Días atrás publicábamos un artículo en esta misma página (https://bit.ly/2Ob582k) en donde hacíamos hincapié en el modo de producción capitalista en nuestro país y cómo, a partir de esas relaciones, era una ínfima minoría la que se quedaba con los beneficios de lo que se produce con el trabajo y el esfuerzo de millones.
En ese marco, en la sociedad capitalista, la división de las clases está identificada por esas relaciones de producción, por la forma en que se producen las mercancías. En su seno, cada individuo ocupa un lugar en la producción, determinado por la división social del trabajo. Allí se encuentran identificadas dos clases sociales fundamentales para la reproducción del sistema capitalista, que son: la clase obrera (que es la que produce las riquezas con sus propias manos) y la burguesía (la cual se apropia de lo producido).
Algunos podrán sostener que estos conceptos son “viejos”, que “atrasan” o que están “perimidos”… podrán decir lo que quieran respecto a ellos, pero si de algo estamos seguros es que son lo que son: los ocultan, los tergiversan, los ensucian y hasta intentaron hacerlos desaparecer, con el único objetivo de perpetuar su dominación.
Porque los trabajadores para subsistir seguimos estando obligados a venderle nuestra fuerza de trabajo a la burguesía, porque no tenemos otro medio de subsistencia, mientras que la misma es la poseedora de todos los medios de producción, y por lo tanto de todo lo producido. De allí que el antagonismo de clases sea inherente al mismo sistema de producción.
La lucha de clases (término -si se quiere- políticamente incorrecto para la institucionalidad del sistema que tanto necesita –y reclama- “la paz social”) es entre quienes defienden sus riquezas y quienes luchamos por una vida digna. Les guste o no, estemos o no los revolucionarios, la lucha de clases existió y seguirá existiendo como consecuencia natural del capitalismo.
En el transcurso del desarrollo del sistema capitalista, la burguesía industrial fusionada con los grandes capitales bancarios, se han constituido como oligarquía financiera, dominando y desapareciendo a las viejas “burguesías nacionales”, bajo el yugo de su poderío, para obtener el control absoluto, no sólo de la plusvalía y los mercados mundiales, sino también de los Estados del mundo, con el objetivo de adueñarse de las riquezas naturales de los países y de las riquezas producidas por millones y millones de trabajadores, dejando como consecuencia un tendal sin número de seres humanos en el destierro de la pobreza, la destrucción y la muerte.
Esto es lo que denominamos Capitalismo Monopolista de Estado, y lo que hoy pasa en nuestro país no es ajeno a ello, por el contrario. En esta última fase de desarrollo del sistema capitalista, la oligarquía financiera ha cooptado los Estados en el mundo, poniendo en funcionamiento todas sus instituciones a su servicio estricto, para el beneficio de sus intereses.
Son directamente los monopolios quienes toman las decisiones políticas y económicas en nuestro país (en gobiernos como este o en gobiernos con discursos “progresistas”, todo les sirve) colocando e interviniendo inclusive, en cargos fundamentales como funcionarios de Estado, a gerentes de las empresas monopólicas. (ver en nuestra página https://bit.ly/2p1JYsz cuando asumió Cristina Kirchner; o https://bit.ly/2NDAx0f cuando asumió Macri)
Quienes gobiernen este Estado, son quienes administran mejor –en cada momento histórico- los intereses de la oligarquía financiera. No le hacen asco a nada y sus gobiernos pueden tener tintes del color que sea, con caretas tanto de izquierda como de derecha o de centro, según más le convenga; ya que mientras puedan seguir extrayendo plusvalía a costa de la explotación de la clase obrera Argentina, nada le importa…
Por eso no es casual que en momentos como este vuelvan a tomar cierto aire posiciones reformistas que- con todo un palabrerío “izquierdista”- no hacen otra cosa que desvirtuar el antagonismo de las clases y el protagonismo desde las bases. Para ellos (y siempre muy cuidadores de la democracia burguesa) habría representantes de “la derecha”, que serían los malos, y representantes de “la izquierda”, que serían los buenos. También habría “empresarios buenos y empresarios malos”; habría “burgueses buenos que hacen inversiones para que el país salga adelante y burgueses malos que se la llevan ellos”… y la lucha de clases, bien gracias…
Cuando nos hablan de todo esto, el único objetivo que persiguen es el de esconder la raíz de todas las luchas, el antagonismo de clases. Saben el riesgo que corre su dominación si la clase obrera se erige como dirigente de todo el pueblo, amasando un poder real capaz de llevar adelante el proceso revolucionario, capaz de arrebatarle su poder y expropiarles sus medios de producción.
Que no nos adornen la píldora con la mugre de su parlamentarismo burgués, para dividir a la clase obrera y al pueblo. Ellos le tienen terror a la lucha de clases. Nosotros sigamos haciendo lo que tenemos que hacer, sigamos dando pasos en los diferentes niveles de movilización, organización y enfrentamiento, avanzando en la unidad desde abajo, ahondando la crisis de gobernabilidad de la oligarquía financiera.