, sufren como nadie el azote del abandono más cruel e inhumano del que es capaz el sistema capitalista y sus gobernantes. Ayer mismo, un niño de 13 años fue asesinado por las siempre bien dispuestas y letales armas de los que nos quieren imponer orden en el medio del desorden que ellos mismos generan.

Muchos de nuestros compatriotas afirman que esto ya lo vivimos y que la cosa va a terminar mal. Y no les falta razón.

Porque el sistema, tan rapaz e inhumano es, que nos impone las desgracias y luego nos quiere vender las soluciones. Son mercachifles que reparten tristezas a domicilio y luego vienen a vender máscaras con sonrisas pintadas.

Pero esta vez es distinto. Esta vez, será distinto. Porque todo aquello vivido y sufrido, todo aquello que lleva a concluir que siempre es igual, viene acompañado de la eterna rebeldía de nuestro pueblo. Eso también es igual; la rebeldía, el coraje, las ansias de vivir mejor, el no darse por vencido ni aun en la peores circunstancias, esa también es una característica fundamental que tiene nuestro pueblo y que hoy vuelve a ser demostrada.

Pero hay algo más. Hay organizaciones, hay estructuras consolidadas, hay luchadores y luchadoras de toda la vida y de los nuevos, que vienen haciendo un recorrido por abajo de luchas, de enfrentamientos, de organizarse como conviene a sus aspiraciones e intereses y no como le conviene a los mandaderos del sistema.

Y hay además ideas y proyectos revolucionarios que van coincidiendo con esas experiencias. Que se van juntando, que comienzan a comprender que sólo construyendo un camino político independiente como clase y como pueblo es como será posible que esta vez los platos rotos los paguen los de arriba y no los de abajo.

Debemos prepararnos para grandes enfrentamientos; nuevas gestas serán protagonizadas por nuestra clase obrera y nuestro pueblo. Y en la medida que esas acciones puedan confluir en un proyecto político común, que nada tenga que pedirle ni esperar de los de arriba, serán gestas distintas.

Serán hechos políticos en los que vamos a ir poniendo, ladrillo sobre ladrillo, para construir la herramienta política nacional que el pueblo argentino no sólo necesita, sino que reclama a viva voz.

Por todo ello los revolucionarios tenemos dos grandes responsabilidades que cumplir en esta hora. Primero, confiar plenamente en la capacidad y combatividad de nuestro pueblo que, una vez más, no se dejará llevar por delante. Segundo, apostar a que toda esa experiencia que se viene amasando desde abajo ejercitando la democracia directa y el protagonismo irreemplazable de las bases, sean el fundamento para la construcción de la herramienta política nacional que, desde lo local, comience a mostrar un camino de salida real que ponga por delante los intereses de las amplias mayorías populares.

La unidad política necesaria entre la clase obrera y demás sectores populares es la respuesta de clase independiente que la situación demanda. Allí debemos poner toda nuestra inteligencia, nuestro esfuerzo, nuestra pasión; estamos seguros que existen miles de revolucionarios que coinciden con ello y, nuevamente, contamos con la experiencia y la decisión indomable de nuestro querido pueblo argentino.

Sigamos poniendo manos a la obra. Salgamos a la lucha y al enfrentamiento con la convicción de que es ésta una situación histórica distinta en la que podremos avanzar pasos de gigantes.

La burguesía monopolista tiene claro lo que debe hacer, aún cuando no tenga las espaldas políticas para realizarlo. La clase obrera y el pueblo tenemos esas espaldas que se verán reforzadas cuanto más claro tengamos lo que nos toca hacer.

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