¿Por qué decimos que el Estado burgués es reaccionario?

Hemos abordado muchas veces el tema del Estado en diferentes artículos, ya que es un problema fundamental para entender el devenir de la Historia. Sin embargo, hoy el tema tiene gran actualidad porque es necesario combatir en su esencia todo tipo de oportunismo y reformismo, que vuelven a inundar los medios y la acción política de diversas fuerzas esencialmente reaccionarias aunque muchos en su verborragia se presenten como “progres”.

Los ideólogos que secundan y realizan estos discursos floridos, lastimosos desde cualquier punto de vista por una total ausencia del manejo de la Historia y del conocimiento científico acumulado por la humanidad, proliferan sin pedir permiso en todos los estamentos de la sociedad y de forma caricaturesca se chocan una y mil veces por la experiencia vivida por nuestro pueblo.

Desde sus pasquines nos advierten que las políticas del Estado buscan la conciliación de las clases (para esconder que el Estado es detentado por una clase y desde allí se reprime a las clases desposeídas), se sugiere además que el Estado capitalista es un órgano eterno de dominación de clase y que pensar en su extinción sería como un infierno caótico y descalabro de la organización social.

En ese Estado capitalista «eterno» que nos inculcan desde la cuna, todo su andamiaje está dedicado a la deformación ideológica del ser humano, a saber: la educación en todos sus niveles, primario secundario y universitario, la religión, la justicia, la prensa escrita y oral y toda arista cultural concluyen por décadas y décadas desde la conformación del Estado en que el mismo “puede estar mal pero se puede mejorar y perfeccionar”.

Ocultan bajo siete llaves que el Estado es una herramienta de represión de una clase sobre otra y que el Estado capitalista, como lo es en nuestro caso, ha utilizado las dos formas de gobierno posible para mantener a raya a la clase obrera y el pueblo.

Por un lado, la represión directa, y por el otro el engaño. Uno con los golpes de Estado y otros con el parlamentarismo burgués. La intelectualidad que dice defender los intereses populares y que el Estado burgués efectivamente se puede mejorar, sólo quiere esconder con frases huecas y vacías de contenido lo que el Estado capitalista está haciendo hoy en día en beneficio de los intereses más concentrados de la oligarquía financiera.

A esa oligarquía financiera que se ha apoderado del Estado y que domina alternativamente con sucesivos gobiernos, no se la puede “mejorar” alegremente con frases hechas y estructuradas.

Es una oligarquía financiera que se ha sabido sostener en el poder con sus dos formas de gobierno. Observemos cómo han perdurado en el poder y han tomado decisiones las empresas monopólicas como las automotrices, alimenticias, energéticas, comunicaciones, bancos, hipermercados etc., que casi con las mismas gerencias vienen tomando las decisiones del Estado por décadas y décadas. Son esas gerencias que ponen en puestos clave a sus hombres, o compran a otros en las dos formas de gobierno posible para la burguesía: dictadura o democracia burguesa.

Ese Estado capitalista del que hablamos se mimetiza al compás de la lucha de las clases en pugna, se alterna, pero en la época del capitalismo monopolista que transitamos no pierde su esencia, es más, se agudiza.

Hoy como nunca antes, el Estado monopólico burgués -gobierne quien lo gobierne- no perderá nunca su carácter de dominación de una clase sobre otra.

En este sentido no se puede alimentar ninguna esperanza, no se puede alentar el oportunismo y el reformismo de nadie por mejorar lo que no se puede mejorar.

Al Estado burgués se lo debe combatir primero y destruir después. Es un hecho violento, es allí -entonces- en donde debemos seguir luchando para conquistar lo que se pueda conquistar; es por ello que cada lucha por los reclamos de la clase obrera, de los asalariados en general y de todo nuestro pueblo adquieren importancia esencial, porque los debilita y les quita la iniciativa.

Pero ello tiene que estar cada vez más empapado de la lucha política que destruya el Estado capitalista propiedad de la clase burguesa y construya un Estado proletario de todo el pueblo. Un Estado que ponga en primer plano a las mayorías por sobre las minorías, que sin duda reaccionarán por volver al poder, e intentar volver la historia para atrás.

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