El presidente del gobierno de turno que beneficia a los grandes monopolios, el señorito Mauricio Macri, en declaraciones efectuadas la semana pasada para justificar la “compensación” que se intenta realizar a las empresas de gas por la devaluación del peso (llamada aumento del dólar), dijo: “basta de mentiras, las cosas cuestan y hay que pagarlas”.
Se dirigía con esos términos cínicos a la población laboriosa, a los trabajadores, a los profesionales, a los cuentapropistas, a los pequeños empresarios y comerciantes que trabajan y sufren las consecuencias de los enormes precios de las tarifas de servicios esenciales para la vida que protestan por el incesante incremento de las mismas.
El presidente mentía una vez más, porque se guardaba, y guarda, en silencio la verdad mayor ocultada por él y toda su clase burguesa: Los parásitos burgueses han construido su imperio capitalista no pagando las horas de trabajo que los obreros y trabajadores realizan a diario para producir todo lo que se hace y poner en marcha a todo el país.
Del no pago de las horas de trabajo del ejército de trabajadores sacan sus ganancias y, además, pretenden que se les pague el precio de las mercaderías y servicios que venden al pueblo luego de haber recibido en forma gratuita, amparados por la ley burguesa de la propiedad privada de los medios de producción, el total de la riqueza producida en el país.
Sabemos que las gasíferas y las petroleras, al igual que las mineras, graneleras y aceiteras, en realidad, el conjunto de monopolios que manejan la mayoría de la producción del país, ganan fortunas. Por ejemplo, uno de los medios masivos de difusión, manejado por la propia burguesía, ha publicado que los bancos han ganado el 263,7 % comparando agosto del año pasado con el mismo mes de este año. Pero esa ganancia nace en forma de plusvalía en la producción industrial y es apenas una parte del beneficio empresario que el industrial se ve obligado a “compartir” con los bancos.
La plusvalía que se le extrae al obrero en la producción es mucho más abultada que el porcentaje arriba mencionado, aunque la misma circule de mano en mano entre los distintos burgueses monopolistas. Lo que no sabemos y se oculta arteramente cuál es el porcentaje de ganancia nacido en la producción industrial que permite a los bancos ganar ese abultado índice.
Esa plusvalía constituye tiempo de trabajo proletario no remunerado. ¡Y el presidente, muy suelto de cuerpo, dice que “todo hay que pagarlo”!
La corrupción del sistema no es sólo el dinero que acaparan los funcionarios y se meten en sus bolsillos. La mayor corrupción del sistema consiste en que 20 millones de trabajadores argentinos llevan en sus espaldas el peso del sostenimiento de un puñado de parásitos que conforman la burguesía monopolista y que obtienen grandes capitales a expensas de la superexplotación y miseria del pueblo.
Es por esa razón que, por ejemplo, ante la frenada y retroceso del gobierno respecto de cargar a las facturas la famosa “compensación” para las gasíferas, hay que hacer los esfuerzos para que tampoco el Estado, realice tal “compensación” ya que si eso ocurre, los trabajadores y el pueblo laborioso terminarán pagando los platos rotos.
Se profundiza entonces la necesidad de enfrentar la medida, generalizando las luchas y organizando todo tipo de medidas contra los tarifazos, aumentos de salarios, defensa de las conquistas populares hasta aquí logradas, ampliación de nuestros derechos y consolidación de las organizaciones de base que ejercitan la democracia directa y que nos ayudan a orientar y dirigir el golpe contra estas políticas antipopulares, dando todos los pasos necesarios para no dejarlos gobernar a favor de sus enormes ganancias y en contra de nuestros ingresos y nivel de vida.