En los últimos días, las clases dominantes vienen haciendo notar su nerviosismo con manifestaciones que ya adquieren un carácter público y que no se “aguantaron” discutirlas entre cuatro paredes. Expresiones que son un claro signo de la agudización de la lucha de intereses inter monopólicos por un lado, pero fundamentalmente porque el crecimiento de la bronca por abajo, sumado a el estado de movilización creciente, los lleva a dudar entre el plan de gobierno y el futuro de un fracaso anunciado del engaño político por parte del gobierno, a sectores del pueblo que hasta no hace mucho tiempo le “daban” cierto crédito a las mentiras mediáticas y discursos alusivos a los problemas heredados por el gobierno anterior. La lucha de clases pone la música y la burguesía tiene que bailar con un ritmo que no quiere.
Los sucesivos desplantes de la Carrió trascienden diferencias de hombres y de nombres en algún ministerio (a pesar que este todo cruzado). En realidad es una disputa entre monopolios que hace años están enquistados en el país, que responden a la industria siderúrgica, alimenticia, textil, petroleras y otras, con ciertos compromisos con el presidente Macri y la Carrió como figura visible que directamente aspira a hacerle los deberes al Departamento de Estado de los EE.UU., que tienen aspiraciones de suplantar tales monopolios por otros, y vaya a saber las disputas en el marco de la concentración económica y la especulación financiera.
Esto no indica que Macri no vaya a tener relaciones carnales con el presidente Trump, pero negocios son negocios y en ello todo no es tan lineal. Los intereses monopólicos mundiales también juegan en Argentina y se entrecruzan. Lo novedoso no son las disputas -que las hay y las va ha haber en esta etapa del capitalismo- sino que salgan a la luz. De hecho ya hay sectores de la prensa que defendían a rajatabla al gobierno, que hoy lo salen a cuestionar abiertamente.
Otro ejemplo: la propia marcha a Luján estuvo prácticamente promovida por las grandes industrias automotrices, que hasta entre ellos no se ponen de acuerdo. Incluso que Toyota se distancie de ADEFA, la Cámara que aglutina al sector, no puede ser visto por fuera de la crisis política que se agudiza, o lo de Garabano, o lo de la Burlich y la Gendarmería, etc.
Todo esto aporta a una profundización de la ingobernabilidad, las masas no toleran la vida agobiante y el hartazgo cada día se expresa con más virulencia. El anuncio de un nuevo paro por 36 horas de la C.G.T. va en consonancia con esto que se mueve abajo y las contradicciones de los gordos con el gobierno.
Ahora tienen en puerta otro nuevo raund, que es la aprobación del Presupuesto, el cual -como está planteado por el gobierno-, implica una nueva vuelta del ajuste contra el pueblo, pero en un contexto donde la llamada oposición parlamentaria sabe muy bien que ya no van a poder votar a favor del gobierno y pasar desapercibidos (mas allá de la llamada extorción a los gobernadores).
En las puertas de un año electoral donde todos se juegan algo más que su discurso, donde la moneda está más que en el aire y las presiones hacen esto, que el sector del peronismo que levante la mano a favor, bien puede despedirse de toda aspiración de erigirse como unificador del Partido Justicialista y por lo tanto, convertirse en alguna opción presidenciable. En un momento donde nadie -dentro de la oposición- está en condiciones de ponerle el cascabel al gato. En pocas palabras, la crisis política trasciende al oficialismo, la burguesía lo sabe pero de ninguna manera les resultara fácil salirse de ella.
Así las cosas, podríamos afirmar que es la lucha (aunque dispersa) de los trabajadores y el pueblo la que ha generado mejores condiciones para el enfrentamiento y la confrontación, donde comienzan a perder los estribos los popes de la burguesía, obligados a exponer sus diferencias públicamente y no al revés.