La burguesía lanza a sus esbirros ideológicos a minimizar la gesta de la revuelta en Francia

La extraordinaria lucha emprendida por la clase obrera y el pueblo francés (conocida como los “chalecos amarillos”) ya puso a la burguesía en “código rojo”. Intelectuales de toda calaña, pero sobre todo los de tinte supuestamente progresista, intentan llevar el análisis propagandístico de los hechos  al terreno estrictamente ideológico y de ahí a la abstracción más absoluta; para concluir -en última instancia- que todo el movimiento gestado tiene un único destino: las masas son presas de las derechas o de la izquierdas. Es decir (y aquí lo tramposo) pretendiendo alentar que la tendencia histórica de las luchas de los pueblos en estos tiempos tienen un derrotero azaroso.

Es una vuelta de tuerca a un lenguaje que ellos utlizan (la pos-verdad) que en realidad no es otra cosa que una apelación al positivismo, corriente filosófica (perdón, lo mas antifilosófico que haya existido y que es más “viejo” que la escarapela) cuyo fundador casualmente es el francés Augusto Comte. En ella se considera que la esencia de las cosas es inalcanzable para la ciencia a la experiencia  humana, donde solo pueden describir los fenómenos, dilucidar su parecido exterior, mas no las leyes que rigen su cambio, su desarrollo, ni concebir siquiera la existencia de las cosas independientemente de nuestra  percepción. Es decir, el idealismo en toda su blancura.

Se desgañitan afirmando: “se unieron todos, la gente que votaba a la derecha con los que votaban a la izquierda”, “es por fuera de los sindicatos y los partidos políticos»…, o los mas brutitos, que llegan a afirmar que en realidad “los chalecos amarillos pueden bien ser los chalecos pardos de los inicios del nazismo”. Pero lo que más les preocupa (ojo, a todo el pelaje) es que nadie los dirige y peor aún, nadie puede controlar y poner formas de organicidad, no de organización,  pues rápidamente demostraron que se podían organizar a pesar del carácter espontaneo de la protesta.

Suena bastante conocido esto. Es decir, no hay columnas encuadradas que responden a directivas expresas, la masividad está a años luz de prácticas que no solo son viejas, sino que es ahí donde se expresa con mayor claridad la gran contradicción entre la sociabilización cada vez mayor de la producción y la apropiación cada vez mas individual, poniendo blanco sobre negro el agotamiento de la democracia representativa (democracia burguesa) en contradicción antagónica con la democracia directa (democracia revolucionaria).

Por supuesto que con la presencia de un programa revolucionario, con un partido revolucionario a la cabeza, el rumbo puntual de estos acontecimientos sería otro, pero así no se analizan las cosas. La lucha de clases no espera y el hartazgo por la vida a que la oligarquía financiera viene sometiendo a los pueblos, quitando derechos adquiridos, elevando los niveles de súper explotación, más tarde o más temprano explota y la respuesta de los pueblos no se hace esperar.

Pero más equivocados aún están estos agoreros, subestimadores de la historia de la lucha de clases, que persisten en ver los fenómenos por fuera de todas las causas, efectos y factores transformadores, como si la primavera árabe no hubiera incidido en la revuelta francesa, o cómo incidió la revuelta de los jóvenes de los suburbios de París en la primavera árabe… donde la mayoría son marroquíes, tunecinos, egipcios, argelinos, etc.

O es materia de olvido la oleadas de protestas en Alemania, cuando el año pasado que marcó el pico huelguístico más alto del planeta; o tenemos que recordar los millones de obreros que pararon la producción en India; o la propia Francia, que viene de una ola de huelgas como la de los ferroviarios, agricultores, camioneros; ni hablar los indignados de España, que si bien electoralmente terminaron en manos del sistema burgués, de ninguna manera puede esconder o frenar el espiral ascendente de la lucha y aspiraciones de los pueblos.

Estos mercachifles de la teoría denominados progresistas, son mercenarios y burócratas que se disfrazan detrás de un pseudo marxismo para tener un lugar y unas migajas en la mesa de la democracia burguesa de los monopolios. Con una visión electoral, elitista y generando un clima pesimista casi de derrota, lo que persiguen en realidad es desvirtuar y acallar que hoy, la tendencia histórica de los pueblos es la lucha por la libertad, que cada día crecerá más y más.

El fondo de nuestro planteo no puede eludir el compromiso de organizar la lucha de clases y generar una alternativa revolucionaria. Por el contrario, precisamente por ello, en un contexto donde la burguesía ganó muchísimo terreno en lo ideológico tapando al proletariado y su rol en acaudillar una revolución de nuevo tipo y la viabilidad de tremenda empresa, es que debemos salirle al cruce a todos estos presumidos marxistas (sobre todo en nuestro país) que hacen teoría para la desesperanza, sumándose y/o como parte del engaño de la burguesía, en su intención de frenar el surgimiento de una revolución.

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