Lanzada la campaña electoral de este 2019, y ante la falta de buenas noticias en el plano económico, el gobierno macrista ha decidido encarar la reelección pintándose una pátina de republicanismo y honestidad la que, a poco de hurgar en la historia reciente, se descascara rápidamente.
El golpe de Estado de 1976 instaló el fascismo en la Argentina. En ese período la clase dominante adoptó tal política para desarticular el movimiento revolucionario que cuestionaba su poder; y, como consecuencia de ello, avanzar en el proceso de centralización y concentración de capitales que requería la economía argentina.
El capitalismo monopolista de Estado mostró así todo su esplendor. Se consolidó un proceso que venía de décadas y los monopolios de origen nacional, entrelazados íntimamente con el capital trasnacional, tomaron el control del Estado; botín que nunca más dejarían escapar.
Grupos como Acindar, Bridas, Loma Negra, Alto Paraná, Pérez Companc, Pescarmona, Techint, Soldati, en alianza con empresas extranjeras, se encargaron de borrar todo vestigio remanente de burguesía nacional en nuestro país. Y por supuesto, entre esos grupos se destacaba también el de la familia del actual presidente. Por esos años, la familia presidencial controlaba 7 empresas. Las más destacadas, Sevel y Sideco Americana. Cuando cayó la dictadura los Macri controlaban 47 empresas, nucleadas en el grupo Socma (Sociedades Macri).
Uno de los mecanismos utilizados por esta capa de la oligarquía financiera en nuestro país para materializar sus negocios y el crecimiento de los mismos fue la estatización de sus deudas, como lo demostró mediante una cuidada, seria e impecable investigación, incluso ante los estrados judiciales, el periodista Alejandro Olmos (1).
En dicha investigación, Olmos documenta que a enero de 1985 la deuda privada que había sido estatizada ascendía a la suma de 23 mil millones de dólares. De esa cifra, más de 200 millones de dólares correspondían a la deuda de las empresas del presidente. Nada más que agregar para explicar cómo hizo la familia Macri (y el resto de los capitalistas argentinos) para obtener semejante crecimiento de su patrimonio. Que, repetimos, pasó de controlar7 a47 empresas en menos de una década.
La historia prosiguió con un millonario contrabando de autos realizado a través de SEVEL en 1991, y que también fue demostrado ante la justicia. Tanto es así que fue demostrado que en 1995 por un decreto de Domingo Cavallo (el mismo que en tiempos de la dictadura fue artífice de la estatización de la deuda privada), se condonó la deuda de 450 millones de dólares que se le reclamaba al grupo Macri por el citado contrabando.
Y podríamos seguir con la escandalosa renegociación de los contratos de Manliba, empresa de recolección de basura que fue beneficiada por Carlos Grosso, intendente de la ciudad de Buenos Aires que había sido empleado en la empresas de los Macri y que en la actualidad es un “asesor en las sombras” del presidente. O el caso del Correo Argentino por el cual los Macri reclaman una condonación de deuda de 70.000 millones de pesos.
Como dijimos, el ejemplo de los Macri sirve como muestra dado que al presidente y a sus asesores se les ha ocurrido hablar de transparencia y de impulsar medidas para que se devuelva el dinero mal habido, apañado por los grandes medios de comunicación que lo protegen y hasta por su aliada más “anticorrupción”, la diputada Carrió. Pero es abarcador al resto de la burguesía monopolista.
De allí que ninguna medida ejemplarizadora puede ser seria y consecuente si proviene de cualquiera de las facciones del capital monopolista. Aquí en nuestro país, como en el resto del mundo, los capitalistas utilizan toda la “legalidad” del Estado para preservar negocios e intereses, barrer competidores y hacer crecer sus patrimonios mediante el despojo a millones.
Reafirmamos que el Estado es un botín que los monopolios se disputan y una herramienta con la que esquilman más al pueblo.
Mediante innumerables mecanismos, desde los más vulgares a los más refinados, el ejercicio del gobierno por parte de la burguesía monopolista está centrado en utilizar todos los medios a su alcance para perpetuar sus intereses de clase y su dominación. Y allí no hay quien se salve.
Mucho menos los Macri.
(1) “Todo lo que usted quiso saber sobre la deuda externa y siempre se lo ocultaron”; Alejandro Olmos; Editorial de los Argentinos; 1990.