Una “linda” fiesta en el teatro Colón de dudoso gusto estético, según la óptica desde donde se la mire, coronada con una cena de gala para todos los jefes de Estado, primeros ministros, cancilleres, etc., fue el punto central del encuentro del G20.
Pero, ¿no es que el encuentro se realizó para sellar acuerdos que beneficien a la humanidad? ¿No es que los “líderes” de los países que representan más del 80% del PBI mundial se reunieron para acordar los puntos que llevarán a hacer más fácil y de mejor calidad la vida de los seres humanos en la tierra y resolver los conflictos existentes entre la intervención de la especie para que el resto de la naturaleza no sufra los avatares de la depredación?
Nada de nada… Un encuentro meramente formal en donde el protagonismo de los representantes del poder capitalista mundial fue, precisamente, la fiesta en el Colón. Lo que no se dijo, lo que no se acordó, lo que no estuvo presente en las reuniones de los distintos grupos que se formaron para discutir y “acordar” pautas comunes entre los Estados, fue lo que podría haber sido verdaderamente importante. Así, el encuentro tan difundido y ensalzado navegó en las aguas de lo intrascendente y meramente protocolar, y hasta con patéticas notas de color, aunque lleno de declaraciones, comentarios y promesas de atemperar las disputas, preocupación por los desequilibrios sociales, cuidado del medio ambiente, la inversión en el desarrollo educativo y cultural de los pueblos, la resolución de los problemas de salud, la paz en los países en guerra…
¿Es que los competidores imperialistas por ganar mercados, territorios, masas baratas de mano de obra para explotar, aumento de ganancias a costa del cierre y liquidación de oponentes, impulsores de guerras, invasiones, crímenes y otras devastaciones pueden ponerse de acuerdo para “resolver” los problemas que crean y no están dispuestos a resolver? ¿No es esto acaso, una contradicción en sí misma?
Simultáneamente, mientras se hacía la llamada “cumbre”, otro protagonismo dominaba la escena mundial. Nuestras luchas por todas las reivindicaciones económicas, sociales y políticas, las luchas en Francia promoviendo la destitución de Macrón, la intensificación del genocidio en la Palestina ocupada por Israel, el enfrentamiento armado entre Rusia y Ucrania, las guerras de invasión en Libia, Siria, Irak, etc., la búsqueda desesperada de miles de inmigrantes latinoamericanos que intentan ingresar a Estados Unidos con la aspiración de encontrar mejores condiciones de vida y la decidida represión de los yanquis, la inestabilidad creciente de los países latinoamericanos y africanos ante el avasallamiento del capital transnacional y las aspiraciones de los pueblos a mejores condiciones de vida, la creciente proletarización de los pueblos asiáticos y sus firmes luchas de conquistas.
Los diarios burgueses, haciendo coro con las palabras del presidente Macri quien dijo que “nunca la Argentina tuvo mejores relaciones con el resto del mundo”, nos quieren convencer que el G20 fue extraordinario. Nos hablan del interés de Estados Unidos por vender armas a nuestro país, y extender sus intereses en Vaca Muerta; de más de 30 convenios con China que representarían unos 8.000 millones de dólares y la concreción de un nuevo swap de unos 9.000 millones de la misma moneda, (unos 35.000 yuanes). Pero nada de eso traerá solución a los problemas del pueblo. Lo primero y segundo, significará más explotación de recursos naturales y fuerzas de trabajo humanas que profundizarán peores condiciones de vida, porque toda inversión se basará en el salario achatado con una búsqueda indisimulada de achatarlo aún más. Y lo del swap, es un apriete más de condicionamiento para las reservas del Banco Central que aumentará la inmovilidad de fondos en la misma proporción de dicha inyección de dinero chino. Como dice el viejo dicho, “pan para hoy y hambre para mañana”.
Pero, ¿es que es imposible que los Estados imperialistas se pongan de acuerdo para transformar las crisis mundiales en caminos hacia la solución de los problemas de los pueblos…?
Es que el capitalismo tiene leyes económicas que no pueden ser reguladas por ningún capital individual ni grupo de capitales, por ningún Estado burgués ni reunión de Estados burgueses, porque intentar la solución de un conflicto es agrandar y profundizar la contradicción de otros. El capital tiene leyes ciegas. Toda política de los imperialistas que son todos los Estados presentes en la mencionada “cumbre”, incluido el Estado Argentino que es Capitalismo Monopolista de Estado, no puede dominar las leyes del capitalismo. Es más, ninguna fuerza consciente puede hacerlo si, a la vez, intenta mantenerlo.
La economía subordina a la política de la burguesía, salvo que la lucha de clases que llevan incansablemente el proletariado y los pueblos, la obliguen a lo contrario. Entonces, retroceden en su voracidad, pero obligada por la fuerza de la acción de masas, aunque luego vuelvan sobre sus propios pasos para reconquistar el terreno perdido, lo cual harán mientras tengan el poder. Por eso, nuestro camino sigue siendo el mismo: enfrentar sin sosiego a este gobierno y al gobierno de turno que lleve adelante las políticas del capital. No dejarlos gobernar en contra de nuestros intereses, desgastarlos, erosionarlos, vencerlos.
Por ello, la revolución entonces no es una utopía, por el contrario es una necesidad vestida con alas de sueños realizables. Es la reivindicación de quienes producimos, sin intención, el capital que se acumula en manos de la burguesía y se vuelve en nuestra contra. Es el camino cierto de nuestra liberación en la que la obra de nuestro trabajo colectivo, ya en nuestras manos, esté orientada a satisfacer nuestras necesidades y aspiraciones.