Hay quienes luchan toda la vida para poder sobrevivir o sostenerse en un sistema injusto por donde se lo mire. ¡¡Sí!!..luchar toda la vida es el común denominador de las grandes mayorías.
Pero parecería ser que luchar está solamente ligado por cambiar el actual estado de cosas y aunque ello sea una parte de la verdad podría llevarnos a un error.
El luchar por sostenerse es un concepto más amplio y no tiene “prensa”. Está implícito en la vida cotidiana, pero está impuesto por la clase dominante que la lucha es de “pocos”, “las vanguardias”, y con ello ha naturalizado una injusticia. Hay que levantarse una y otra vez, durante generaciones, para sobrevivir, y es ello lo que se esconde. Se oculta la enajenación y la alienación que produce el mismo sistema capitalista.
Pero quienes luchamos por cambiar las cosas también estamos dentro de esa gran masa que lucha por sobrevivir -nos sostiene al igual que a todos- la esperanza de cambio. Luchar y luchar, sea por un concepto amplio o un concepto más específico. Luchar al fin.
Las luchas por sostenerse para sobrevivir siempre vuelven a empezar, todos los días las jornadas se reiteran y parecería ser que cada vez son más duras, más trabajo, más inestabilidad, menos futuro, menos dignidad, pero hay que remarla y nuestro pueblo lo hace.
Hay luchas que decididamente son contra las injusticias, son luchas que llevan a movilizarse, a organizarse, luchas que intentan frenar el despojo que nos hacen las clases dominantes, los sucesivos gobiernos burgueses, los poseedores de las riquezas que producimos; son luchas que nos dignifican, pero a la vez, son luchas puntuales que a veces se ganan, a veces se pierden pero que en su mayoría es un volver a empezar, sea en ese lugar sea en otro, un volver a empezar históricamente ascendente. Con más experiencia.
Hay luchas que son propias de los procesos históricos de la humanidad, aquellas que no dependen de la necesidad del momento, de su urgencia; son luchas que atacan las causas de las injusticias. Son consecuencias de épocas en donde las relaciones de producción frenan a las fuerzas productivas y se abren procesos de revoluciones sociales, así marchó la humanidad durante milenios. La propiedad privada de los medios de producción cada vez más en menos manos frena la historia, la entorpece.
Estas luchas, urgentes y necesarias se presentaron con perseverancia, tiempo, dedicación, se trató y trata de luchar por una revolución que empuje para adelante el devenir de las sociedades, conlleva lo que nuestro pueblo hace todos los días, sin excepción, sin estados de ánimos eufóricos para arriba o para abajo que lo detengan. El sostenerse lleva consigo ese sello de perseverancia.
La base de este concepto de la lucha, concepto amplio, está implícito en la lucha revolucionaria por el poder político. Pero ese concepto quiebra el círculo que nos impone la burguesía del acostumbramiento y la resignación de que las cosas deben ser así, que la vida es lucha por sostenerse.
Luchar por una revolución social dignifica a la sociedad, la conmueve, la moviliza. Pero a decir verdad la clase dominante tuvo la capacidad a nivel planetario y en nuestro país en particular, de quebrar la idea de revolución social y -en todo caso- aceptar las reglas de juego dentro del sistema, reglas que «mejore”: una aspirina para un cáncer terminal.
Luchar por una revolución social exige de revolucionarios, de organizaciones revolucionarias que puedan desplegar políticas tácticas y estratégicas con un interés de clase. Se necesitan de fuerzas materiales para orientar las luchas desde el concepto amplio que despliega nuestro pueblo, no se necesitan organizaciones revolucionarias que reemplacen esa fuerza indomable, persistente, la que lucha en día s día, se necesitan fuerzas políticas que orienten ese gran caudal.
Es allí en dónde reside hoy la clave de la acumulación de fuerzas que pueda cambiar el rumbo de la sociedad bajo un sistema injusto.
No es lo mismo luchar para sostenerse y no saber que se puede cambiar tamaña injusticia, que luchar por sostenerse pero sabiendo que se puede ser protagonista de la historia desde el lugar que uno se encuentra.
Para ello es necesario concentrar esfuerzos revolucionarios que puedan transmitir desde el enfrentamiento concreto la posibilidad de materializar una acumulación política en dirección revolucionaria. Un «todo» de toda lucha.
Hay que hacer lo que hay que hacer, ir con un lenguaje directo y llano a quienes luchan toda la vida para sostenerse, preparar las fuerzas del cambio, acumulando con quienes estén dispuestos a vertebrar las fuerzas revolucionarias que se orienten a la lucha por el poder.
No es tarea fácil, lo sabemos, pero es la tarea a realizar si es que no subestimamos las potencialidades ya existentes en la clase obrera y el pueblo. Hacer lo que hay que hacer exige de audacia y más audacia en todos los planos, quebrar el círculo vicioso que nos han impuesto y que lleva al desgaste de toda lucha. Incluso de ¡vivir!